Lo que hasta el fin de semana era una teoría conspiranoica se ha transformado en un verdadero problema para la candidata demócrata a la Casa Blanca, Hillary Clinton, cuando faltan menos de dos meses para que los estadounidenses elijan a su nuevo presidente.

La ex secretaria de Estado ha reconocido padecer neumonía después de que el domingo tuviera que abandonar una ceremonia para honrar a las víctimas del 11-S en Nueva York visiblemente mareada.

La demócrata, de 68 años, se ha visto obligada a paralizar su campaña, si bien un portavoz ha afirmado que la candidata espera regresar al ruedo en cuestión de días. Pero aparte de dejar vía libre a Donald Trump a dos semanas del primer debate presidencial, este episodio otorga legitimidad a las alegaciones de su adversario, que lleva semanas cuestionando que Clinton posea la capacidad física necesaria para dirigir Estados Unidos.

“Esto puede afectar a las elecciones si no se recupera pronto de la neumonía y vuelve a hacer campaña. Necesita hacer una campaña visible para que los votantes acudan a las urnas, sobre todo en los estados competitivos”, asegura Robert Y. Shapiro, profesor de Ciencias Políticas en la neoyorquina Universidad de Columbia. “Además, si aparenta no estar bien físicamente confirmará lo que Trump ha dicho sobre que no es una candidata con energía y esto puede generar preguntas sobre problemas de salud previos y sobre para qué se medica ahora”.

Subiéndose a una ola de rumores en internet sobre la salud de la demócrata, Trump ha atacado reiteradamente a Clinton en las últimas semanas al asegurar, por ejemplo, que “no tiene la resistencia física para enfrentarse al Estado Islámico”. A finales del mes pasado, la retó a hacer público un informe médico exhaustivo. “Creo que ambos candidatos, 'Corrupta Hillary' y yo, deberíamos publicar informes médicos detallados. ¡No tengo ningún problema en hacerlo! ¿[Tú,] Hillary?”, tuiteó.

Este lunes, sin embargo, el comportamiento del republicano fue un tanto diferente. En declaraciones a la cadena conservadora Fox News, Trump le deseó una rápida recuperación. “Algo sucede, pero espero que se ponga bien y vuelva a la competición y la veremos en el debate [del día 26]”, dijo el magnate de 70 años, quien anunció que pronto presentaría datos “muy, muy específicos” sobre su propio estado de salud.

“La prensa va a estar siguiendo esto y Trump no necesita decir nada al respecto, ya que el asunto hablará por sí solo. Todo el mundo va a observarla muy de cerca con vistas al primer debate en dos semanas”, opina Shapiro, el experto de la Universidad de Columbia.

Pero si el incidente no ha ayudado a pintar a Clinton como una candidata capaz de cargar con el peso de un país durante los próximos cuatro años, tampoco ha contribuido a mejorar la impresión de opacidad que rodea su figura.

“Mirando hacia atrás, creo que podríamos haberlo gestionado mejor en lo que se refiere a proporcionar más información más rápido”, aseguró Brian Fallon, portavoz de la candidata, a la cadena MSNBC. “La culpa es del equipo, es nuestra, y nos arrepentimos de ello”. Fallon prometió que la candidata divulgaría más información sobre su salud en los próximos días y aseveró que “no hay ninguna otra enfermedad por desvelar”.

FALTA DE TRANSPARENCIA

Hace un año, la médico personal de la candidata redactó una carta de dos páginas donde describía a Clinton como una “mujer sana”. En ella, Bardack afirmaba que la aspirante padecía hipotiroidismo y alergia al polen. También resaltaba en su historial médico una trombosis venosa profunda en 1998 y 2009, una fractura en el codo en 2009 y un traumatismo en la cabeza en 2012, incidente que dio mucho que hablar en su momento. Según la carta, Clinton sufrió un coágulo y visión doble durante unos meses a raíz del golpe.

El documento es mucho más detallado que el proporcionado por Trump el pasado diciembre. Su médico, Harold Bornstein, elaboró una escueta carta donde afirmaba que el republicano gozaba de una “fuerza física y energía extraordinarias” y que, si vence en las urnas, “será la persona más sana que jamás haya sido elegida a la presidencia”. También decía que todos los resultados médicos de Trump eran positivos, dando a entender -sin querer- que el candidato sufría una plétora de dolencias.

Los certificados de Trump y Clinton divulgados el año pasado.

De salir elegidos, Trump y Clinton serían respectivamente la persona más anciana y la segunda más mayor en ocupar la presidencia, según The Washington Post.

“Ella tiene que hacer que su médico publique su historial médico para demostrar que todo está bien -si es posible, porque tal vez no todo esté bien-, arrojar tanta luz, tanta transparencia como le sea posible”, afirma Tomas Whalen, experto en política estadounidense y profesor en la Universidad de Boston. “Como mínimo, esto ha reforzado la narrativa política de que es deshonesta”.

UN PROBLEMA DE CONFIANZA

Muchos norteamericanos no ven a Clinton como una persona en la que se pueda confiar, según las encuestas. Un sondeo a escala nacional divulgado la semana pasada por CNN mostraba que sólo un 35% de los encuestados opinaban que es una política honesta. Whalen resalta, con todo, que muchos ciudadanos tampoco se fían de Trump, quien ha subido en las encuestas tras un desastroso agosto.

“Los estadounidenses quieren más transparencia”, dice el analista. “Y lo que yo propondría es una reforma, que los candidatos finalistas a la Casa Blanca se presentaran ante un panel independiente de expertos en salud que los examinaran”.

La salud y condición física de los aspirantes a la Casa Blanca ha sido un constante motivo de preocupación en la política estadounidense. Algunos intentaron ocultar sus dolencias a los electores. Por ejemplo, en los años 20, Calvin Coolidge ocultó una depresión. Franklin D. Roosevelt padecía una seria dolencia cardíaca que ocultó a los ciudadanos cuando se presentó por cuarta vez para dirigir el país.

"Si los votantes hubiesen conocido el estado de su salud en las elecciones de 1944", señala Whalen, "probablemente no le hubieran votado".

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