En Washington DC, frente a la imponente estación ferroviaria de Union Station, se alza la plaza en forma de rotonda dedicada a Cristóbal Colón, alrededor de la que ondean cada una de las banderas de los estados y territorios que componen EEUU. Basta echar un vistazo para comprobar que alguna de estas enseñas mantiene alguna referencia a la guerra civil o de secesión americana, que acabaron ganando los unionistas del Norte frente a los confederados del Sur, poniendo fin además a la esclavitud. Ha pasado más de siglo y medio pero las heridas de aquella contienda aún no han cicatrizado.
“No me gusta nada pasar cada día por aquí y ver ahí en frente cómo siguen honrando símbolos -apunta a la enseña de Misisipi- que representan la desigualdad y la opresión que vivimos durante siglos”, comenta a este periódico una joven afroamericana que llega a la capital diariamente a través de esta estación intermodal. “Sé que hay mucha polémica otra vez con eso. Cada cierto tiempo hay problemas. Es muy complicado”, añade otro transeúnte, blanco en esta ocasión, que prefiere no opinar al respecto.
En efecto, la cuestión de los símbolos nacionales resurge periódicamente en los medios norteamericanos. Al igual que ocurre en España con la huella de la guerra civil y la posterior dictadura, EEUU también encara cada cierto tiempo, y en distintos puntos de su geografía, alguna controversia a cuenta de la memoria histórica por este episodio, que aún hoy sigue generando disputas políticas y choques sociales. La diferencia es que en este país no existe una regulación federal específica al respecto, por lo que cada estado, condado y casi pueblo actúa de forma distinta.
Monumentos polémicos
El último caso que ha abierto el debate se ha producido muy cerca de la capital, en la ciudad de Baltimore, en Maryland. Allí su alcaldesa, ha planteado la retirada de todos los monumentos confederados de sus calles, algo que ya han hecho ciudades como Nueva Orleans, en Luisiana, recientemente.
Esta cuestión afecta principalmente al sur del país. Viajando por los estados sureños no es difícil encontrar en las principales plazas de cada localidad o pequeño pueblo esculturas homenajeando a los soldados locales que dieron su vida durante aquella guerra, es decir, los hombres que batallaron del lado de la Confederación, el bando derrotado, que para muchos encarna valores vinculados al racismo y la esclavitud.
En Baltimore, por ejemplo, se encuadran dentro de esta categoría una estatua de Roger Taney, el presidente de la Corte Suprema de Justicia que defendió que los afroamericanos no podían ser ciudadanos. También hay esculturas dedicadas a los generales confederados Robert E. Lee y Stonewall Jackson.
"La ciudad realmente quiere quitarlos", sostiene en una entrevista con el rotativo Baltimore Sun la alcaldesa Pugh, que pretende seguir los pasos de Nueva Orleans.
En esta ciudad que toma como referencia, su regidor, Mitch Landrieu, pronunció el pasado mayo un discurso argumentando que era hora de eliminar este tipo de memoriales. "No hemos borrado la historia. Nos estamos convirtiendo en parte de la historia de la ciudad enderezando la imagen equivocada que representan estos monumentos y elaborando un futuro mejor y más completo para todos nuestros niños y para las generaciones futuras".
En Baltimore los planes de la alcaldesa están muy avanzados y, de hecho, ya ha sugerido un curioso método para que las obras de retirada de las esculturas no le salgan caras a la ciudad, ya que el presupuesto de mover cada una de estas piezas ronda los 200.000 dólares. La solución, a su juicio, pasaría por subastar las estatuas.
En cualquier caso, no es el primer paso que se da en esta localidad de Maryland a fin de restañar las heridas del pasado. El antecesor de Pugh, Stephanie Rawlings-Blake, ya ordenó la colocación de placas interpretativas en estos monumentos, para contextualizar a los homenajeados, detallando que defendieron la esclavitud y la supremacía blanca.
