Todas las revoluciones tienen sus muertos. También sus asesinos, también sus mártires. Y, por supuesto, sus exiliados, muchos de los cuales sucumben lejos de su tierra, derrotados por la nostalgia y el olvido.
También sus opuestos, esos patriotas que prefirieron quedarse a luchar por el país, o contra él, y los engulló, implacable, el tiempo, como subrayaría con brillantez y emotividad la voz aniñada de Pablo Milanés.
Sí, en las revoluciones hay mucha muerte: las tragedias parecen inherentes al proceso de insurrección. Numerosas personas son asesinadas por la causa; otras matan por ese mismo fundamento, probablemente visto desde la perspectiva contrapuesta; y, a veces, es el propio origen del levantamiento el que liquida, cruel e indiscriminadamente, a unos u otros. A veces, a todos.
“La guerra es justa cuando es necesaria”, afirmó el poeta, pensador y político José Martí, el gran héroe cubano. Pero ¿cuándo es necesaria? ¿Alguna vez lo es?
A Fidel Castro, cómo no, le pesa un legado de guerras y de muertos. Su representante ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, el célebre Ernesto Guevara, ya señaló en su discurso del 11 de diciembre de 1964 que fusilar, fusilaba. El comandante en Jefe agregaba que, “dentro de la Revolución: todo; contra la Revolución: nada”. Así que Fidel, que acaba de ser eliminado por Dios, si existe, en sus tiempos eliminó a la resistencia. Pero, ¿hizo lo mismo con algunos de sus compañeros?
Mientras miles de cubanos vitorean las cenizas de Castro en su peregrinaje hacia Santiago en la Caravana de la Libertad, en distintos foros se evalúan los daños y se recuerda a los miles de asesinados o desaparecidos en los 57 años que, hasta ahora, ha durado el régimen.
En este diccionario de sus muertos están muchos, pero por supuesto no todos los que exterminó una Revolución que aún sigue vigente, ahora haciendo equilibrios sobre la nada para intentar perpetuarse.
Algunos de los caídos especialmente trascendentes han quedado fuera de esta lista, pues sería imposible nombrarlos a todos. Entre ellos, el poeta Heberto Padilla, que fue encarcelado por “actividades subversivas” en 1971 y quien, después de casi 40 días en prisión, renegó de su yo más duro con la Revolución en su conocida “Autocrítica”. Logró salir del país en 1979 y falleció en Alabama en el año 2000.
También podría hablarse aquí del destacado cineasta Néstor Almendros, aunque en realidad no fuera cubano; nació en Barcelona y murió en Nueva York, pero vivió muchos años en Cuba. Guillermo Cabrera Infante dijo de él que fue “un español que supo ser cubano”. Su desilusión con el régimen le llevó a abandonar la isla en 1962. Se hizo famoso en el mundo entero por su aporte artístico en el cine, y llegó a conseguir un Oscar de fotografía –por Días de Cielo de Malick- en 1978. Rodó dos documentales muy críticos con el régimen cubano, Conducta impropia, sobre la persecución a homosexuales e intelectuales, y Nadie escuchaba, sobre las penurias de los presos políticos. Almendros murió de SIDA en 1992.
Tampoco aparece en la lista el exministro José Abrantes, un hombre de enorme poder durante años, amigo íntimo de Castro y una de sus piezas clave en el Ejército, que después fue purgado.
Algunos de los muertos causaron grandes destrozos en vidas ajenas antes de ser ajusticiados ellos mismos. Otros, se dejaron al menos una parte de sus vidas en un intento de que las de los demás resultaran más dignas. Cuesta que compartan espacios adyacentes unos y otros, pero todos ellos forman parte de una misma realidad: murieron, directa o indirectamente, afectados por el poder de Fidel Castro.
Gustavo Arcos
Es el prisionero político desconocido. Así lo llamó, al menos, Guillermo Cabrera Infante. El escritor intercedió por este combatiente que, junto a Fidel y otros rebeldes, asaltó el cuartel Moncada. También formó parte de los que entraron junto al Comandante supremo, triunfante, en La Habana, en el mismo vehículo. Con el triunfo de los barbudos, Arcos llegó a ser embajador en Bruselas. Pero sus críticas a un régimen cada vez más totalitario le valieron una condena de diez años de cárcel. Cumplió tres, y fue liberado tras 19 días en huelga de hambre. Un tiempo más tarde lo volvieron a encarcelar, otros siete años, por un intento de salida ilegal del país, una vez que su solicitud de permiso para ir a EEUU a ver a su hijo, que residía en Miami, fue denegada.
