La unidad SWAT de la policía nacional de Haití y la policía de Kenia patrullan por las calles de Puerto Príncipe.

La unidad SWAT de la policía nacional de Haití y la policía de Kenia patrullan por las calles de Puerto Príncipe. Reuters

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La misión de paz de Kenia se 'estrella' en una Haití devorada por la violencia: apenas 400 policías frente a 200 pandillas

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La brutal matanza el pasado 9 de diciembre de casi 200 personas, en su mayoría ancianos, en uno de los barrios más pobres de Puerto Príncipe puso de manifiesto el grado del control que ejercen las bandas armadas en Haití, un país consumido por una violencia en aumento, donde la práctica ausencia del Estado deja a los ciudadanos expuestos a los ataques, agresiones sexuales y masacres de pandillas que implantan impunemente su régimen de terror. 

La crisis de inseguridad ha obligado al Gobierno a decretar el pasado domingo el estado de emergencia en todo el territorio nacional por un mes. Ni siquiera el despliegue a finales de junio de la Misión Multinacional de Apoyo a la Seguridad (MSS), dirigida por Kenia y respaldada por Naciones Unidas y la Administración Biden, ha logrado cambiar el infierno en la Tierra en que se ha convertido Haití en los últimos años.

Nacido bajo la premisa de "aplastar a las pandillas criminales", como anunció el presidente de Kenia William Ruto, el contingente multinacional 'agoniza' ante la falta de recursos. De los 2.500 efectivos procedentes de las policías de hasta siete países comprometidos sólo han sido desplegados 400 agentes procedentes de Kenia. Pese a ello, estos hombres se han convertido en el único dique que ha impedido, hasta el momento, que las bandas armadas se hagan con el poder en el país caribeño.

Los expertos calculan que en el país caribeño operan hasta 200 pandillas, de las cuales la mitad están instaladas en la capital. Estas bandas están integradas desde grupos con unas pocas decenas de jóvenes con pistolas compartidas hasta verdaderos 'ejércitos' de 1.500 hombres armados, entrenados militarmente y con sueldos semanales que forman parte de organizaciones jerarquizadas.

En un país sin oportunidades de ningún tipo, las pandillas representan una tentadora forma de ganarse la vida para muchos jóvenes de barrios marginales y empobrecidos de la capital. Formar parte de ellas también es una cuestión de supervivencia, ya que es una garantía de cierta protección en uno de los países más peligrosos del mundo. Muchas de estas pandillas, incluso, no tienen ningún pudor en reclutar niños a partir de 9 años. Según UNICEF, el número de menores reclutados por las bandas ha aumentado un 70% en el último año.

Estas bandas armadas, que en ocasiones colaboran pero en la mayoría son rivales por un mismo mercado, a menudo están alineadas con empresarios y políticos, que les pagan por labores desde seguridad hasta transporte de cargamentos o incluso por reunir manifestantes o influir en procesos electorales. 

Radiografía de la violencia en Haití

Haití, instalado en una inestabilidad política crónica, se ha visto envuelto en una espiral de violencia desde el asesinato el 7 de julio del 2021 del entonces presidente Jovenel Moïse. Aquella madrugada, un comando armado asaltó el palacio presidencial acabando con la vida a tiros del mandatario mientras descansaba en su cama junto a su esposa, que también resultó herida en el ataque.

El magnicidio desencadenó una imparable ola de violencia. Desde entonces, las bandas armadas han tomado el control de grandes zonas del país. Se calcula que el 85% de la capital está bajo dominio de pandillas, donde cerraron el aeropuerto y saquearon puertos marítimos, edificios públicos, comisarías y tiendas.

Las pandillas asaltaron además este año las dos mayores prisiones del país, liberando a más de 4.500 reclusos y bloquean la mayor parte de las carreteras, lo que les permite controlar el suministro de alimentos básicos y otros bienes de primera necesidad. 

Como siempre, la mayor víctima de esta violencia desmedida es la población civil, atrapada entre el fuego de bandas armadas que compiten entre sí y sometida a un 'asedio' perpetuo. La inseguridad alimentaria se ha disparado de manera imparable en Haití en los últimos años, con una prevalencia que pasó del 35 % en 2019 al 48 % en 2024, el nivel más alto desde el terremoto de 2010, según datos del Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas.

Oficiales de policía kenianos patrullan como parte de una misión de mantenimiento de la paz en Puerto Príncipe, Haití.

Oficiales de policía kenianos patrullan como parte de una misión de mantenimiento de la paz en Puerto Príncipe, Haití. Reuters

Además, más de 700.000 personas, la mitad de ellas niños, se han visto obligadas a huir de sus hogares debido a la violencia infligida por las bandas, según la Organización Internacional para las Migraciones. Y es que las bandas imponen su dominio atemorizando a la población civil mediante asesinatos, secuestros y violencia sexual.

Las cifras son escalofriantes. Sólo en los primeros nueve meses de este año, la violencia de las bandas armadas ha dejado 5.000 muertos en el país, según cifras de la ONU, que se suman a los 8.000 fallecidos del año pasado.

La misión keniana, 'herida' desde su despliegue

Para tratar de revertir esta situación y evitar el colapso total del Estado, el Consejo de Seguridad de la ONU autorizó el establecimiento de una Misión Multinacional de Apoyo a la Seguridad en octubre de 2023.

La Administración Biden accedió a financiar la mayor parte del despliegue de 2.500 agentes, procedentes principalmente de Kenia, el país que primero respondió a la desesperada petición de ayuda a la comunidad internacional lanzado por el entonces primer ministro haitiano Ariel Henry, así como de otros seis países.

Un policía keniano patrulla en Puerto Príncipe, Haití, el 3 de octubre de 2024.

Un policía keniano patrulla en Puerto Príncipe, Haití, el 3 de octubre de 2024. Reuters

Tras varios retrasos, motivados por recursos en los tribunales, Kenia desplegó el pasado junio 400 policías en Haití como primera avanzadilla de los 1.000 hombres previstos. 

Seis meses después sigue sin materializarse lo prometido, ni Kenia ha mandado ni uno sólo de los 600 efectivos que le quedan, ni las otras seis naciones han completado los 1.500 agentes restantes.

Mientras la ayuda militar sigue materializarse, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas prorrogó el mes pasado por un año la misión, pero sin pedir que se transforme en una fuerza de mantenimiento de la paz de la ONU como pide Puerto Príncipe.