Era el evento del año para la derecha estadounidense. Otrora dominada por los acérrimos del libre mercado, en esta ocasión la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), celebrada la semana pasada, tuvo como protagonista una figura muy diferente del Partido Republicano: el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien faltó el año pasado a la cita cuando se postulaba a la Casa Blanca pero ha participado en anteriores ediciones.
Ante una multitud que se deshacía en aplausos, el magnate convertido a político aprovechó el estrado para golpear una vez más a los medios de comunicación. “Quiero que sepáis que estamos luchando contra las noticias falsas”, dijo el viernes utilizando un término con el que suele referirse a grandes cabeceras norteamericanas como el New York Times o CNN. “Son el enemigo del pueblo”.
El mandatario criticó a los medios por utilizar fuentes anónimas -un recurso para proteger a los informadores cuando temen represalias- acusándolos de inventárselas para favorecer unos intereses contrarios a los de la sociedad estadounidense. “Son personas muy deshonestas”, subrayó.
Sus palabras sirvieron a modo de preludio de lo que ocurriría ese mismo día. Apenas unas horas después del discurso, la Casa Blanca impedía el acceso a un encuentro con el secretario de prensa del presidente, Sean Spicer, a una larga lista medios que incluía cabeceras como el New York Times, Politico o la británica BBC, una maniobra que la ONG internacional Comité para la Protección de los Periodistas no tardó en denunciar.
La anécdota supone apenas un capítulo más en la cruzada que Trump emprende contra los medios de comunicación que considera deshonestos por publicar información que le perjudica, ofensiva que se ha recrudecido en los últimos días.
La disputa se remonta a la campaña electoral, pero desde la investidura la nueva Administración estadounidense ha volcado sus esfuerzos en atacar a la prensa. Al poco de ocupar el cargo, el estratega jefe de la Casa Blanca, Steve Bannon, se refirió a los medios como el “partido de la oposición” y el presidente se ha adueñado del término.
El sábado Trump anunció a través de Twitter que no participará en la Cena de Corresponsales de la Casa Blanca en abril, un popular evento al que acostumbra ir el presidente de Estados Unidos, como muestra de su enojo con el llamado cuarto poder. En respuesta, la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca, encargada de la gala, ha destacado que la cena busca celebrar la Primera Enmienda (que garantiza la libertad de expresión) y “el importante papel que juega la prensa independiente en una república sana”.
El domingo, el New York Times recibió otro dardo de Trump con motivo de los Oscar. El rotativo había preparado un anuncio televisivo titulado “La Verdad Es Dura” para ser emitido durante la gala, una oportunidad para el mandatario de ahondar en su relato de que el periódico neoyorquino cae en picado. “Por primera vez el decadente New York Times usará un anuncio (y uno malo) para ayudar a salvar su menguante reputación. ¡Intenta informar con veracidad y justicia!”, escribió.
Esa misma noche el mandatario evitó ver la televisión. Mientras en Los Ángeles la élite hollywoodiense hacía pitar los oídos a Trump en la gala de los Oscar, el dirigente de EEUU recibía en su hogar presidencial a los gobernadores del país. El secretario de prensa de la Casa Blanca ya había pronosticado, sin embargo, que el presidente no vería la gala del cine. “Hollywood es conocido por estar bastante a la izquierda en sus opiniones”, dijo el portavoz el viernes. “Tengo la impresión de que el presidente y la primera dama van estar concentrados en [la cena con los gobernadores]”.
Las agencias de seguridad e inteligencia de EEUU también comparten el peso de la ira del presidente, quien asegura que divulgan todo tipo de información en su contra. Hace un par de semanas, después de que el Times asegurara que la campaña de Trump había mantenido contactos con Rusia antes de las elecciones, Trump aseguró en una rueda de prensa marcada por la confrontación que “las filtraciones son reales, las noticias son falsas”.
El viernes, probablemente en respuesta a un artículo de CNN que aseguraba que la Casa Blanca había pedido al FBI que refutara las informaciones sobre los supuestos vínculos de Trump con Rusia, el mandatario saltó a Twitter para atacar a la Oficina Federal de Investigaciones. “El FBI es totalmente incapaz de frenar a los 'soplones' de seguridad nacional que han infiltrado nuestro Gobierno desde hace tiempo”, escribió, llamando a la agencia de seguridad a encontrar a los responsables de las filtraciones.
El domingo Politico reveló que Spicer, el secretario de prensa de la Casa Blanca, intentaba poner fin a las filtraciones revisando los teléfonos de sus propios empleados. Este lunes, el portavoz insistió en rueda de prensa que “no hay nada” respecto a los supuestos contactos entre el equipo de Trump y Moscú. “El presidente se ha visto obligado a decir una y otra vez que no tiene intereses en Rusia, que no ha hablado con gente en Rusia en años”, ha afirmado. “¿Qué más necesitáis investigar si no ha salido nada?”.