La candidata republicana Nikki Haley en un evento en Carolina del Sur el 25 de enero de 2024.

La candidata republicana Nikki Haley en un evento en Carolina del Sur el 25 de enero de 2024. Randall Hill Reuters

EEUU

Por qué los republicanos quieren que Haley se rinda y por qué se empeña en seguir con la lucha

Haley tiene motivos para seguir adelante al estar sola frente a Trump, pero no se sabe si aspira 'al oro' o si le vale un buen resultado que muestre su fuerza.

27 enero, 2024 02:01

"A la gente de Carolina del Sur le gusta Nikki Haley… pero adora a Donald Trump". Así resumía el gobernador republicano Henry McMaster la situación previa a las primarias que se celebrarán el próximo sábado 3 de febrero en el estado costero. Se trata de la tercera parada en una larga carrera que muchos intentan cortar de seco cuanto antes.

Trump ganó con una inusitada suficiencia en Iowa y con apenas doce puntos de ventaja en New Hampshire. En el reducido margen de esta segunda victoria tuvo mucho que ver el hecho de que los independientes pudieran votar, algo que no sucederá en Carolina del Sur, donde solo lo harán los registrados como republicanos.
La situación ahora mismo en el GOP es confusa.

Haley tiene motivos para seguir adelante ahora que ha conseguido quedarse sola frente a Trump cuando llegó a haber hasta siete candidatos distintos en una especie de 'totum revolutum'. Ahora bien, no acaba de estar claro si su situación es la de alguien que realmente aspira a la nominación o la de alguien a quien le basta con demostrar que su partido es algo más que el movimiento MAGA. De ahí que las reacciones a su candidatura sean diversas.

Nikki Haley en Carolina del Sur.

Nikki Haley en Carolina del Sur. Reuters

Las más ruidosas, como suele ser habitual, vienen del ala trumpista, que insisten en que Haley se retire ya para que el partido se una en torno al expresidente cuanto antes. Tiene sentido. Las disputas largas y tensas dejan heridas internas y acaban sirviendo de gasolina para los rivales. Basta con recordar cómo el enfrentamiento durante meses entre Hillary Clinton y Bernie Sanders estuvo a punto de partir en dos al Partido Demócrata y, de hecho, hizo que muchos adeptos de Sanders se negaran a votar a Hillary en las presidenciales, lo que ayudó a darle la victoria a Trump en 2016.

No solo eso: los ataques personales, las filtraciones interesadas, los detalles escabrosos que un candidato pueda utilizar contra el otro en las primarias perjudicarán a la larga al ganador en la batalla final contra los demócratas. La campaña de Joe Biden ya utilizó en un anuncio las insinuaciones de Haley sobre la mala salud mental de Trump y seguirá haciendo lo propio con cualquier nuevo argumento que salga en la contienda.

El interés de los donantes

Por otro lado, también es lógico que Haley quiera intentarlo… y que parte importante de los donantes del Partido Republicano la apoyen. No solo ha sobrevivido a la masa informe que hasta hace nada debatía en FOX News sin que Trump se dignara siquiera a aparecer, sino que tiene la oportunidad de representar al anti-trumpismo y de erigirse, incluso, en el estandarte de un posible post-trumpismo en 2028.

Es un paso importantísimo en su carrera. Si consigue resistir los envites de Trump, toda la atención mediática estará fijada en ella durante semanas, tal vez meses. Podrá demostrar si tiene lo necesario para presidir el país aunque no sea necesariamente a partir de 2024… y nunca se sabe qué puede pasar en el otro lado. Al fin y al cabo, Trump es un hombre de 77 años perseguido por los jueces y que vive instalado en una montaña rusa de emociones. Puede que, en cualquier momento, las cosas se tuerzan en su contra y ya sabemos lo que pasa en todo partido político cuando el líder se resfría: la claque de oportunistas se cambian inmediatamente de habitación.

Donald Trump sale de la Trump Tower en Nueva York.

Donald Trump sale de la Trump Tower en Nueva York. Reuters

Aparte, hay una cuestión importantísima que tiene que ver con el funcionamiento interno de los partidos estadounidenses, que normalmente no son más que el reflejo de una unidad de intereses y no tienen un organigrama estricto como sucede en Europa. En noviembre de 2024, además de las elecciones presidenciales, se votará la nueva Cámara de Representantes y se renovará parte del Senado. Eso, junto a un montón de elecciones locales de todo tipo. En definitiva, los intereses de los donantes van más allá de quién ocupa la Casa Blanca. A menudo, tienen que ver con las minucias del poder en sus estratos más bajos.

Tal vez por ello, pese a la amenaza de Trump en New Hampshire –"cualquiera que done dinero a la campaña de Haley estará fuera para siempre del movimiento MAGA"-, la candidata ha recaudado un millón de dólares en poco más de veinticuatro horas. Hay mucha gente que no solo ve con recelo político a Donald Trump, sino que no quiere que el GOP se convierta en su feudo y que sus candidatos copen todos los puestos en oferta. Si alguien se va a gastar una millonada en que tal político consiga un puesto en el Congreso, seguro que no quiere que a última hora Trump decida avalar a un fanático desconocido y le chafe la inversión.

[Ron DeSantis abandona las primarias republicanas tras su decepción en Iowa y deja vía libre a Trump]

El "corazón partido" de Carolina del Sur

Algo de eso sabe el gobernador Henry McMaster. McMaster fue el sucesor de Haley en la gobernatura cuando esta renunció al cargo en 2017 y se fue a la ONU como embajadora de su país por designación personal de Trump. Ahora bien, si no hubiera llegado a ser por el propio Trump, lo más seguro es que el elegido en las siguientes elecciones de 2018 habría sido el multimillonario John Warren. En el último momento, el por entonces presidente viajó a Carolina del Sur, se posicionó a favor de McMaster y el resultado dio la vuelta por apenas 25.000 votos en favor de su protegido.

La relación privilegiada entre McMaster y Trump hace que sea difícil saber si Haley juega el siguiente partido como local o como visitante. Por un lado, como afirmaba el gobernador, a la gente de Carolina del Sur le gusta Haley. No en vano la votaron como gobernadora en 2010 y en 2014. Dicho esto, lo cierto es que todo el 'establishment' del partido en el estado está controlado por McMaster y hablamos de un devoto absoluto de Trump, no solo porque le deba en la práctica la gobernatura sino por puro convencimiento: ya en 2015 fue de los primeros en posicionarse a favor del multimillonario cuando su candidatura no parecía más que una excentricidad.

Lo normal, en eso coinciden expertos y encuestas, es que Haley pierda por tercera vez. Volverán entonces las peticiones de que se eche a un lado, pero es improbable que lo haga. Quedan más de mil delegados por elegir y Haley querrá ver cómo resiste Trump el peso de una larga campaña. En 2016 y 2020, la carrera fue más bien un paseo. Ahora, con más años y más problemas, puede que su fragilidad sea mayor. Haley tiene que convencer a los republicanos de que se merecen algo más que el populismo del MAGA. Está ante su gran oportunidad y no parece dispuesta a desaprovecharla.