Los 'hackers' esclavos de Kim Jong-un: así se prepara Corea del Norte para la guerra nuclear
Cada vez más agresivo, el líder norcoreano amenaza con empezar una guerra. ¿Pero cómo ha conseguido un país aislado internacionalmente desarrollar un programa atómico y balístico de tan grandes dimensiones?
15 septiembre, 2024 03:07Tienen identidades falsas, están altamente cualificados en el sector tecnológico, trabajan para empresas en Estados Unidos, Europa y Asia, viven repartidos por todas partes del mundo y ganan cientos de millones de dólares al año. Son estafadores, pero no unos cualquiera: forman parte de la red de hackers que ayudan al régimen de Corea del Norte a desarrollar el ambicioso programa nuclear de Kim Jong-un.
En mayo de 2022, el Departamento del Tesoro estadounidense y el FBI lanzaron una advertencia a la comunidad internacional sobre los intentos de grupos de norcoreanos de "obtener empleo haciéndose pasar por ciudadanos no norcoreanos". Para ello, detallaba el comunicado, "usan identidades robadas o compradas de estadounidenses para hacerse pasar por trabajadores nacionales e infiltrarse en los sistemas de empresas estadounidenses".
Este verano, dos años más tarde, el grupo de ciberseguridad CrowdStrike -conocido porque un fallo en su plataforma provocó en julio un parón en aeropuertos, bancos y hospitales de todo el mundo- publicó un informe en el que revelaba que un centenar de hackers norcoreanos habían logrado infiltrarse en compañías estadounidenses del sector tecnológico o de las fintech. ¿Cómo? Aplicando a las vacantes de teletrabajo que ofrecían.
"Para ocultar su identidad, hacen las entrevistas por escrito, y si las empresas exigen una videollamada, alegan problemas de audio para persuadir a las empresas de que se haga por teléfono. Muchos de ellos dominan idiomas extranjeros", detallan desde el Gobierno de Corea del Sur, que monitoriza cualquier amenaza de su vecino del norte. "A veces, cuando no les queda otro remedio, acceden de forma remota al ordenador de un intermediario (servidor proxy) y se conectan desde allí", añaden.
Uno de los objetivos principales de estos enviados es robar información relacionada con la inteligencia de países extranjeros o datos sensibles para luego sacar rédito económico. En ocasiones participan en ciberataques orientados en robar criptomonedas, objeto de deseo del régimen. Sólo de julio de 2023 a enero de 2024, se calcula que hubo 58 ciberataques norcoreanos a empresas de criptomonedas en los que se sustrajeron hasta 3.000 millones de dólares, según una investigación de Naciones Unidas.
Ahora bien, robar no es la única motivación de estos infiltrados. Muchos simplemente se dedican a cobrar su salario, que en algunos casos puede superar los 300.000 dólares al año. La cifra de todos los sueldos asciende hasta los tres millones de dólares anuales, de acuerdo con estimaciones de la Administración estadounidense.
Casi en su totalidad, el dinero que consiguen va a parar directamente a cuentas bancarias de intermediarios que, a través de las plataformas de pago digitales globales, lo transfieren al Gobierno norcoreano. De esta manera, los grupos de hackers pueden enviar fondos a un régimen estrangulado por las sanciones internacionales.
Desde 2006, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ha ido imponiendo castigos económicos cada vez más severos contra Corea del Norte por el desarrollo de su programa nuclear y de misiles balísticos. Las limitaciones se acrecentaron con el estallido de la pandemia, cuando el país más hermético del mundo aumentó su aislamiento hasta el extremo.
Esto devastó el poco comercio exterior que existía (principalmente con China, proveedor del 90% de su comercio) y cortó el flujo de divisas extranjeras. Y ahora, con una economía moribunda y una población sumida en una grave crisis humanitaria, Kim Jong-un ha buscado nuevas e innovadoras maneras de costear su mayor obsesión: armas con capacidad nuclear cada vez más sofisticadas y cada vez más potentes.
Venta de 'neoesclavos'
El envío de hackers norcoreanos al exterior no es más que una actualización de una tendencia que Pyongyang lleva años poniendo en práctica: el traslado de mano de obra al extranjero. En concreto, a China y a Rusia. "Más que trabajadores yo les llamaría esclavos, porque viven en condiciones miserables y no perciben su salario; lo envían a su país", explica Vicente Garrido, antiguo miembro del Consejo Asesor Personal sobre Asuntos de Desarme del secretario general de la ONU y director de la Fundación Incipe.
En realidad, de acuerdo con las sanciones aprobadas por la ONU, los trabajadores norcoreanos tienen prohibido trabajar en el extranjero. Además, todos aquellos que estaban previamente en otros países debieron ser repatriados antes de finales de 2019. No obstante, ese año, justo después de la entrada en vigor de esta resolución, la 2397, se calcula que Rusia expidió 26.000 visados de turista y de estudiante a ciudadanos norcoreanos. Una cifra desmentida por Moscú, miembro permanente (es decir, con derecho a veto) del Consejo de Seguridad, pero poco creíble para el resto de la comunidad internacional.
