Xi y los líderes africanos, en la foto grupal de la cumbre del Foro de Cooperación China-África.

Xi y los líderes africanos, en la foto grupal de la cumbre del Foro de Cooperación China-África. Adek Berry Reuters

África CONGO

Coltán, ferrocarriles e influencia geopolítica: por qué China y EEUU llevan su 'guerra fría' a África

Xi ha echado el freno de mano, entre otras cosas, por la incapacidad africana de devolver el dinero prestado. Ahora Washington quiere aprovecharlo.

9 septiembre, 2024 03:00

En 1902, un escocés llamado Robert Williams comenzó a construir una línea ferroviaria para poder sacar los minerales del centro de África hacia Europa y las Américas. Al proyecto lo llamarían el Corredor Lobito por el nombre de la ciudad costera en Angola donde acaba y dura. En los años setenta el ferrocarril quedó inactivo tras la guerra civil angoleña, pero ahora Estados Unidos lidera la mayor ofensiva en años para intentar contrarrestar el poder de China en África.

En mayo de 2023, en Hiroshima, el G7 anunció un acuerdo para revitalizar y ampliar el Corredor Lobito hasta Zambia. El objetivo es modernizar la línea de ferrocarril para evitar los cuellos de botella que se producen en el transporte de minerales críticos para la transición energética y tecnológica. En R.D. Congo están dos terceras partes del coltán y la mitad del cobalto de todo el mundo, vitales para las baterías móviles. A ello se suman minerales como el manganeso, el cobre, el zinc o el litio y otros preciosos como el oro y los diamantes.

En la actualidad el transporte se hace por carretera y tarda una media de treinta días, pero el objetivo es reducirlo a ocho días con el tren y tener así un acceso prioritario a minerales críticos. El proyecto lo lidera Estados Unidos, que ya ha prometido la inversión de 250 millones de dólares. Pero no es el único.

Si el Corredor Lobito va hacia occidente, el ferrocarril Tazara va hacia oriente. En 1975, a orden de Mao Zedong, se construyó como alternativa para exportar el cobre de Zambia hacia el Océano Índico vía puerto de Dar es Salaam, en Tanzania. Como el Lobito, este perdió valor con los años, hasta quedar prácticamente inutilizado. Este pasado viernes, en el noveno Foro de Cooperación China-África (FOCAC), Xi Jinping ha anunciado un proyecto de dos mil millones de dólares para revitalizar la línea Tazara.

En África, los minerales son la materia prima más preciada. El valor de todos los que tiene R.D. Congo se estima en 24 billones de dólares estadounidenses, casi igual que la economía entera de Estados Unidos. Disponer de ellos es vital en la disputa geopolítica entre ambas potencias, pero para acceder a ellos necesitas el favor de los dirigentes africanos. En esa carrera, China va ganando, pero ya nota cansancio.

China, el gigante que se ha ganado a África

En el año 2000, China decidió organizar el primer FOCAC. Tras el éxito inicial de la Conferencia Internacional de Tokio sobre el Desarrollo Africano (TICAD) organizada por Japón, su vecino decidió contraatacar para aprovechar el potencial mercado africano y las materias primas que necesitaba para dar un paso en su propio desarrollo económico.

En su primera edición organizada en Pekín firmó "acuerdos estratégicos" con 44 países africanos. Tres años más tarde, eliminó los aranceles para la importación de cientos de productos africanos con treinta países considerados de ingresos bajos por la ONU.

China se hizo con acceso así a bienes vitales como el petróleo crudo, minerales y metales, pero también productos de alimentación como carne, café o verduras, entre muchos otros. En la actualidad son más de 8.000 los productos africanos que van sin impuestos a China, pero ahí no se encuentran los que se producen en el propio país asiático como el maíz, arroz, cereales o azúcar.

En 2009, China se convirtió ya en el principal socio comercial del continente africano, superando a Estados Unidos, y desde entonces no ha parado de aumentar la diferencia. En 2023 el valor del comercio China-África llegó a los 262 mil millones de dólares, cuatro veces el estadounidense.

