El entusiasmo general que vive Colombia luego de que se anunciara el feliz término de las negociaciones en La Habana entre el Gobierno y la guerrilla de las FARC da paso ahora a cinco semanas en las que el país se verá absorto en una singular disputa: la pugna electoral entre quienes impulsan votar por el ‘sí’ y quienes han asumido la bandera del ‘no’ en el referendo que decidirá la suerte final de los acuerdos.
El Gobierno da por descontado que el texto final, radicado directamente por el presidente ante el Congreso, sea aprobado rápidamente por el órgano legislativo. “Ésta será una oportunidad única e histórica, será la votación más importante de nuestras vidas para dejar atrás este conflicto y dedicar nuestros esfuerzos a construir un país más seguro, un país más tranquilo, más equitativo y mejor educado”, aseguró Santos.
Tal como confirmó el presidente del Senado, Mauricio Lizcano, el Congreso estudiará el documento entre el martes y miércoles de la próxima semana. De acuerdo con la Corte Constitucional, el Parlamento tendría hasta 30 días para pronunciarse sobre el tema.
Sin embargo, como confirmó una fuente del Congreso, la mayoría que tiene el Gobierno en las dos cámaras garantizaría que el acuerdo de paz no tenga ningún inconveniente en su trámite de aprobación. En realidad, sólo la bancada del Centro Democrático, liderada por el expresidente Álvaro Uribe, se ha opuesto al proceso de paz, pero sus votos no serían suficientes en el Congreso.
Tan pronto se cuente con la aprobación del Congreso, el mandatario podrá emitir un decreto convocando formalmente el plebiscito, que, tal como lo anunciara el pasado miércoles, sería el 2 de octubre próximo.
Cuenta atrás
El tiempo ha comenzado a correr y el Gobierno es consciente de ello. Por esa razón se ha adelantado a implementar una rápida campaña de socialización de los acuerdos para convencer a una importante parte de la población que aún no ha definido su voto.
Así lo señalan diversas encuestas en las que se destaca que más de un 30% de la población o no votará o no sabe aún por cuál de las dos posiciones votar. Dentro del Palacio de Nariño, sede del Gobierno colombiano, existe cierto temor de que lo reflejado en algunas encuestas, en donde el ‘no’ gana, se convierta en realidad.
“Lo que no puede suceder es que se abstengan, les pedimos que estudien los acuerdos y tomen una decisión a conciencia, teniendo en cuenta que ése es el mejor acuerdo posible y nadie debe abstenerse de tomar una decisión el próximo 2 de octubre”, indicó el jefe negociador del Gobierno, Humberto De la Calle.
“Tras la experiencia de estos cuatros años sé que éste es el momento de decidir, sugiero que se haga balance entre las ventajas de terminar el conflicto o continuar con un largo doloroso proceso de victimización”, agregó.
Los promotores del ‘sí’ buscarán 4,4 millones de votos, que corresponde al 13 % del censo electoral vigente. “Colombia no tiene cultura de participación en este tipo de mecanismos democráticos, sin embargo, la decisión alrededor de la paz es lo suficientemente sugestiva como para motivar a los ciudadanos a pronunciarse en las urnas”, señaló Juan Carlos Rodríguez-Raga, experto en opinión pública y director del Observatorio de la Democracia de la Universidad de los Andes.
Los líderes de lado y lado recorren el país desde hace varias semanas. La primera ronda de esta campaña se ha peleado en el terreno de las encuestas, que han alimentado la incertidumbre y, sobre todo, la polarización.
El ‘no’, liderado por el expresidente Uribe y que contará con la segura participación del Procurador General Alejandro Ordóñez ha centrado su discurso en que los acuerdos están hechos a medida de las FARC. “No queremos unos acuerdos chavistas”, ha dicho Uribe en reiteradas ocasiones.
El ‘sí’, por su parte, se centra en la oportunidad de cambio que este acuerdo, “el mejor acuerdo posible”, significa para Colombia. “Este debe ser un Sí a la paz del país”, ha señalado otro expresidente, Cesar Gaviria, quien encabeza esta posición.
¿Y si gana el 'no'?
Si gana el ‘no’, las consecuencias son impredecibles. Tanto para Santos como para Gaviria, si se impone esta opción se acaba el proceso de paz. No existe, por lo menos públicamente, un plan B.
Jurídicamente, existe la posibilidad de que el presidente renegocie el acuerdo de La Habana si los colombianos lo rechazan, idea a la que se aferra el Centro Democrático.
Algunos seguidores del uribismo han tildado a Santos y a Gaviria de sembrar una campaña de miedo, con respecto a las consecuencias del ‘no’. “El voto no es por si queremos la guerra o queremos la paz. Todos queremos la paz, pero con unas condiciones distintas”, ha advertido el mismo Uribe.
Entre la ciudadanía hay consenso en que se considera imposible volver a la guerra, porque ni la guerrilla, ni el Gobierno, ni los colombianos lo desean. De hecho, todas las partes han expresado que, ante una eventual derrota en las urnas, habría que buscar otras salidas jurídicas para salvar el acuerdo. Sin embargo, como lo dice Juanita León, directora de La Silla Vacía, el regreso a la guerra, bajo este escenario, sería muy probable.
Por otro lado, si el pueblo colombiano vota mayoritariamente por el ‘sí’ a los acuerdos de paz, el presidente Santos debe activar de inmediato los mecanismos previstos en la Constitución y la ley para implementarlos.
Las decisiones de los últimos días han llevado a un impulso del ‘sí’, que según las más recientes encuestas tendría un 32,1% de favorabilidad, frente a un 29,9% del ‘no’. El margen es muy estrecho todavía, más aún con una abstención que aparece con una tendencia al alza.
Desde el Gobierno se prepara una estrategia para incentivar a la población a votar positivamente. Una semana antes del plebiscito, hacia el 23 de septiembre, el presidente Santos y Timochenko firmarán oficialmente la paz, en un gran evento, al que están convocados varios jefes de Estado, entre los que se contarían Raúl Castro, Mariano Rajoy, Angela Merkel e incluso Barack Obama.
Parte del objetivo del Gobierno de hacer la fiesta antes de la votación del plebiscito es enviar el mensaje de que sería absurdo votar por el ‘no’ cuando evidentemente la comunidad internacional dice que sí.
Por ahora, quedan varias semanas en las que se prevé una radicalización de las posturas y una intensa campaña de convencimiento a una población que, paradójicamente, a pesar de haber vivido más de 50 años en guerra, aún no está convencida totalmente de las posibilidades que ofrecería la paz.