Sin ir más lejos, el Informe 2023 sobre Trata de Personas del Departamento de Estado de EEUU recogía que Moscú expidió 4.723 visados a norcoreanos en 2022. Y en vistas de la renovada alianza estratégica entre ambas potencias, lo más probable es que el número de trabajadores norcoreanos en territorio ruso no pare de aumentar.
Una amistad peligrosa
Lo cierto es que el acuerdo de cooperación que los dos países alcanzaron en junio durante la visita de Putin a Pyongyang por primera vez en 24 años se centraba principalmente en la defensa. El Kremlin recibe misiles balísticos y municiones norcoreanas para utilizar en su invasión a Ucrania y, a cambio, la dictadura de Kim accede a un mercado para exportar armas, un suelo en el que probar su arsenal (se encontraron trozos de un misil balístico Hwasong-1 en Jersón) y un socio del que recibir apoyo técnico para mejorar sus capacidades militares, sobre todo en el campo satelital.
No obstante, en las bases de esta peligrosa amistad se incluye también un marco de apoyo económico y comercial. Porque Corea del Norte necesita divisas y Rusia, inmersa en una guerra de desgaste, necesita mano de obra, a poder ser barata. De esto último, el régimen asiático tiene mucho.
"Geoestratégicamente, [para Rusia y Corea del Norte] esa alianza es muy valiosa, porque ambos están sancionados internacionalmente; pero no olvidemos que el principal objetivo de todo esto para Kim Jong-un es seguir financiando su programa balístico y nuclear, y el desarrollo de su capacidad química y bacteriológica. Esa es su mejor arma de disuasión", explica a EL ESPAÑOL el profesor Garrido, uno de los mayores expertos en Corea del Norte de nuestro país. "Él considera el programa nuclear el seguro de vida de su régimen, lo que le protege de la injerencia de EEUU y aliados", matiza.
Hoy por hoy, es difícil tener una imagen clara y actualizada de las capacidades militares de Corea del Norte. Sin embargo, se sabe que desde que Kim Jong-un llegó al poder en 2011, su flota de misiles se ha modernizado y el programa nuclear se ha ampliado. Y a ritmos extraordinarios. Prueba de ello son los cada vez más numerosos ensayos de misiles norcoreanos, que se han incrementado notablemente en los últimos dos años. Sólo en 2022, se hicieron 69 lanzamientos, mientras que 2023 fue el segundo año con más actividad de los últimos diez años, con 30 pruebas, según datos de la Nuclear Threat Initiative.
No se trata sólo de la cantidad, sino también de la intensidad y la calidad. En 2019, Corea del Norte reanudó tras una breve moratoria las pruebas de misiles. Acababan de fracasar las conversaciones sobre el programa nuclear entre Kim Jong-un y el entonces presidente estadounidense, Donald Trump, y el líder norcoreano decidió mostrar su decepción con el lanzamiento de tres nuevas armas: los misiles tácticos de corto alcance KN-23, KN-24 y KN-25.
A diferencia de las versiones anteriores, estas armas, diseñadas para atacar países vecinos como Corea del Sur o Japón, utilizaban combustible sólido en vez de líquido. Una característica que las hace más fáciles de transportar y de ocultar, y más difíciles de interceptar, según recoge la plataforma Missile Threat, del think thank estadounidense Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS).
Además de fabricar misiles más sofisticados, Corea del Norte también ha apostado por misiles capaces de volar a mayor distancia. Es decir, de atacar a territorios cada vez más lejanos. El año pasado, los medios estatales norcoreanos anunciaron el lanzamiento del misil balístico intercontinental (ICBM) Hwasong-18, el arma de largo alcance más potente del régimen. Con un alcance que los expertos estiman superior a los 15.000 kilómetros, podría alcanzar Estados Unidos y prácticamente el resto del mundo.
Más allá de su eficiencia es la capacidad de estos aparatos para portar varias cabezas nucleares lo que más preocupa a la comunidad internacional. Sobre todo porque a medida que ha ido engordando su arsenal, Kim Jong-un ha ido incrementando su retórica belicista. Sobre todo contra Corea del Sur, pero también contra Estados Unidos.
A finales del año pasado, durante un incendiario discurso ante el Parlamento, el líder norcoreano se comprometió a aumentar "exponencialmente" su arsenal nuclear para hacer frente a las amenazas externas. También renunció a una reconciliación pacífica con Corea del Sur, al que señalaba (e incluso lo inscribió en la Constitución) como su "enemigo principal" y al que avisó de que se estaba preparando para "anexionarlo" en una posible guerra en la que, cómo no, Pyongyang no dudaría en emplear el armamento con capacidad nuclear.
Desde entonces sus amenazas han ido in crescendo. No sólo ha desplegado nuevas baterías de misiles en la frontera sur o ha aumentado los lanzamientos de misiles de corto alcance. También ha enviado a Seúl globos aerostáticos cargados de basura y ha derribado el Arco de la Reunificación, un gigantesco monumento que simbolizaba la esperanza de una reconciliación pacífica con el Sur, territorio con el que técnicamente sigue en guerra desde hace siete décadas, cuando se selló el armisticio. Todas esas provocaciones han disparado las tensiones en uno de los puntos más calientes del planeta.
