Siendo la mujer más poderosa de la actual Administración Trump, probablemente pasará a la historia por sus futuras hazañas en la gestión política, aunque en el corto plazo, y de momento, se la recordará por haber intentado domar al lenguaraz magnate durante la campaña y por haber acuñado la expresión “hechos alternativos” para definir las mentiras lanzadas por el portavoz de la Casa Blanca durante las primeras 24 horas del nuevo gobierno. En un terreno algo más frívolo, tardará en olvidarse el revuelo que levantó en las redes sociales el poco convencional -y muy caro- vestido que escogió para el día de la investidura. Pero Kellyanne Conway es mucho más que eso.
Ahí donde la ven, es una de las pocas mujeres que, habiendo hecho sus pinitos en certámenes de belleza, se atrevió a darle calabazas a Donald Trump, en el terreno profesional. Republicana hasta la médula, a pesar de haber mantenido posiciones liberales en asuntos como la inmigración y el papel de la mujer a lo largo de su carrera, hoy por hoy se ha convertido en el rostro más popular y políticamente menos incorrecto del nuevo equipo presidencial, en parte gracias a sus innumerables apariciones en la televisión -más de 1.200 a lo largo de su vida- y, no se puede negar, a su desternillante avatar en Saturday Night Live, encarnado por la actriz Kate McKinnon (la misma que interpretaba a Hillaty), que promete regalar a la audiencia estadounidense noches de gloria durante los próximos años.
No obstante, la historia de Kellyanne Conway da para mucho más que para retratar una caricatura cómica. En su trayectoria, brillante en lo académico y a veces dramático en lo personal, encontramos episodios que darían para un libro y que revelan facetas inimaginables, como el hecho de que entre sus logros está el haberse alzado campeona en un concurso de belleza y en certámenes de recolección de arándanos. Criada por mujeres en una casa sin padre, actualmente, a sus 50 años recién cumplidos, compagina su puesto de asesora de Donald Trump con el cuidado de sus cuatro hijos.
CURTIDA COMO RECOLECTORA DE ARÁNDANOS
La vida de la protagonista de esta historia arranca en el sur del estado de Nueva Jersey, en el pueblo de Atco. Es una zona agrícola a pocos kilómetros de Atlantic City, ciudad de casinos, donde -por cierto- el emporio empresarial Trump contaba con varios negocios y hoteles. En el año 2008, cuando ya era conocida en el ambiente político de EEUU, sobre todo en el republicano, Conway concedió una entrevista al medio conservador NewsMax, donde hablaba con libertad sobre su pasado, antes de imaginarse de que acabaría trabajando en la Casa Blanca.
En esta charla, la que ahora es la mujer más poderosa de la Administración Trump reconocía haber ganado con 16 años el desfile de Princesa del Arándano de Nueva Jersey de 1982, aunque se mostraba más orgullosa del título que consiguió en 1987, de campeona mundial de recolección de esta fruta. No en vano, desde los 12 años había estado empaquetando estas bayas en una granja y era conocida como la envasadora más rápida de la costa Este.
Sobre aquella experiencia, en una conversación con el medio local NJ Advance Media, dijo que trabajar con cajas de arándanos la inspiró para convertirse en una emprendedora. "Cuanto más rápido ibas, más dinero ganabas. Todo lo que aprendí sobre la vida y los negocios comenzó en esa granja".
Al igual que ocurre con su jefe, el nuevo presidente de los EEUU, las raíces de Conway provienen de la inmigración europea. Su padre, de origen irlandés, era dueño de una pequeña empresa de camiones, y su madre, italiana, trabajaba en un banco. Se divorciaron cuando ella tenía 3 años. "Crecí en una casa con mi mamá y su madre, y dos de sus hermanas solteras", confesaba en aquella entrevista. "Así que cuatro mujeres católicas italianas me criaron en una casa donde nunca hubo una sola discusión política”.
Aquel hogar “donde la familia, la fe y la autosuficiencia eran los valores principales” forjaron su personalidad conservadora. “No nos animaron ni nos permitieron quejarnos o hablar de lo que no teníamos", relataba. En aquellos años, cuando terminaba la escuela secundaria, vio en televisión las convenciones políticas para la nominación de candidatos.
"Pensé que iba a tener mucha coincidencia con Geraldine Ferraro -primera mujer candidata a vicepresidenta en EEUU por los demócratas en 1984-, pero me encontré mucho más fascinada y de acuerdo con lo que Ronald Reagan y la convención republicana decían. Sus mensajes eran optimistas, sensatos y realistas", afirmaba entonces. Curiosamente Ferraro, un referente político para muchas mujeres que falleció en 2011, apoyó a Hillary Clinton en la carrera por la nominación demócrata en 2008.
