No sólo España sufre tensiones internas y polémicas sobre cuestiones nominales. Incluso en un país como EEUU, donde el patriotismo se enseña en las escuelas, la organización territorial no acaba de satisfacer a todos los integrantes de esta nación. La capital política, Washington DC, es el caso más reciente. Tras luchar durante décadas para dejar de ser un distrito dependiente del Gobierno federal y convertirse en un estado propio, la pasada semana los impulsores de este proceso elevaron al Congreso su reivindicación, que por cierto incluye un cambio de nombre que eliminaría la actual referencia a Cristóbal Colón -Distrito de Columbia. Las posibilidades de que esta iniciativa prospere son escasas debido a la mayoría republicana que controla las cámaras, pero el debate está abierto.
En Washington no cuelgan esteladas ni pancartas de los balcones, pero cualquiera que la visite esta urbe comprobará que el descontento entre los residentes existe. Sin ir más lejos, cada coche que se matricula en DC lleva en su placa el lema “taxation without representation” -impuestos sin representación. El motivo es que los washingtonians, es decir, los residentes oriundos o censados aquí, llevan años quejándose de que están obligados a pagar impuestos federales pese a carecer de representación real en el Congreso. De hecho, tienen un diputado, aunque sin derecho a voto. Y aunque existe un Ayuntamiento, el Capitolio tiene la última palabra sobre los asuntos locales.
El punto de inflexión se produjo el pasado 8 de noviembre. Los habitantes del Distrito de Columbia acudieron a las urnas como en el resto del país, aunque no sólo tuvieron que elegir entre Hillary Clinton y Donald Trump. Junto a las papeletas presidenciales, los electores pudieron participar en un referéndum para decidir si solicitaban o no al Congreso convertirse en un estado más de la unión, el número 51. El resultado fue apabullante. Cerca de un 80% se mostró a favor de esta opción, que dejaría un pequeño distrito federal en el centro del nuevo territorio, para los edificios gubernamentales y los monumentos nacionales.
El apoyo ciudadano respaldó una reivindicación que se arrastra desde hace mucho. En los años 80 incluso se elaboró un proyecto de Constitución para este nuevo estado, que iba a denominarse Nueva Columbia. Este nombre, sin embargo, pese a que convencía hace décadas, no es del gusto actual de la población. Por ello, en noviembre también se consultó la cuestión nominal. Cerca del 86% de los participantes apoyó cambiar “New Columbia” por “Estado de Washington DC”. Parecería que todo queda igual, pero las iniciales DC ya no harían referencia al “Distrito de Columbia”, por el marino que llegó a América hace 525 años, sino a “Douglass Commonwealth” -Mancomunidad de Douglass.
Frederick Douglass fue una figura política muy importante en Washington, miembro prominente de la comunidad afroamericana y un símbolo del abolicionismo, algo que pesa en Washington, que tiene un 50% de población negra.
“El nombre aprobado actualmente es el de Estado de Washington DC (Commonwealth of Douglass). Puede ser revisado una vez que se apruebe la Ley de Admisión”, explica a EL ESPAÑOL Franklin García, diputado en la Cámara de Representantes por el Distrito de Columbia, que defiende y trabaja por la estadidad, que es como se denomina este cambio.
“DC tiene que ser un estado porque es la única manera de garantizar a sus casi 700.000 habitantes, que viven aquí, pagan sus impuestos federales y sirven en el Ejército, que tendrán los mismos derechos que los residentes de los demás estados”, argumenta.
La Constitución norteamericana establece la creación de un distrito federal para la capital, pero no restringe su posible conversión en estado. Muchos podrán preguntarse si es este paso es posible legalmente. “Sí, una ciudad o cualquier jurisdicción puede convertirse en un estado mientras sea admitido por el Congreso. Después de que el territorio cumpla con los mandatos legales para este trámite, que son un referéndum y una Constitución, entre otros, el proceso comienza con una Ley de Admisión que tiene que ser aprobada por las dos cámaras del Congreso. Si lo logra, el último trámite es que el presidente la firme”, indica García.
Tras la victoria en el referéndum, la pasada semana los representantes de Washington presentaron en el Congreso la petición para que apruebe la Ley de Admisión de Washington como estado, que cuenta también con el respaldo del Ayuntamiento. “Tenemos el mandato del pueblo y los líderes de la ciudad estamos actuando como se esperaba. Acabamos de presentar la Ley de Admisión y ahora estamos buscando aliados en las cámaras para que aprueben el texto”.