¿Se prepara para la guerra?
"Puede sonar demasiado dramático, pero Kim Jong-un ha tomado la decisión estratégica de ir a la guerra", advertían recientemente en un polémico artículo publicado en la web 38North dos reconocidos expertos en Corea del Norte: el exfuncionario del Departamento de Estado Robert Carlin y el científico nuclear Siegfried S. Hecker, una de las pocas personas que ha podido nunca acceder a las instalaciones atómicas norcoreanas. El texto, tachado de alarmista, dio lugar a varias hipótesis que tratan de explicar el cambio de estrategia de Kim, más agresivo desde que ha estrechado lazos con Putin.
Algunas barajan que su verdadera intención es subrayar su status de potencia nuclear de cara a las elecciones estadounidenses y escalar las tensiones hasta forzar que EEUU se siente a negociar y reduzca las sanciones. Lo mismo que intentó con Trump y fracasó. "El discurso de Corea del Norte es preocupante, pero creo que se queda en la lógica del chantaje nuclear que siempre ha utilizado: Kim necesita dinero y cree que la manera de conseguirlo es utilizar los ensayos y avisos nucleares para sentar al resto a negociar sobre las sanciones", sostiene el académico Vicente Garrido. "Le interesa que la hostilidad sea máxima, pero no una guerra", defiende.
Con todo, la escalada de tensiones ha hecho temer que el séptimo ensayo nuclear de Corea del Norte esté más cerca que nunca. El primero tuvo lugar en 2006 y el último en septiembre de 2017, cuando se detonó una bomba de hidrógeno de 100 kilotones. Es decir, 100.000 toneladas de TNT. Es decir, un arma de destrucción masiva con una potencia siete veces mayor que la bomba atómica que Estados Unidos arrojó sobre Hiroshima en la Segunda Guerra Mundial y que dejó 160.000 muertos. Es decir, un arma con una onda expansiva capaz de arrasar Madrid o Barcelona.
Desde entonces, no ha habido más test, pero el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA, por sus siglas en inglés) lleva un par de años avisando de que hay "indicios" (como el registro de actividad en el subsuelo, donde se realizan estas pruebas) para creer que el hermético territorio se está preparando para realizar otro. Y es que desde 2022 Pyongyang pasó de contemplar el uso de armas nucleares sólo de forma defensiva a barajar escenarios en los que justificar un ataque preventivo.
La capacidad que tendría un nuevo ensayo nuclear norcoreano es un misterio, pero como cada prueba ha sido siempre mayor que la anterior, todo apunta a que va a mantener esa tendencia. En estos años, de forma clandestina y a espaldas de la comunidad internacional, Corea del Norte ha ido dotándose de un arsenal de ojivas nucleares financiado por el dinero que consigue fuera. En total, se estima que ha ensamblado 50 cabezas nucleares, y tiene material fisible para unas 90 armas nucleares, de acuerdo con el Arms Control Association.
Esta misma semana, el propio Kim Jong-un corroboraba lo que hasta ahora eran meras sospechas. De manera inédita, el régimen publicó por primera vez en la historia imágenes de sus instalaciones de enriquecimiento de uranio, material necesario para las armas atómicas. Las fotografías, en las que se podía ver a un Kim Jong-un vestido de negro y paseando cerca de 1.000 centrifugadoras, venían acompañada de unas palabras del dictador difundidas por la Agencia Central de Noticias de Corea (KCNA).
"La capacidad nuclear es necesaria para la autodefensa y la capacidad de un ataque preventivo. Las amenazas nucleares perpetradas por las fuerzas vasallas dirigidas por los imperialistas estadounidenses se han hecho más indisimuladas y han cruzado la línea roja", aseguraba en el comunicado.
Se desconoce si esta advertencia es una subida de tono más de un mandatario al que, indiscutiblemente, le gusta llamar la atención o una amenaza real sobre una nueva prueba nuclear. Para Jenny Town, directora del Programa de Corea del Centro Stimson no es más que "una manera de demostrar cuán avanzada se ha vuelto su capacidad de enriquecimiento, lo que da mayor credibilidad tanto a su capacidad como a su compromiso de aumentar sus arsenales de armas nucleares", explicó a Reuters.
No obstante, hay expertos que creen que es algo más que una exhibición de músculo. "Puede tener la intención de influir en las elecciones estadounidenses y enviar un mensaje a la próxima administración de que la desnuclearización ya no es posible", cree Hong Min, investigador senior del Instituto de Corea para la Unificación Nacional en Seúl.
En esta línea, Garrido no descarta una nueva prueba atómica: "Siempre se han hecho en fechas significativas, ¿y qué hay hoy más significativo que unas elecciones clave en Estados Unidos?". No obstante, concluye el experto, "habrá que esperar" a ver cuáles son los siguientes pasos que decide dar un líder cada vez más acorralado en casa, pero más envalentonado de puertas para fuera.