Nicolás Maduro puso en marcha los CLAP -Comité Local de Abastecimiento y Producción- con la excusa de derrotar a la "guerra económica" que -según ha denunciado- sufre Venezuela fruto de la presión de la comunidad internacional.
Era abril de 2016 cuando el presidente venezolano anunciaba la creación de esta suerte de cartilla de racionamiento que pretende cubrir las necesidades básicas del país, que sufre una severa crisis de abastecimiento. "Vamos a una revolución del sistema distributivo, que es donde tenemos penetrado el capitalismo parasitario, especulador y criminal", defendía el mandatario.
Más de un año después de estas palabras, las colas en las tiendas y las manifestaciones en las que el pueblo reclama a gritos comida siguen formando parte del paisaje habitual. Los CLAP siguen en funcionamiento y, además de alimentos básicos, han diversificado su gama de artículos y ahora también se distribuyen cajas con los productos básicos de limpieza.
Los trabajadores de una institución pública han sido los primeros en estrenar este kit de higiene bolivariano. Según informa El Nacional, los consumidores se han sorprendido porque en el catálogo de productos que contiene esta caja no hay ninguno "hecho en casa".
El papel higiénico es de la marca Confort, de México, las pastillas de jabón son de Americano, las maquinillas de afeitar están fabricadas en Panamá y el desodorante femenino, marca Nu Pore, viene directo desde EEUU... Para mayor contradicción, todo viene empaquetado en una caja de cartón que luce el eslogan de los CLAP: "Gran misión de abastecimiento soberano y seguro".
El diario venezolano recuerda que el presidente Maduro había adelantado hace unos meses que la distribución de estos kits de higiene y limpieza formaban parte del proceso de "expansión" del programa CLAP para fomentar la "producción local, regional y nacional con las importaciones".
¿Qué son y cómo funcionan los CLAP?
Al margen de abastecer a los venezolanos, la primera y, quizá, más importante misión de los CLAP es establecer un censo de población de cada localidad. En este registro se controla dónde vive una familia, cuántos miembros la forman y cuáles son sus necesidades.
Los miembros de cada comité son los encargados de distribuir los alimentos, bien casa por casa u organizando jornadas de reparto por zonas. Los beneficiarios de este peculiar sistema no pueden decidir qué va en cada uno de los paquetes que reciben y tampoco saben cada cuánto podrán tener acceso a este servicio.
En teoría, el reparto de productos se hace sin distinción alguna de la afiliación o simpatía política de cada beneficiario. Pero los críticos no creen en la absoluta igualdad de este sistema. El diputado opositor Stalin González considera que los CLAP han acabado por convertirse en "una forma de discriminación".
"Si llega comida para todos, bien. Pero a veces hay que priorizar. No voy a dejar de darle a un revolucionario para entregarle a alguien que luego va a estar hablando pestes del Gobierno", confesaba un integrante de los CLAP a El Nacional.
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