Sin embargo, si China ha solidificado su influencia e intereses en África ha sido gracias a los 1.306 préstamos que ha prestado desde principio de siglo por valor de 182.300 millones de dólares, la mitad para pagar grandes proyectos de energía y transporte . A cualquier país que se vaya en África hay construcciones chinas y su influencia es tal que financiaron los 200 millones de dólares que costó la nueva sede de la Unión Africana en Adís Abeba, Etiopía, la institución comunitaria.

El culmen de la inversión llegó a partir de la llegada de Xi Jinping a la presidencia en 2013, con el anuncio de la Iniciativa de la Franja y de la Ruta, con más de diez mil millones de dólares en préstamos de media cada año durante un lustro.

Sin embargo, en los últimos años China ha echado el freno de mano por dos principales motivos: la incapacidad de devolver el dinero y la ralentización económica propia. Países como Zambia y Ghana se han declarado en impago y muchos otros han pedido reestructurar la deuda ante la imposibilidad de pagar y el país asiático se ha puesto en el ojo del huracán al ser el principal acreedor bilateral con un 15% de la deuda africana.

Ahora, la pandemia y la guerra de Ucrania han llevado a una volatilidad en los mercados, y desde Pekín llegaron a un mínimo de mil millón de dólares en 2023, más de diez veces menos que hace una década. Esa debilidad la quiere ahora aprovechar Estados Unidos, que con la Administración de Joe Biden ha renovado su interés en el continente.

Estados Unidos busca aumentar su presencia

Los esfuerzos económicos chinos han tenido réditos en la diplomacia internacional. Tan solo un país africano, la diminuta monarquía absoluta de Esuatini, reconoce a Taiwán y la gran mayoría de gobiernos apoya su labor expansionista en el sudeste asiático.

A eso se unen los votos en la ONU: el bloque africano cuenta con 54 valiosos votos y estos se han alineado más con la posición china que con la estadounidense, donde coincide en menos de tres de cada diez resoluciones. La mayoría de los países han votado a favor del gobierno de Xi Jinping en las acusaciones sobre los abusos hacia la minoría uigur, se han abstenido como Pekín en la condena a Rusia de la invasión ucraniana y han preferido votar a cargos a políticos chinos que estadounidenses.

Los intereses económicos y la influencia geopolítica preocupan a Estados Unidos, que irónicamente ha decidido copiar la estrategia china para contrarrestar su poder.

En diciembre de 2022, Biden acogió con todo tipo de lujos en Washington a 49 jefes de Estado africanos en la Cumbre de Líderes África-Estados Unidos. Allí les prometió 55 mil millones de dólares en tres años. La duración y el montante no fueron escogidos al azar. En 2021, Xi Jinping, había prometido en el FOCAC invertir 40 mil millones de dólares en el próximo trienio.

Biden además les dijo que iría a África en persona en 2023 como muestra de su compromiso, pero el presidente no cumplió y envió a su vicepresidenta, Kamala Harris, que estuvo en Ghana, Tanzania y Zambia. La elección de los países tampoco era baladí: el primero, un socio fiable de Occidente en una grave crisis económica que había forzado al impago; el segundo dejó la estampa con la presidenta Samia Suluhu Hassan; y el tercero en el inicio de la ruta de los minerales.

Hace dos semanas, la Casa Blanca anunció que estaban estudiando ampliar el Corredor Lobito hasta el Océano Índico en Tanzania.

El empuje de Estados Unidos ha activado la alerta en China, que por primera vez en siete años ha aumentado los préstamos al continente, aunque todavía se queda en poco más de un tercio de lo que daba en 2013. A ello se une la renovación del ferrocarril Tazara y los proyectos en energías verdes que han hecho que suban la inversión para los próximos tres años hasta los 50 mil millones de dólares.

Aunque es ligeramente menor que lo prometido por Estados Unidos, en Washington todavía tienen mucho camino por recorrer si quiere como mínimo igualar la influencia de Pekín en África.