Evelyn Jeong logró huir de Corea del Norte por 200$ y aún teme ser secuestrada: "Vi ejecuciones de niña"
Con 15 años, Evelyn Jeong logró escapar del país más hermético del mundo con su madre. Cruzó tres países y pasó varios meses en prisión antes de llegar a puerto seguro. Comparte su historia a EL ESPAÑOL.
10 diciembre, 2023 02:42"Me rasgué los guantes al saltar la valla". Ese es uno de los pequeños detalles que Evelyn Jeong atesora en su memoria sobre la noche en la que huyó de Corea del Norte. Nevaba, había luna llena y un silencio sepulcral. Evelyn tenía entonces 15 años. El miedo no la detuvo. Junto a su madre, atravesó el vasto río helado de Yalu hasta llegar a la frontera con China, que se extiende a lo largo de 1.420 kilómetros.
Allí les esperaba un guardia fronterizo, a quien conocían y pagaron unos 200 dólares para que les ayudara a cruzar al otro lado sin ser vistas. "También le prometimos que le daríamos más dinero al volver. Le mentimos. No íbamos a volver", confiesa la joven norcoreana en su conversación con EL ESPAÑOL.
Evelyn es una de las 1.500 personas que se calcula que en 2013 lograron escapar del país más hermético del mundo. Unas cifras que han ido descendiendo desde entonces por las cada vez más estrictas medidas de seguridad que el régimen de Kim Jong-un ha ido imponiendo para frenar el número de deserciones. En 2020, el líder norcoreano llegó a ordenar a las autoridades fronterizas que "disparasen a matar" a cualquiera que intentase entrar o salir del territorio para mantener al país libre de coronavirus. Un plan que acabó fallando, ya que no evitó que se desatase una grave crisis sanitaria meses más tarde.
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Desde el pasado agosto, Pyongyang, que ya instaló vallas electrificadas en sus confines, ha ido colocando minas antipersona en las inmediaciones de las fronteras con China y Corea del Sur, según han reportado medios de comunicación como Daily NK –con sede en Seúl pero con informadores en Corea del Norte– o la web Asiapress. Unas medidas que han dificultado los cruces, pero que no han impedido que muchos norcoreanos decidan emprender tan peligrosa travesía.
El año pasado apenas 67 personas lograron abandonar el país. Este, sin embargo, el número ha ascendido hasta los 100 desertores, según datos del Ministerio de Unificación de Corea del Sur, un órgano que aboga por la reunificación de los dos países, separados desde el armisticio de 1953. Son muchos más los que lo intentan y no lo consiguen. Las represalias por tratar de huir del régimen incluyen años de trabajos forzosos, la cárcel e incluso la muerte. Pero en Corea del Norte, no sólo se castiga a los desertores.
Un viaje por tres países
"Todo es ilegal. No puedes llevar el pelo o la ropa diferente ni actuar por tu cuenta… Si te pillan comiendo arroz blanco, la policía registra tu casa porque sospechan que eres rico y eso no está permitido", explica Evelyn, que ha viajado esta semana hasta Barcelona para participar en un seminario sobre derechos humanos organizado por el Instituto Coreano para la Unificación Nacional (KINU, de Korea Institute for National Unification) y la oenegé PSCORE.
Durante décadas, la madre de Evelyn se dedicó a importar ropa y muebles de China a Corea del Norte, pero cuando las relaciones entre ambos países comenzaron a torcerse y se prohibió la entrada de ciertos productos extranjeros, su madre pasó a ser considerada "una criminal". Acabó en prisión, donde pasó cuatro años. "Sufrimos mucho porque no podíamos verla, pero cada día metíamos comida en una bolsa de plástico y se la dábamos a un soldado que la recogía cerca de la cárcel", recuerda Evelyn.
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Cuando su madre fue puesta en libertad, decidieron huir. "En casa no tenía futuro", se lamenta la joven. "Yo había visto muchas películas chinas que mi madre traía ocultas en una USB y me dieron muchas ideas sobre todo lo que podía hacer con mi vida fuera; tenía mucha información del exterior", continúa. En un país en el que la población no tiene acceso a Internet y sólo puede ver algunos canales de televisión controlados por el Estado, las redes de contrabando de artículos culturales de Japón, Corea del Sur o China –como películas, vídeos de música K Pop, libros o periódicos– se han vuelto cada vez más sofisticadas.
Eso ha llevado al Gobierno de Kim Jong-un, educado en Suiza y fanático del equipo de baloncesto estadounidense Harlem Globetrotters, a aumentar año tras año las restricciones a cualquier tipo de influencia foránea. Un mecanismo para mantener a la sociedad unida y aislada mientras la situación económica y humanitaria del país empeora por las duras sanciones que la comunidad internacional ha impuesto como respuesta a las continuas pruebas nucleares del líder norcoreano.
El miedo a la deportación
Una vez en China, Evelyn y su madre permanecieron escondidas durante un tiempo "No teníamos pasaportes", explica la joven norcoreana. "No era seguro", recuerda. Por norma general, las autoridades de Pekín consideran a los norcoreanos "inmigrantes económicos" ilegales y no refugiados, por los que acostumbran a repatriarlos por la fuerza. "Optamos por escapar a Laos y desde allí ir a la frontera con Tailandia. Esa vez crucé el río sola, sin mi madre, en bote muy pequeño", detalla. Pero al llegar a tierra las cosas se torcieron. "Las autoridades tailandesas me pillaron y estuve 10 meses en prisión hasta que el Gobierno surcoreano me dio el estatus de refugiada y me envió con una familia de acogida a Estados Unidos", sostiene Evelyn.
Durante tres años vivió en Denver, Colorado, donde tuvo que acostumbrarse a prácticamente todo. "Yo no hablaba nada de inglés, no tenía ninguna opinión formada de nada y todo era nuevo: me sorprendía que la gente utilizase Internet, tuviese coche… ¡No tenía ni idea de utilizar una máquina expendedora!", detalla. Evelyn explica que en el colegio en Corea del Norte les hacían estudiar la historia de la dinastía Kim, pero no les enseñaban nada sobre lo que ocurría en el mundo. "No sabía qué era la Segunda Guerra Mundial o dónde estaba España", aclara la joven.
De eso han pasado ya diez años y ahora Evelyn reside en Corea del Sur con su madre. Viaja a menudo a EEUU y dedica gran parte de su tiempo a las redes sociales, en las que habla sobre su pasado, pero también sobre sus gustos por la moda y la comida. Acumula decenas de miles de seguidores.
"Comparto mi historia por aquellas personas que no pueden hacerlo porque temen que les pase algo a sus familias en Corea del Norte. Allí matan a gente con facilidad", afirma. Evelyn confiesa que a veces todavía tiene miedo de que la secuestren o la asesinen. "No sería la primera desertora a la que le pasa algo", dice. "Yo misma vi ejecuciones de niña en mi país", continúa antes de lanzar un largo suspiro y asegurar que, en ocasiones, a ella y a sus compañeros de clase les obligaban a ver ejecuciones para disuadirles de escapar. A pesar de ello, Evelyn no se arrepiente de haber arriesgado su vida "por la libertad". "Ha valido la pena", concluye.