*Este lunes EL ESPAÑOL comienza una miniserie sobre cómo serán "los EEUU de Donald Trump" en los días previos a su toma de posesión este viernes 20 de enero con un capítulo diario. El de este lunes, versa sobre los derechos humanos en manos del republicano.
El 2 de diciembre, el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, y el mandatario filipino, Rodrigo Duterte, mantuvieron una conversación telefónica. Aparte de las felicitaciones, también hablaron de la política más polémica del presidente de Filipinas: una campaña de ejecuciones extrajudiciales para combatir el narcotráfico que se ha cobrado miles de vidas en sólo medio año que lleva en el poder.
Tras la conversación, Duterte dijo que el estadounidense le había deseado buena suerte en su esfuerzo y que estaba haciendo las cosas “de la manera correcta”. El pasado miércoles, el futuro secretario de Estado de EEUU, el empresario vinculado a Rusia Rex Tillerson, se negó a condenar la brutal campaña antidrogas del filipino.
A cuatro días del inicio de la era Trump, activistas y organizaciones se muestran intranquilos por lo que la nueva Administración estadounidense puede significar para los derechos humanos en casa y el exterior.
“La elección de Donald Trump como presidente culminó una campaña marcada por una retórica misógina, xenófoba y racista y el anuncio, por parte de Trump, de políticas que causarían enormes perjuicios a comunidades vulnerables, contravendrían las obligaciones fundamentales de derechos humanos asumidas por Estados Unidos, o bien tendrían ambos efectos”, reza un informe publicado el pasado jueves por Human Rights Watch (HRW) que alerta del peligro del auge de los populismos.
Poco después del triunfo electoral del magnate convertido a político, el director ejecutivo de esta ONG, Kenneth Roth, escribió una carta al próximo mandatario advirtiéndole de que “como presidente, tendrá la tremenda responsabilidad de evitar la consecución de promesas y propuestas peligrosas realizadas durante la campaña”. “Un primer paso sería apartarse de dichas propuestas de manera unívoca, condenar la retórica discriminatoria”, recomendaba, “comprometerse a respetar las obligaciones de Estados Unidos conforme a la legislación humanitaria internacional”.
Son preocupaciones y demandas que resuenan en la comunidad de defensa de los derechos fundamentales. “Que el presidente electo de uno de los países más poderosos del mundo presentara un programa político que celebra el odio multiplica los desafíos para los activistas por los derechos humanos”, escribió el secretario general de Amnistía Internacional (AI), Salil Shetty, tras los comicios.
En el curso de la contienda electoral, el entonces aspirante republicano, que quiere mantener Guantánamo en funcionamiento, defendió el uso de la tortura para extraer información sobre posibles conspiraciones terroristas. “Si se pudiesen ampliar las leyes, haría mucho más que waterboarding”, dijo en televisión tras los atentados de Bruselas sobre la prohibida técnica de asfixia por ahogamiento. En una entrevista con el New York Times tras los comicios, sin embargo, sugirió que tal vez la tortura no fuera un instrumento de interrogatorio tan útil.
Cuestionado por el Senado este jueves, el fichaje de Trump para capitanear la CIA, el congresista Mike Pompeo, que debe recibir el visto bueno de los legisladores como el resto del gabinete propuesto, descartó que el futuro presidente vaya a recurrir a la tortura para conseguir información.
“Si se lo ordenara el presidente, ¿obederecía?”, le inquirió una senadora. “En absoluto”, respondió el interpelado, pese a que en su momento defendió el antiguo programa de interrogación forzada de la agencia de inteligencia. “No puedo imaginarme al presidente pidiéndomelo”, prosiguió Pompeo, que se distanció de las declaraciones del mandatario electo siguiendo el ejemplo de otros fichajes controvertidos de la nueva Administración en sus comparecencias ante el Senado.
Si el presidente lleva adelante alguna de esas propuestas, nosotros haremos todo lo que esté en nuestra mano, incluso ir a los tribunales
“En base a las propuestas y declaraciones que se hicieron durante la campaña presidencial, la [situación] de los derechos humanos durante la Administración Trump resulta muy preocupante”, afirma a EL ESPAÑOL Jamil Dakwar, director del programa de derechos humanos de la histórica organización por las libertades civiles American Civil Liberties Union (ACLU). “Articuló escasos detalles sobre lo que pretende hacer exactamente, pero ofreció unas ideas generales que son muy peligrosas”.
Dakwar da el beneficio de la duda a los miembros del Ejecutivo propuesto que, como Mike Pompeo, han prometido respetar la ley y asumido posiciones más moderadas ante el Congreso. “Eso no significa que nosotros nos vayamos a quedar sentados o que tengamos la seguridad de que el presidente Trump no contemple otras medidas que podrían violar la Constitución”, asegura. Y envía un aviso: “Si el presidente lleva adelante alguna de esas propuestas, nosotros, como la ACLU, haremos todo lo que esté en nuestra mano, incluso ir a los tribunales”.