Cabrera Infante pidió ayuda a las autoridades de diversos países. ¿Se trata de un escritor? ¿Un músico? ¿Un científico?, le preguntaban. “No, es sólo un ser humano”, respondía él. Entonces, poco se va a poder hacer, le confesaban. Condenado por no ser un intelectual de prestigio, Cabrera lo llamó el prisionero político desconocido, en representación, también, de muchos otros. “En los países totalitarios no matan escritores (…). Matan a hombres como Gustavo Arcos. Matan a sus héroes”, escribió Cabrera. Arcos fue presidente del Comité Cubano Pro Derechos Humanos y falleció en 2006 en La Habana.
Pedro Luis Boitel
Contrario al régimen de Batista, primero, y al de Fidel, después, Boitel fue sobre todo un poeta que llevó su idealismo hasta el final: murió en la cárcel después de 53 días en huelga de hambre. Antes, había creado una organización clandestina, el Movimiento para Recuperar la Revolución. Su propuesta supuso diez años de prisión.
Camilo Cienfuegos
Si algún cubano podía hacerle sombra a los hermanos Castro, ése era, sin duda, el “Comandante del Pueblo”. Hijo de anarquistas españoles, Cienfuegos fue, posiblemente, el barbudo más querido por la humildad y la sencillez con las que se mostraba ante la ciudadanía. Jefe del Estado Mayor del Ejército Rebelde, Castro le preguntó el 8 de enero de 1959: “¿Voy bien, Camilo?” “Vas bien, Fidel”, contestó el popular guerrillero.
Esa conversación se hizo, de algún modo, mítica. Pero el que no iba tan bien era, precisamente, él. Su muerte, el 28 de octubre de 1959, continúa siendo un misterio: el Cessna 310 en el que viajaba desapareció mientras cubría el trayecto Camagüey-La Habana debido, supuestamente, al mal tiempo.
Sin embargo, nunca se recibió una llamada de auxilio desde la aeronave; nunca se encontraron los restos ni de Cienfuegos ni del avión. Por supuesto, este extraño “accidente” alimentó la teoría de que Fidel apartaba de su camino no sólo a sus rivales políticos, sino también a los que estaban junto a él pero podían arrebatarle una parte de sus apoyos.
Antonio de la Guardia
Ex coronel del Ministerio de Interior, a Tony De la Guardia lo condenaron a muerte por el mismo caso que a Arnaldo Ochoa, relacionado con el narcotráfico y la corrupción. Lo fusilaron en 1989.
Eloy Gutiérrez Menoyo
Nacido en Madrid pero nacionalizado cubano, fue junto al Ché y a William A. Morgan el tercer comandante de la Revolución que no había nacido en Cuba. Implicado al máximo en el sistema hasta 1961, después se exilió en Estados Unidos y luchó activamente contra el régimen. Desembarcó clandestinamente cerca de Baracoa en 1964, pero semanas después lo capturaron. Permaneció 22 años en la cárcel. Liberado en parte gracias al esfuerzo del Gobierno español, fundó Cambio Cubano, organización que abogaba por la salida gradual y pacífica del comunismo en la isla y una suerte de reconciliación con el Gobierno de Castro. Murió en La Habana en 2012.
Fulgencio Batista
El dictador que precedió a Castro se hizo con el poder en 1933 a través de la Revuelta de los Sargentos, que concluyó el régimen de Gerardo Machado. Lo mantuvo hasta 1940, cuando fue elegido formalmente presidente, y lo fue los cuatro años siguientes; perdió las elecciones del 44 y se fue a vivir a Estados Unidos; regresó para afrontar los comicios del 52. Antes de perderlos, prefirió dar un golpe de Estado.
Su régimen resultó despiadado, reprimiendo a miles de cubanos de forma indiscriminada y violenta. Tras la batalla de Santa Clara que lideró el Ché, Batista huyó con su familia y, al parecer, con varios millones de dólares, a la República Dominicana, donde fue acogido por otro dictador, Rafael Trujillo. Un tiempo después Salazar le ofreció asilo en Portugal; murió el 6 de agosto de 1973 de un infarto en Guadalmina, España.
Ernesto Ché Guevara
El Ché es indudablemente el guerrillero más famoso del mundo. También el más icónico y una de las escasas figuras internacionales que ha sido capaz de deslumbrar al mundo durante generaciones. La fotografía de Korda, así como la mitología a su alrededor, se han encargado de convertir al médico y político argentino en un símbolo mundial. Eso sí, de qué es un emblema no está tan claro: para algunos, de la lucha de las clases empobrecidas contra las dominantes; para otros, del engaño permanente en el que se transforma el comunismo.
Ideólogo principal de la Revolución, no se entendería el escenario cubano del último medio siglo sin él. Su objetivo, derrotar al imperialismo; su método, internacionalizar la Revolución a través de la guerra de guerrillas donde fuera necesario. Fue presidente del Banco Nacional y ministro de Industria. Con el consentimiento de Fidel, Guevara decidió establecer un foco guerrillero en Bolivia. Después de once meses en el país, tras un intercambio de disparos en el que resultó herido en una pierna, un soldado del Ejército boliviano lo ejecutó en la escuela de La Higuera. Eran las 13:10 del 9 de octubre de 1967, instante en el que nació algo mucho más grande que el propio Ché: su mito.