ASESORA DE MICROSOFT Y ABC NEW
Dejando atrás los concursos de arándanos y la semiclausura a lo Bernarda Alba, su carrera despegó tras mudarse a la capital del país. En 1989, Conway se graduó cum laude en Ciencias Políticas en el Trinity College de Washington DC, para luego estudiar en la Universidad de Oxford. Fue miembro de la conocida hermandad estudiantil Phi Beta Kappa y más tarde obtuvo una licenciatura en Derecho por la facultad de Derecho de la Universidad George Washington.
Después de practicar la abogacía, comenzó su carrera en el Wirthlin Group, una organización dedicada a las encuestas del Partido Republicano, donde trabajó para Ronald Reagan. Fundó su propia compañía en 1995, The Polling Company / WomanTrend, una firma de consultoría especializada en investigación de mercado. Entre sus clientes estaban Microsoft, ABC News, American Express, la Asociación Nacional del Rifle y la Liga Profesional de Béisbol.
Nunca deja que la ideología se interponga en una estrategia política inteligente
Su profesionalidad y capacidad a la hora de interpretar datos le granjeó elogios entre sus clientes, además de buena reputación en el partido. Un ejemplo lo encontramos en 1999, con Conway ya de vuelta en Nueva Jersey. Ella se encontraba trabajando en la campaña de reelección de un cargo ejecutivo local, al que aspiraba Robert Prunetti, que posteriormente destacó de ella su capacidad de trabajo. "Pensé que era absolutamente brillante. Ve los datos, los entiende, sabe lo que tiene que hacer para llegar a ese distrito electoral y nunca deja que la ideología se interponga en una estrategia política inteligente".
Su fama fue creciendo dentro del Partido Republicano y se convirtió en una referencia para sus líderes, hasta el punto de que empezó a protagonizar frecuentes apariciones en televisión, donde demostraba su buena técnica a la hora de encarar entrevistas en este medio, tal y como ocurre en la actualidad. Durante la presidencia de Bill Clinton fue una de las voces críticas hacia la política del presidente demócrata en numerosas tertulias. Sería precisamente esta faceta mediática la que le acabaría abriendo las puertas del Despacho Oval.
LA INQUILINA DE TRUMP QUE LE DIO CALABAZAS LABORALES
Conoció a Trump en 2006, cuando vivía en uno de sus edificios, narró ella misma a The Washington Post. Ella colaboraba en la junta de la comunidad de la Trump World Tower en Manhattan y el magnate aparecía de vez en cuando en estas reuniones para escuchar las preocupaciones de los residentes, algo que le pareció muy positivo. Con el tiempo, el empresario llamó a Conway para decirle que la había visto en la CNN y pedirle su opinión sobre un asunto.
La relación se fue afianzando hasta que la pareja se reunió de nuevo en marzo de 2015 para discutir la candidatura presidencial del magnate. Aquí fue donde Trump por primera vez le ofreció un trabajo en su campaña. Y Conway, esa chica conservadora que un día se alzó con el título de Princesa del Arándano, entró a formar parte del grupo de mujeres que en algún momento le dijo a Trump que no. Declinó el ofrecimiento, ya que temía que aquella asociación no fuera bien entendida por el público y su clientela, especialmente en un momento en que la nominación del millonario no era tomada -todavía- en serio por los medios estadounidenses. Su temor era que la gente no comprendiera su papel y que se pensara que sólo estaba allí para asesorarle sobre cómo conquistar el voto femenino.
Poco después se vería que Conway no tenía demasiada confianza en las posibilidades del millonario. Quedó en evidencia cuando apostó por uno de sus rivales, el senador de Texas Ted Cruz, sumándose a su equipo de campaña. Cuando este republicano se retiró de la carrera, Trump volvió a llamarla. Y esta vez, ella le dijo que sí.
Ha sido una estratega y asesora de confianza que ha desempeñado un papel crucial en mi victoria
Kellyanne Conway fue nombrada gerente de la campaña de Donald Trump el 17 de agosto de 2016, convirtiéndola en la primera mujer en dirigir una campaña presidencial republicana. Viajó por todo el país con él durante todo ese periodo, apareciendo frecuentemente en la televisión para hablar en su nombre. La prensa solía mofarse de su papel de domadora de fieras, ridiculizando a veces sus intentos por hacer pasar al excéntrico aspirante por un político al uso. El resultado de su trabajo es conocido por todos. El magnate resultó elegido candidato republicano y venció, contra todo pronóstico, a Hillary Clinton. En recompensa por su labor, el pasado 22 de diciembre fue nombrada consejera del presidente de los EEUU.