“SÓLO DC DEBE DECIDIR SOBRE SU FUTURO”
Los contrarios a la estadidad han propuesto alternativas como integrar Washington en alguno de los dos territorios vecinos, Maryland o Virginia, que fueron los que inicialmente cedieron los terrenos para levantar la capital federal. Esta opción no solucionaría el problema, a juicio de García, que reclama que se respete el derecho a decidir de los habitantes de la ciudad. Preguntado sobre si cree que con el resultado del referéndum debería ser suficiente, dejando al margen al Congreso, asevera que “DC, sus residentes y sus líderes deben tener el derecho de decidir su futuro”.
Sin embargo, no será tan sencillo como desea este diputado. El Senado y la Cámara de Representantes tendrán que dar luz verde a la ley y hoy por hoy están controladas por una mayoría republicana, que no está dispuesta a crear un nuevo estado que vota mayoritariamente ‘azul’, ya que esto implicaría posiblemente conceder a DC dos senadores y un representante, que acabarían siendo demócratas. García reconoce que esto es una desventaja “con un Congreso conservador”, aunque no tira la toalla.
COMPETICIÓN CON PUERTO RICO
Washington no es el único territorio que pugna por convertirse en el estado 51 de la Unión. Puerto Rico también lo intenta. En aquel caso, son los propios republicanos de la isla los que defienden la estadidad. Kevin Romero es presidente de la Juventud Republicana. Según comenta a EL ESPAÑOL, “aún con la empatía que podemos sentir por los conciudadanos de DC por reclamar la igualdad con otros estados, actualmente ellos tienen más derechos que cualquiera de los que vivimos en territorios como Puerto Rico. Pueden votar por el presidente”, destaca este político, que añade que “el Distrito de Columbia es un instrumento administrativo creado por la Constitución de EEUU para administrar la capital federal por orden del Congreso”.
Franklin García, en cambio, sobre el movimiento por la estadidad de Puerto Rico sólo apunta que “cada territorio debe perseguir sus intereses”.
COLÓN, SÍMBOLO PATRIÓTICO
La historia de Washington DC se remonta al siglo XVIII. Antes de que se convirtiera en la capital en 1800, se discutió durante años dónde colocar la sede permanente del Gobierno de la joven nación. El Congreso aprobó en 1790 que la capital estaría situada en alguna parte a lo largo del río de Potomac, que escogería el presidente George Washington, quien finalmente se decantó por 100 millas cuadradas cedidas por Maryland y Virginia.
En 1791 se bautizó la ciudad federal con su nombre y al terreno elegido se le apellidó Territorio de Columbia, como tributo al explorador Cristóbal Colón, que fue utilizado durante la Revolución americana como una referencia patriótica para los EEUU, según recoge la revista History. En 1871, el Territorio de Columbia se rebautizó como Distrito de Columbia (DC).
Cuando en 1982 se debatió la futura Constitución para el eventual estado de Nueva Columbia, el nombre era apoyado por la mayoría. Sin embargo, en los últimos tiempos de revisionismo histórico esto ha cambiado. Matthew Green, experto en la ciudad y profesor de la Universidad Católica, opinaba en un artículo del Washington Post que "es difícil llegar a un nombre que honre las dimensiones políticas, vivas y simbólicas de la ciudad por igual". "Las propuestas que usan el nombre de Frederick Douglass se acercan, en la medida en que era una figura política importante y representante de la comunidad afroamericana”.
En cualquier caso, a la vista del rechazo republicano, parece que la estadidad para la capital estadounidense puede llevar mucho tiempo. Lo que no deja de ser llamativo es el desapego a la referencia columbina entre los washingtonians actuales. Tampoco sorprende, a la vista de la tendencia en varias ciudades y estados por dejar de celebrar el Día de Colón (12 de octubre) y sustituirlo por la celebración de los indígenas.
De hecho, durante el debate sobre el nombre para el futuro territorio también se barajó utilizar los términos Potomac o Anacostia, como eran conocidas estas tierras entre los nativos americanos antes de la llegada de los europeos.
Durante 2015, Donald Trump se pronunció sobre este asunto. "Estaré a favor de lo que sea mejor para ellos -los habitantes de Washington-", dijo en una entrevista con la NBC. Sólo si la ley pasa del Congreso tendrá que posicionarse sobre el futuro de la ciudad de la que ya es residente.