“Oía sonidos crepitantes y me dieron una descarga eléctrica. Aullaba de dolor… La bolsa (que estaba sobre mi cabeza) no me dejaba verles. Ellos seguían haciendo sus preguntas. Uno de ellos me dijo que me arrodillara y cantara el himno de Ucrania”. Vadim -nombre ficticio- relata de esta forma el primero de sus dos secuestros en el este del país, uno a manos de las fuerzas leales a Kiev y otro por parte de los separatistas, según su testimonio. En ambos casos fue acusado de ser espía para el otro bando.
Su historia la recoge el último informe publicado conjuntamente por Human Rights Watch (HRW) y Amnistía Internacional. Las dos organizaciones han documentado nueve casos de detenciones arbitrarias y prolongadas de civiles por autoridades ucranianas en lugares informales para detenciones. En algunos de los casos, se trató de desapariciones forzosas. De acuerdo con el documento, hay otros nueve casos de detenciones bajo las mismas circunstancias por parte de las fuerzas separatistas.
En la mañana del 9 de abril de 2015, Vadim se montó en un autobús con destino a su casa en Donetsk, que un año antes se había autoproclamado república independiente. Ese día sería detenido por primera vez. El día antes había estado en Slaviansk, una ciudad controlada por el Gobierno de Kiev, por motivos laborales. A medio camino llegaron a un control.
Tres hombres vestidos con uniformes militares, sin ninguna insignia que los identificara, miraron los pasaportes de los pasajeros. Uno de ellos, al reconocer a Vadim, le sacó del autobús y ordenó al conductor que continuara su viaje sin él.
Con ayuda de sus compañeros empujó a Vadim a una cabina, le quitó el teléfono y le registró a fondo. Identificaron a Vadim como uno de los organizadores del referéndum que se produjo en Donetsk en mayo de 2014. Mientras le acusaban de ser un “matón separatista”, le ataron sus manos en la espalda con su propio cinturón, le pusieron una bolsa en la cabeza y le arrodillaron. En esas disposiciones comenzaron a interrogarlo sobre sus contactos en Slaviansk.
Después, le llevaron en un coche a otra base donde fue interrogado durante cuatro horas. Allí sufrió descargas eléctricas y le apagaron “cigarrillos en la espalda y el pecho”. “Lo estuvieron haciendo durante horas”, confiesa. Al final, le dejaron solo, esposado, junto al muro de un bar.
A la mañana siguiente, otros soldados le liberaron. Fueron falsas esperanzas. Le volvieron a llevar a un local donde le patearon y le volvieron a interrogar. En uno de los “respiros” pudo ver cómo sus captores tenían impresas las transcripciones de sus últimas conversaciones telefónicas y una lista con sus contactos y números de teléfono. Sus captores le dijeron que muchos de ellos eran separatistas. Vadim asegura que sólo les conocía de haber hecho negocios con ellos en sus visitas a Slaviansk.
Al día siguiente le trasladaron a otro campamento donde estuvo las siguientes semanas esposado a un radiador por una de sus manos. En ese tiempo pudo oír varias veces los gritos de otros prisioneros mientras eran interrogados.
El 22 de mayo, un hombre le puso una cámara delante, le quitó la bolsa y le obligó a decir que había sido reclutado por Natalia, la hermana de su novia, para llevar a cabo servicios de Inteligencia en territorio ucraniano. Después de grabarle diciéndolo, le metieron en un coche y le dejaron libre. Habían pasado 43 días desde su detención.
Tres días después volvió al infierno. Al regresar a Donetsk, las autoridades separatistas le detuvieron. Pasó dos meses más en una prisión no oficial. Era sospechoso de haber sido reclutado por la Inteligencia ucraniana tras haber pasado más de un mes en territorio de leales a Kiev.
Esta vez había sido él mismo el que se había presentado en las oficinas del DNR (República Popular de Donetsk) para que le interrogaran en supuesto “procedimiento estándar para aquellos que fueron liberados por las fuerzas ucranianas”.
Uno de sus compañeros de celda tenía un móvil y, gracias a él, Vadim pudo llamar a su madre y decirle que estaba detenido. Inmediatamente, varios soldados llegaron corriendo, le recriminaron la llamada y volvieron a pegarle. Los interrogatorios a Vadim duraron hasta el 3 de agosto, cuando fue liberado gracias a otra llamada a su madre que pudo contactar con el Ministerio de Seguridad Nacional.
En diciembre de 2015, Vadim acudió al Consejo Europeo para los Derechos Humanos alegando detenciones arbitrarias y trato degradante por parte de las fuerzas ucranianas y las autoridades de facto de Donetsk. Su caso aún está pendiente.
"Tú no existes"
La investigación de HRW y Amnistía Internacional, que lleva por título "Tú no existes. Detenciones arbitrarias, desapariciones forzosas y tortura en el este de Ucrania", está basada en entrevistas con 40 víctimas de abusos, sus familias, testigos, los abogados de las víctimas y otras fuentes. Las detenciones que se estudian en el informe se cometieron supuestamente en el último año y medio. En nueve de los 18 casos investigados en profundidad, las víctimas fueron liberadas a través de un intercambio de presos.
“Los civiles del este de Ucrania, que están encerrados por los dos frentes, dependen de la misericordia de sus captores”, ha asegurado Tanya Lokshina, investigadora de Human Rights Watch en Europa y Asia Central. “Nunca se puede autorizar o justificar la detenciones de la gente de la calle, negándoles el contacto con su familia y abogados, y golpearles y abusar de ellos”.
Ambas organizaciones autoras del informe aseguran que en algunos de los casos, los arrestos se convierten en desapariciones forzosas. Esto se produce porque los autoridades niegan tener conocimiento de que la persona ha sido detenida o niegan a sus familiares cualquier información. Además, la mayoría de los heridos por los maltratos han visto cómo se les negaba la atención médica.
“Las alegaciones de las detenciones secretas de Ucrania son serias y merecen una investigación exhaustiva”, afirma Denis Krivosheev, director de las investigaciones de Amnistía Internacional en Euroasia. Krivosheev también ha pedido que el Gobierno de Ucrania arregle esta situación y que los países que le apoyan llamen directamente al fin de esta práctica.
Según los últimos datos de la ONU, cerca de 10.000 personas, entre combatientes y civiles, han muerto en el este de Ucrania desde el estallido del conflicto armado, en abril de 2014. Un año y medio después de la firma de los Acuerdos de Minsk ambos bandos han roto el alto el fuego en varias ocasiones.
Rusia y los rebeldes insisten en que los Acuerdos obligan a Ucrania a negociar con representantes locales de los territorios sublevados, mientras que Kiev se niega a reconocer la legitimidad de las autoridades sublevadas al entender que llegaron al poder "con ayuda de la agresión rusa". En este sentido, el Gobierno de Ucrania ha dejado claro que sólo hablará con diputados locales que salgan de unas elecciones celebradas de acuerdo a las leyes ucranianas y supervisadas por organismos internacionales.