El presidente Donald Trump, con Satya Nadella, CEO de Microsoft, y Jeff Bezos, fundador de Amazon, en 2017.

El presidente Donald Trump, con Satya Nadella, CEO de Microsoft, y Jeff Bezos, fundador de Amazon, en 2017. Carlos Barria Reuters

EEUU

La rendición de Jeff Bezos: el propio 'Post' vincula su rechazo a apoyar a Kamala con su miedo a perder contratos con Trump

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Hasta el pasado viernes, el equipo de suscripciones del tercer periódico más grande de Estados Unidos, The Washington Post, funcionaba con el entusiasmo y la naturalidad de los días anteriores. Al comienzo de ese viernes, sin embargo, un imprevisto les torció el gesto. Una avalancha de suscriptores pidió a toda prisa su baja, llenando las bandejas de mensajes y las líneas telefónicas de llamadas, y los empleados ni siquiera tuvieron que iniciar una investigación a fondo para averiguar el origen de su pico de trabajo.

El director ejecutivo de la compañía había anunciado, dos minutos antes del mediodía, en un escueto artículo de opinión, la decisión editorial de abstenerse de pedir el voto para la demócrata Kamala Harris o el republicano Donald Trump, empatados en los sondeos más fiables, cuando la mitad de los electores —y la mayoría de sus lectores— asume que el próximo martes no sólo se disputa la presidencia, sino la democracia si gana el segundo.

Uno de cada diez suscriptores, con una sensación nada disimulada de traición, se despidió de su periódico con el dedo apuntando al propietario, el magnate Jeff Bezos. Su subordinado vistió la decisión de responsabilidad. “Nuestro trabajo como periódico de la capital del país más importante del mundo es”, escribió en el artículo, “ser independientes”. Sus lectores se maliciaron, en cambio, que razones más oscuras se ocultaban tras una tesis demasiado rebuscada.

Bezos, dueño de The Washington Post desde 2013, con la voluntad de combatir los rumores y taponar la hemorragia, publicó un nuevo artículo. Insistió en dos ideas. Primero argumentó que tomar partido en las elecciones sólo contribuiría a intoxicar un ambiente político suficientemente intoxicado, y buscó una referencia histórica para justificarlo. Luego separó la vocación periodística de su entramado empresarial. ¿Qué llevaba a pensar a los lectores que sus intereses en Amazon o Blue Origin, sostenes de una fortuna de 200.000 millones de dólares, comprometerían la lealtad a la tradición y la ética de su diario?

Ninguna de las ideas conmovió a su público, y la conversación telefónica de su mano derecha en la compañía aeroespacial Blue Origin con Trump el mismo día del anuncio de su neutralidad tampoco contribuyó a despejar las sospechas. “No soy el propietario ideal del Post”, se vio obligado a escribir Bezos. “Todos los días, en algún lugar, algún ejecutivo de Amazon o de Blue Origin, o alguien de otras organizaciones filantrópicas y empresas que poseo o en las que invierto, se reúne con funcionarios del gobierno. Una vez escribí que el Post es un creador de problemas para mí, y lo es, pero resulta que yo también soy un creador de problemas para el Post”.

Lo que Bezos imaginó como una venda sólo empeoró el sangradoDavid Simon, reportero y creador de la serie televisiva The Wire, y uno de los al menos 250.000 desengañados, resumió en un tuit la sensación generalizada en el colectivo. “He cancelado mi suscripción”, escribió. “No pensaba hacerlo, y probablemente no debería hacerlo, y desde luego si este oligarca suelta alguna vez el control sobre lo que deben ser una sala de redacción y un consejo editorial independientes e indiferentes a la situación financiera de su editor, volveré. Pero este abuso de la confianza del editor es inaceptable”.

Las críticas de los lectores indignados son feroces. El debate sobre las represalias más efectivas, de hecho, sigue vivo. Gideon Rachman, periodista estrella del Financial Times y biógrafo de los autócratas, sugirió que sería más conveniente darse de baja de Amazon que debilitar The Washington Post, “con un gran trabajo periodístico” sobre Trump a sus espaldas. Ningún comentario y ninguna acción fue tan lejos, sin embargo, como el reportaje publicado ayer, a primera hora, por el propio periódico del magnate, a cuatro firmas y con un título ácido. “Para Jeff Bezos y sus negocios”, rotula, “Washington se ha vuelto más importante”.

La historia repasa la experiencia de la segunda fortuna del mundo durante el primer mandato de Trump, entre 2017 y 2021, cuando el presidente juró venganza contra el imperio empresarial de Bezos por el periodismo crítico de su diario. Más adelante, relata los acercamientos de los últimos años entre el fundador de Amazon y el entorno del republicano. Bezos, por ejemplo, invitó a la hija de Trump y al yerno a la fiesta de su sesenta cumpleaños, celebrada en una mansión de Beverly Hills. “Con Jeff”, sostiene una fuente anónima, “todo son negocios”. Así que los cuatro reporteros desmenuzan los dos proyectos estratégicos de su jefe para desafiar la tesis de la columna.

“Sólo en tecnología de Defensa”, publican, “Amazon, Google, Microsoft y Oracle competirán por hasta 8.000 millones de dólares en los próximos dos años para modernizar los servidores militares del país, y se espera que el Pentágono firme contratos aún más lucrativos y de largo plazo con el próximo presidente para mantener esos sistemas”. Lo que sugiere que una oposición editorial de The Washington Post a la victoria de Trump arruinaría sus aspiraciones a la porción más dulce del pastel.

Lo mismo sucedería con la carrera espacial. Ya no es sólo que Blue Origin tenga un contrato con la NASA por 3.400 millones de dólares para una misión lunar prevista para 2029. “El próximo presidente”, explica el reportaje, “podrá tomar decisiones trascendentales sobre si el Gobierno debe priorizar los viajes a la Luna, donde la empresa de Bezos está especialmente centrada, o a Marte, como pretende Elon Musk”. De modo que el propietario del periódico de Washington no querría perder más ventaja contra el principal mecenas de Trump, para el que el dueño de SpaceX ha puesto a su disposición cientos de millones de dólares personales y ajenos, y una de las redes sociales más grandes del mundo, X (antes Twitter).

Los periodistas de The Washington Post procuran, con esta y otras historias, sellar la fuga provocada por una decisión corporativa. “Algunos andan preguntando últimamente cómo es una redacción independiente”, tuiteó Peter Wallsten, jefe de Investigación del periódico. “Aquí tienen una prueba: una historia reveladora sobre el propietario del Post indagada, escrita y editada por una redacción sin interferencias, como siempre”.