"Kellyanne Conway ha sido una estratega y asesora de confianza que ha desempeñado un papel crucial en mi victoria. Ella es una defensora incansable y tenaz de mi agenda y tiene una visión increíble sobre cómo comunicar eficazmente nuestro mensaje. Me complace que ella sea parte de mi equipo mayor en el ala oeste de la Casa Blanca", destacó Trump en el comunicado que anunciaba la designación.
DEFENSORA DE INMIGRANTES
A pesar de la aparente cercanía entre ambos, las posiciones políticas de la mujer más poderosa del Ejecutivo estadounidense no siempre defendió los postulados de Trump. Un ejemplo es la cuestión migratoria. Aunque la campaña republicana fue decididamente anti-inmigración, Conway tenía una visión bastante diferente sobre este asunto. La CNN destapó en 2014 que trató de convencer a su partido para que abogara por una reforma migratoria integral y un estatus legal para los trabajadores indocumentados. También fue coautora de un memorándum para una organización de inmigrantes que defendía los beneficios de la regularización de millones de trabajadores indocumentados.
Podríamos encontrar también varios epidodios feministas en su trayectoria. Fue coautora junto a una demócrata de un libro titulado ‘Lo que las mujeres realmente quieren’ en el que defendía la capacidad de las ciudadanas estadounidenses para superar las barreras que se encuentran en su vida.
Tampoco ha dudado en enfrentarse incluso con republicanos consagrados para denunciar ataques misóginos. Le sucedió con Mitt Romney, al que ella hace cuatro años apoyó activamente como candidato presidencial, asesorándole y donando dinero. Conway recibió por Twitter ataques del entorno de Rommey por respaldar a Trump, señalando entre otras cosas que se pasaba la vida en los platós de televisión en lugar de ocuparse de la campaña. Ella no dudó en calificar de “sexistas” estos comentarios “por sugerir que no puedo hacer el trabajo de un responsable de campaña e ir a la televisión. ¿Y si pudiera hacer todo?", recogió The New Yorker.
HUMORISTA EN UN 'CLUB DE LA COMEDIA'
Efectivamente, manejó la campaña y acudió a los programas que la invitaron, y todo mientras cuidaba de sus cuatro hijos, fruto de su matrimonio en 2001, a la edad de 34 años, con George Conway, un abogado de Nueva York. Antes de aquel enlace, Kellyanne se apellidaba Fitzpatrick y saltó a las páginas de algunas publicaciones no por su trabajo, sino por mantener una supuesta relación sentimental con el senador por Tennessee Fred Thompson, republicano y actor de algunas películas y series, como 'Ley y Orden', de acuerdo con New York Magazine.
También están apareciendo estas semanas vídeos de aquella etapa de su vida, en la que incluso participó en algún show del tipo ‘El club de la comedia’, haciendo chistes sobre políticos e incluso lanzándose a cantar. La revista Rolling Stone ha rescatado un vídeo de 1998 en la que se ve a la asesora presidencial, entonces con su apellido de soltera, en plena actuación.
En total, Conway dedicó a Washington 20 años de su carrera, viviendo entre la capital y Nueva York. Finalmente, ya casada, decidió regresar a su estado natal, a la ciudad de Alpine, en el condado de Bergen, uno de los más caros del país.
VUELVE A SER CHICA JERSEY
Según confesó al medio local de New Jersey citado anteriormente, escogió este enclave para que sus hijos -que asisten a las escuelas públicas de Alpine- pudieran disfrutar de la niñez que ella había tenido. De hecho, reside cerca de su madre y una de sus tías, que aún viven en el hogar donde la criaron. "Estoy muy agradecida y nostálgica por mi infancia en Nueva Jersey. Soy una chica Jersey... Fue muy importante para nosotros que nuestros hijos tuvieran esa experiencia en el sur del estado", expuso en esta entrevista.
El pasado fin de semana, en una de sus múltiples apariciones en televisión, se le ocurrió calificar como “hechos alternativos” varios hechos inciertos que el portavoz de la Casa Blanca había lanzado en su primera rueda de prensa. Aquella intervención le costó a Conway un aluvión de críticas, empezando por las del entrevistador, que se encargó de recordarle que “los hechos alternativos, no son hechos”. La asesora presidencial, por su rostro, no parecía satisfecha con aquella intervención.
Días después, cuando prometió el cargo en la Casa Blanca en presencia de Trump, éste le pidió que se acercase a él al acabar el acto. El momento fue retransmitido en directo por los medios de comunicación, por lo que se pudo apreciar que al rostro de Conway asomó un gesto de extrañeza ante la llamada del presidente. Cuando estuvo a su lado, él se limitó a plantarle un beso en la mejilla, un gesto de apoyo.