La hemeroteca ha vuelto a jugarle una mala pasada a Donald Trump. Sus críticas a Barack Obama por pasar 17 días de vacaciones en Hawái y su promesa de no ser un presidente que se "tome vacaciones" le han dejado en evidencia ante las cifras del año de mandato que está cerca de cumplir. "Raramente dejaré la Casa Blanca porque tenemos gran cantidad de trabajo por hacer", afirmó en 2015, poco después de anunciar su intención de competir por la candidatura republicana al cargo.
Los datos indican lo contrario: al presidente estadounidense no le gusta demasiado Washington y en cuanto puede se escapa. De los 340 días que lleva en el cargo, ha pasado casi un tercio en terrenos de su propiedad, como su residencia privada de Florida o sus campos de golf en Nueva Jersey o Virginia. En total, más de 100 días fuera de la capital.
Su destino favorito es Mar-a-Lago, en Palm Beach (Florida), donde precisamente pasa sus primeras Navidades como presidente junto a su familia y a la que le gusta referirse como la "Casa Blanca de Invierno".
Este ha sido el lugar escogido para agasajar durante sus visitas oficiales a dos de los pesos pesados de la escena internacional: el primer ministro de Japón, Shinzo Abe, y el presidente chino, Xi Jinping.
En total, Trump ha pasado cuarenta días en Mar-a-Lago, donde este mismo martes ha iniciado la jornada, antes de desplazarse a su club de golf privado para disfrutar de su deporte favorito, dentro de su rutina vacacional.
Se trata de un exclusivo club social con 114 habitaciones que se utiliza para eventos privados y que sólo es accesible para millonarios.
En su cuenta de la red social Twitter, Trump deseó "unas felices Navidades a todo el mundo" y aseguró que volverá "al trabajo para Hacer Grande a EEUU de Nuevo (lo que está ocurriendo más rápido de lo que nadie había anticipado)".
Precisamente en esa red social había criticado al anterior presidente, Barack Obama, por irse de vacaciones 17 días a Hawái.
Además, el mandatario ha pasado más de treinta días en su residencia de Bedminster, en Nueva Jersey, también con club de golf y que escogió para su descanso estival.
Cuando se queda en la capital estadounidense, Trump opta por el campo de golf que posee en Potomac Falls, en Virginia, a una media hora de la Casa Blanca, que gestiona su hijo Eric y donde ha pasado veinticuatro días.
Para salir a cenar en la ciudad lo tiene aún más fácil. En la avenida Pensilvania, a menos de medio kilómetro de la residencia presidencial, se encuentra el hotel de su propiedad, el Trump International, que se ha convertido en centro de reunión de empresarios y diplomáticos de Washington.
Apenas en un par de ocasiones ha aprovechado la residencia oficial de Camp David, en Maryland, a 100 kilómetros de Washington, enclave que ha calificado de demasiado "rústico" para su gusto.
En contraste, su predecesor, el demócrata Barack Obama, solía alquilar residencias para sus vacaciones de verano, en la isla Martha's Vineyard, en Massachusetts, o en su estado natal de Hawai.
Por su lado, el anterior presidente republicano, George W. Bush, solía pasar los días de descanso en su rancho de Crawford, en Texas.
Esta inusual frecuencia de Trump a la hora de visitar lugares de su propiedad ha generado suspicacias entre la opinión pública, dados los posibles conflictos de interés y lo que puede ser percibido como un uso de un cargo público para dar publicidad a negocios privados.
"George W. Bush se iba a menudo a Crawford, pero no es un lugar en el que pudieses alquilar la habitación de al lado", indicó Jordan Libowitz, portavoz del grupo en favor de la transparencia Citizens for Responsibility and Ethics, en un comunicado.
La Casa Blanca ha rechazado estas críticas y ha asegurado que se trata del tiempo de descanso privado del presidente.
El negocio, sin embargo, es el negocio y el rotativo The Wall Street Journal informó recientemente de que la organización Trump, cuya gestión el mandatario ha delegado en sus hijos, ha elevado las tarifas en su hotel de Washington un 60 % ante la creciente demanda y ha duplicado el coste para ser miembro de Mar-a-Lago hasta 200.000 dólares.
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