Huber Matos
Tan revolucionario como Fidel, comandante del Movimiento 26 de Julio, Matos dirigió un comando de combate durante la etapa final del asalto a Santiago de Cuba. Como tantos otros cubanos, era profundamente anti-Batista, pero también anticomunista. Cuando se opuso al giro a la extrema izquierda que efectuaba el nuevo Gobierno de La Habana, lo acusaron de traición y sedición.
Los dirigentes valoraron fusilarlo, como querían Raúl Castro y Guevara, pero Fidel no quiso hacer de él un mártir. Lo condenaron a 20 años de cárcel, pena que cumplió íntegra. Publicó su libro de memorias Cómo llegó la noche, en el que narra sus experiencias vitales antes y después de la Revolución. Murió con 95 años en Miami en febrero de 2014.
Guillermo Cabrera Infante
El autor de Tres Tristes Tigres, hijo de comunistas, apoyó la Revolución y fue director del Consejo Nacional de Cultura, así como subdirector de lo que hoy es Granma. Pero la labor de intelectual y de defensor del sistema resultaron demasiado antagónicas. Huyó de su país y se instaló en Londres, después de hacer escala en Madrid y Barcelona. En la capital inglesa escribió TTT, como él lo llamaba, posiblemente el mayor legado literario de quien fuera Premio Cervantes en 1997. Salió de Cuba el 3 de octubre de 1965. Nunca regresó. Murió en Londres en 2005.
Jesús Carreras Zayas
Vehemente luchador contra Batista, sus ideales demócratas chocaron con los de la Revolución una vez que ésta hubo triunfado. El choque era tan evidente que lo acusaron de contrarrevolucionario. Lo encarcelaron el 20 de octubre de 1960 en la prisión La Cabaña y lo fusilaron el 11 de marzo de 1961.
Laura Pollán Toledo
Durante la infausta “Primavera Negra” de 2003, el régimen condenó, entre otros muchos, a Héctor Maseda a 20 años de cárcel. Su mujer comenzó a reunirse con otras a quienes les había ocurrido lo mismo y así se fundó el movimiento de las Damas de Blanco. La activista falleció a los 63 años en La Habana, en 2011, debido a causas naturales.
Mario Chanes de Armas
Participó en el asalto al Cuartel Moncada y en la expedición del Granma, la embarcación que llevó a 82 miembros del Movimiento del 26 de Julio, entre ellos los hermanos Castro, el Ché, Cienfuegos o Juan Almeida, desde la costa mexicana a la playa de Las Coloradas el 2 de diciembre de 1956, dando comienzo a la lucha revolucionaria contra el régimen de Batista.
Demócrata convencido, Chanes de Armas pretendía un sistema democrático para Cuba, por lo que eludió participar en el diseño del gobierno cada vez más totalitarista que esbozaban sus compañeros. En 1960 lo acusaron de conspirar y, sin prueba alguna, también lo culparon de querer matar a Fidel, por lo que lo condenaron a 30 años de prisión, pena que cumplió. Consiguió exiliarse y falleció en 2007 en Miami.
Lorenzo Enrique Copello Castillo
Ejecutado tras ser condenado a muerte por la sentencia 11/2003 por secuestrar un ferry e intentar obligar a la tripulación a navegar hacia Estados Unidos. Sus dos cómplices, Bárbaro Leodan Sevilla García y Jorge Luis Martínez Isaac, también fueron ajusticiados del mismo modo. Copello tenía 31 años, Sevilla, 22, y Martínez, 40. El intento de abandonar Cuba utilizando este método fue calificado de “acto de terrorismo” en la sentencia.
Arnaldo Ochoa
Condecorado “Héroe de la República de Cuba”, jefe de la misión cubana en Angola y miembro del Comité Central del Partido Comunista, al general Ochoa lo fusilaron el 13 de julio de 1989 acusado de traición a la patria por supuestas actividades relacionadas con el narcotráfico internacional. Ochoa reconoció su culpabilidad. Y lo hizo con tanta contundencia que dejó lugar a numerosas dudas. Sus tres supuestos colaboradores más cercanos, Antonio de la Guardia, Jorge Martínez y Amado Padrón, recibieron idéntico trato.
No está clara cuál fue la implicación de los hermanos Castro en el caso del narcotráfico con origen en Colombia y destino Estados Unidos, ni lo está cuánto sabían al respecto. Al ejecutar a Ochoa, que se había atrevido a cuestionar a Fidel, éste apartó a un rival potencial y, al tiempo, envió un mensaje que reforzaba la idea de que no se iba a tolerar la menor sospecha de disidencia; además, simultáneamente Cuba intentaba, con estos fusilamientos ejemplarizantes a quienes en otro tiempo fueron héroes de la Revolución, lavarse la cara delante de la comunidad internacional.