Aquella decisión se tomó después del asesinato de nueve afroamericanos por un supremacista blanco en 2015 en en Charleston, en Carolina del Sur. El atacante había posado en fotografías con símbolos confederados. Aquello reavivó el debate sobre estos emblemas y los valores que representa. El exalcalde de Baltimore nombró una comisión de expertos para para revisar la situación en esta ciudad. Este grupo de académicos y funcionarios recomendaron retirar varias esculturas y señalizar con paneles explicativos otras.
"No es esclavitud, es nuestra historia"
Por supuesto, también hay quien se opone a este tipo de acciones. La agrupación de las Hijas Unidas de la Confederación rechaza esta medida y recuerda que Baltimore debería tener otras prioridades. “Me parece curioso que tengan dinero para quitar estatuas cuando hay problemas con el crimen y las escuelas”, argumenta esta entidad.
No obstante, el Ayuntamiento tiene respuesta. La alcaldesa arguye que en sus primeros meses de gobierno se ha centrado en mejorar la seguridad, el departamento de justicia y encontrar más fondos para el sistema escolar, por lo que ahora toca poner la lupa en otros asuntos, como el de los monumentos.
Maryland es uno de esos estados fronterizos, donde comienza el Sur. De hecho, la comisión de expertos municipal observó que cerca de 65.000 habitantes de la época lucharon del lado de la Unión, mientras que otros 22.000 se alinearon con la Confederación. Pese a la diferencia y a la victoria del Norte, apenas hay monumento dedicados al ejército vencedor en aquella contienda.
No obstante, en este territorio ya no está permitido usar la bandera confederada en las matrículas de los coches y se ha cambiado nombres de espacios públicos y parques para dejar de rendir tributo a figuras confederadas.
La situación se repite si continuamos recorriendo los EEUU hacia el sur. El estado de Misisipi es el último que incluye la ‘Navy Jack’ de la Confederación -la cruz sureña- en su bandera, lo que no deja de generar polémicas y choques entre defensores y detractores de este símbolo.
El más reciente en Biloxi, una localidad turística de dicho estado, donde su alcalde ha ordenado retirar dicho emblema de los edificios municipales para evitar que los visitantes se sientan incómodos, desatando las críticas de un grupo de ciudadanos locales, que celebran una vigilia de protesta casi diaria frente al ayuntamiento, sosteniendo que ese símbolo no está relacionado con la esclavitud sino que forma parte de la historia local.
La bandera, pese a todo, es legal y oficial. Los electores de Misisipi decidieron mantenerla en una consulta celebrada en 2001, aunque los recientes acontecimientos de tinte racial que ha padecido EEUU en los últimos años han reavivado el debate sobre la necesidad de cambiar la enseña.
De momento, muchas ciudades -con gobiernos de toda tendencia política- y las ocho universidades públicas han actuado por su cuenta y no izan la bandera desde que se produjo el ya mencionado crimen racista de 2015.
Denunciar la bandera por ansiedad
La batalla para los detractores de estos símbolos no se presenta sencilla ni fácil, ni siquiera en los tribunales. De hecho, una corte de apelaciones federal ha rechazado una demanda contra Misisipi por el uso de la citada bandera, después de que un residente afroamericano denunciara que el uso del símbolo confederado equivalía a la discriminación racial. Pero el Tribunal de Apelaciones del V Circuito determinó que cualquier daño emocional causado por este emblema no da motivos para reclamar judicialmente, según recoge la NPR.
El demandante es un abogado negro que dijo que el uso de esta enseña "dolorosa, amenazante y ofensiva" le hizo sentir como un ciudadano de segunda clase, ya que tenía que verla frecuentemente en el tribunal donde trabaja. Alegó tanto daños emocionales como físicos, incluyendo la presión arterial alta y la ansiedad.
Los jueces rechazaron tanto esta demanda como otra que elevó en nombre de su hija, en la que argumentaba que en la escuela se obliga por ley a respetar y prometer lealtad a dicho símbolo. La Justicia, por el momento, no le da la razón.