Margaret Huang, directora ejecutiva de Amnistía Internacional EEUU, también destaca que el Ejecutivo propuesto por Trump se haya opuesto a la tortura ante el Senado, pero sostiene que ese compromiso debe cumplirse. Aun así, se declara “muy preocupada” ante el posible equipo de Gobierno de Trump y destaca la negativa del que sería nuevo titular de Exteriores, Rex Tillerson, de condenar abusos en Filipinas y Siria.
“En general, estamos seriamente preocupados por los derechos humanos en la Administración Trump”, afirma en declaraciones escritas a este diario. “Esperemos que, como presidente, Trump abandone la retórica de campaña y entienda que le corresponde defender las obligaciones de EEUU en materia de derechos humanos”.
LAS MINORÍAS EN EL PUNTO DE MIRA
Tras el atentado en San Bernardino (California) de diciembre de 2015, el magnate inmobiliario propuso prohibir la entrada de musulmanes a Estados Unidos como medida preventiva. Más tarde incluiría en su programa una propuesta para interrumpir temporalmente la expedición de visados a ciertos países. Durante la campaña, también sugirió crear un registro o base de datos de musulmanes en EEUU -no está claro si lo apoya en este momento- y como mandatario electo ha escogido como consejero de seguridad nacional a un exgeneral acusado de islamofobia.
Una de las propuestas estrella de Trump es erigir un muro -“no una valla”- en la frontera con México, medida que volvió a defender el miércoles en su primera rueda de prensa como presidente electo. Trump también se ha propuesto deportar a millones de inmigrantes indocumentados. Aunque en un primer momento hablaba de expulsar a los 11 millones que viven en Estados Unidos, tras las elecciones dijo a la CBS que echaría inmediatamente a unos dos-tres millones con “historial delictivo” y “asegurar(ía) la frontera”.
Esperemos que, como presidente, Trump abandone la retórica de campaña y entienda que le corresponde defender las obligaciones de EEUU en derechos humanos
La posibilidad de expulsiones masivas inquieta a los activistas. También la situación de los refugiados, ya que ha el presidente electo ha amenazado con congelar la acogida de solicitantes sirios.
Otra cuestión espinosa es cómo traducirá Trump su promesa de ser el presidente de “la ley y el orden” a la práctica en un país donde la violencia policial y la tensión racial son constantes. En diversas ocasiones, Trump ha respaldado que los policías discriminen en base a estereotipos y patrones, lo que se denomina profiling. “En Israel lo hacen y han hecho un trabajo increíble”, dijo en septiembre en televisión. También ha apoyado que los agentes paren activamente a los viandantes para registrarlos, una práctica conocida como stop-and-frisk que suele afectar, sobre todo, a las minorías. Asimismo, Trump ha propuesto para fiscal general del Estado al senador Jeff Sessions, que ha afrontado acusaciones de racismo en su carrera y ha sido descrito como “el peor enemigo de la amnistía” para los inmigrantes indocumentados.
INQUIETUD EN CASA Y EL EXTRANJERO
Las palabras de Trump también han levantado ampollas entre las mujeres y la comunidad LGTB (lesbiana, gay, transexual y bisexual). Durante la campaña, Trump reclamó que las mujeres que abortan deben sufrir “algún tipo de castigo”, aunque ha intentado alejarse de sus palabras después. En la antesala de las elecciones envió una carta a líderes del movimiento antiabortista en la que se comprometía a llenar la vacante en la Corte Suprema con un magistrado “provida”, limitar el aborto y cortar la financiación a Planned Parenthood, una organización nacional de planificación familiar que ayuda -entre otros asuntos- a las mujeres a interrumpir su embarazo.
Con respecto a los derechos de la comunidad LGTB, Trump ha expresado visiones contradictorias o que generan confusión. Pese a haber reclamado que está a favor del “matrimonio tradicional”, al poco de ser elegido dijo que el matrimonio gay es una cuestión “zanjada” por la Corte Suprema. Pero Sessions, su elección para liderar el Departamento de Justicia, se ha opuesto a la igualdad de las uniones homosexuales. Y el vicepresidente electo, Mike Pence, aprobó como gobernador de Indiana una ley de libertad religiosa que tuvo que acabar remendando ante el temor de que permitiera que se negasen servicios a homosexuales, así como una norma que prohibía el aborto en caso de discapacidad del feto.
Si Donald Trump es elegido en base a lo que ha dicho -y a no ser que cambie- creo sin duda que sería peligroso desde el punto de vista internacional
A nivel mundial, Trump también puede suponer una amenaza para los derechos humanos. Así lo argumentó el Washington Post en un editorial. Amnistía Internacional afirmaba en noviembre que la victoria del republicano “sin duda fortalecerá a líderes a lo largo del mundo que recurren al miedo”. Trump ha prometido mejorar las relaciones con Rusia, lo que en Siria podría significar la perpetuación en el poder de Bashar al Asad, de acuerdo a un antiguo asesor del ministerio de Exteriores estadounidense. Y no ayuda a su imagen que el presidente egipcio Al Sisi fuera el primer líder extranjero en hablar con el presidente electo.
Antes de que el magnate saliera electo, el alto comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Zeid Ra’ad al Hussein, afirmó que el republicano podía suponer un riesgo: “Si Donald Trump es elegido en base a lo que ha dicho -y a no ser que cambie- creo sin duda que sería peligroso desde el punto de vista internacional”.