Oswaldo Payá
Líder del Movimiento Cristiano Liberación y premio Sájarov de los Derechos Humanos en 2002, Payá fue también el fundador del proyecto Varela, que pretendía implantar notables cambios legislativos en la isla a través de un referéndum. Murió a los 60 años en un accidente de coche junto a otro disidente, Harold Cepero; ambos viajaban en julio de 2012 con el miembro de las Nuevas Generaciones del PP Ángel Carromero, quien conducía el vehículo.
Arnaldo Ramos Lauzurique
Ex economista de la Junta Central de Planificación, se convirtió en opositor y colaborador del Grupo de Trabajo de la Disidencia Interna. Sufrió la Primavera Negra y fue uno de los 75 encarcelados. Con 60 años, pasó ocho en la cárcel. Fue liberado en 2010. Murió el 3 de noviembre pasado a los 74 años.
Reinaldo Arenas
Antes que anochezca es el título de su autobiografía, escrita poco después de abandonar la prisión de El Morro a mediados de los años 70. Su atrevida crítica del régimen y su homosexualidad estimularon una persecución atroz que documentó con amarga brillantez en gran parte de su obra. Arenas salió de Cuba, tras modificar su apellido a “Arinas” para engañar a las autoridades, cuando La Habana autorizó la salida a Estados Unidos de los “marielitos”. Fue una de las 125.000 personas que formaron parte del Éxodo del Mariel en 1980. Arenas se exilió en Nueva York, donde se suicidó, enfermo de SIDA, el 7 de diciembre de 1990. En su carta de despedida culpó a Fidel de muchas de sus penalidades.
Juan Wilfredo Soto García
El 5 de mayo de 2011 este opositor de 46 años tuvo un altercado con la policía de Santa Clara. Tres días después, falleció. Según la oposición, por los golpes que recibió cuando lo detuvieron, después de que gritara consignas contra la Revolución. Según los oficialistas, por una pancreatitis aguda. A lo largo de su vida fue detenido en numerosas ocasiones.
Alberto Mesa
Tenía 25 años, y como otros cientos de cubanos, prefirió arriesgar la vida que vivirla en la Cuba de Castro. Lamentablemente, su sueño de pisar las costas de la Florida y llevarse después a su familia se perdió en algún punto de las 90 millas que separan las costas de los dos países. Lo identificaron por un tatuaje. Dejó un niño de dos años en la isla.
Eusebio Peñalver
Miembro del grupo “Plantados hasta que haya libertad y democracia en Cuba”, estuvo 28 años en prisión, y falleció en 2006 a los 71 años en Miami. En 1999, Castro lo acusó de querer matar al presidente venezolano Hugo Chávez, si bien él negó semejante afirmación. Mucho antes había acompañado al Ché en los últimos días de la batalla a Batista; después, luchó “contra la tiranía comunista”; fue capturado y condenado a 30 años de cárcel.
Wilman Villar Mendoza
Murió en 2012 como consecuencia de una huelga de hambre tras ser condenado a cuatro años de cárcel. Pertenecía a la Unión Patriótica de Cuba. Lo detuvieron cuando participaba en una protesta. Tenía 31 años.
Jesús Yáñez Pelletier
Ex escolta personal de Castro, fue condenado a 15 años por traición a la patria. Cumplió once. Al ser liberado quiso irse de Cuba pero no se le permitió abandonar la isla. Más tarde fue vicepresidente de la Comisión Cubana de Derechos Humanos. Murió en La Habana a los 83 años.
Orlando Zapata
Disidente político que, de profesión, fue albañil y fontanero. Zapata murió el 23 de febrero de 2010 tras permanecer 86 días en huelga de hambre en protesta por las condiciones de su internamiento, y el de sus compañeros. Su muerte provocó otra huelga de hambre del conocido opositor Guillermo Fariñas, quien ha cumplido casi 12 años en prisión y se ha sometido a más de 20 huelgas de hambre. Zapata había sido acusado de conspirar a favor de Estados Unidos, de atentar contra la seguridad del Estado, así como de desacato, desorden público y desobediencia civil, por lo que lo condenaron a 36 años.
Su muerte desencadenó fortísimas críticas al régimen cubano en todo el mundo. El Parlamento Europeo condenó la muerte “cruel y evitable” de Zapata, de 42 años, quien, para Amnistía Internacional, era sin duda un preso de conciencia, a pesar de que las autoridades cubanas lo presentaban como un delincuente común. Para Reina Luisa Tamayo, madre de Orlando, la muerte de su hijo fue un asesinato. El culpable, para ella, se apellida Castro.