Al presidente turco, Recep Tayipp Erdogan, le podrían sobrar sitios donde ir a cenar invitado en Berlín. La comunidad turca, que alcanza los 200.000 habitantes en la capital alemana, está muy presente en las calles de la ciudad. De hecho, Berlín está dotada de una casi insondable oferta gastronómica inspirada en la comida de Turquía.
Los restaurantes turcos conocidos por su producto estrella, el döner kebap, representan mejor que ningún otro espacio a la comunidad turca o germano-turca de Alemania, compuesta por unos tres millones de personas. Estos restaurantes son a la comunidad turca en Alemania lo que los pubs son a la sociedad británica. Más que un lugar donde comer y beber, constituyen un espacio donde se refleja esta parte de la sociedad.
Los turcos de Alemania se muestran algo divididos en estos lugares tras el golpe de Estado fallido que protagonizó una parte del Ejército el pasado 15 de julio. Ese levantamiento costó la vida a unas 160 personas y ha desencadenado una gran ola de represión contra todo elemento opositor al poder de Erdogan. Esa división también se observa muy bien en el Restaurante Doyum, situado muy cerca de la parada de metro de Kottbusser Tor, una zona del céntrico barrio de Kreuzberg apodada el “Estambul de Berlín”.
Ali, un cocinero de 50 años que ejerce de encargado del Doyum, apunta que él habría asistido en Berlín a una manifestación como la que se convocó el domingo en Colonia. En esa metrópolis del oeste germano se dieron cita no menos de 30.000 personas para apoyar al presidente turco, bajo el lema: “Sí a la democracia, no al golpe”. “Yo habría ido a una manifestación así, por qué no; es lógico, hay que apoyar, no sólo al presidente, sino a toda Turquía”, dice Ali. “Erdogan ha hecho mejorar la situación económica de Turquía en los últimos años, ahora es un país capaz de hacer por sí mismo cuanto necesita”, agrega.
Erdogan ha hecho mejorar la situación económica de Turquía en los últimos años
En la manifestación del domingo, las autoridades germanas prohibieron la retransmisión en directo de un mensaje de Erdogan, que iba a participar así en ese evento presentado como un gesto democrático de los turcos-alemanes y de los turcos que viven en Alemania. Esa prohibición costaba el lunes al embajador germano en Ankara la llamada a consultas del jefe de la diplomacia turca, Mevlut Cavusoglu.
Para Ali, el golpe de Estado tiene mucho que ver con otros países, no necesariamente Alemania, pero sí otras potencias occidentales. A su entender, esa tentativa de tomar el poder fue una maniobra apoyada por Estados Unidos, país donde vive el religioso Fethullah Güllen, a quien desde Ankara se acusa de haber urdido la tentativa golpista. “Los estadounidenses quieren aprovecharse de Turquía como hicieron los franceses con África, pero con Turquía no pueden: apoyaron el golpe”, opina Ali.
En el Restaurante Doyum, sin embargo, no todos piensan como el encargado. Un camarero, que prefiere no dar su nombre, expone discretamente su punto de vista una vez que Ali vuelve a la cocina. “Erdogan quiere quedarse con todo el poder, quiere que todo el poder esté concentrado en el presidente, que no haya más parlamento”, asegura este joven mientras sirve las mesas del establecimiento, pequeño pero con una docena de empleados justificada por la gran cantidad de clientes que hay que servir en hora punta. Aquí los döner kebap se hacen a todas horas.
UN GOLPE DE ESTADO PARA GANAR MÁS PODER
No lejos del restaurante que regenta Ali, en la Oraniensstrasse, una popular calle repleta de bares y restaurantes situada cerca de Kottbusser Tor, Erdem trabaja detrás de la barra de un local de comida rápida turca. Tiene 27 años y una visión de la situación en su país que, aunque muy distinta a la de Ali, no deja de ser afín a teorías que aún están por probar. “Esto lo ha organizado todo Erdogan para hacerse el más fuerte del país y poder ir contra todos aquellos que van en su contra”, asegura Erdem.
Él manifiesta que su opinión la comparten muchos turcos como él. “Tal vez los turcos que viven en Colonia son más favorables a Erdogan, pero aquí, en Berlín, no es así”, afirma sin pensar que en la misma noche del golpe de Estado hasta 3.000 compatriotas suyos se manifestaron ante la Embajada de Turquía para protestar contra la maniobra frustrada del Ejército.
NI GOLPISTAS NI ERDOGAN
“Esa gente son fanáticos, son los fans de Erdogan”, dice por su parte Efes, un hombre que, pese a su avanzada edad y cansado aspecto, sigue trabajando haciendo bocadillos turcos para llevar. Lo hace en un local con apenas espacio para cuatro mesas en lo que se ha venido a llamar Kreuzkölln, la zona fronteriza del "barrio turco" de Kreuzberg con el distrito de Neukölln (al sureste de la capital).
“Alemania no tiene nada que ver con ese problema, Turquía tiene que arreglar esto sola”, opina Efes. Para él, “ni lo que hicieron los militares que dieron el golpe de Estado está bien ni lo que está haciendo Erdogan, que es un dictador”.
Efes trabaja en la Kottbusser Damm, la avenida que divide Kreuzberg de Neukölln. Su local tiene un par de clientes jugando a unas máquina tragaperras. Quien viene a consumir este mediodía lo hace pidiendo algo de comida para llevar. El ambiente es muy diferente al del Restaurante Imren, uno de los restaurantes turcos con mejor reputación de la ciudad y situado muy cerca del establecimiento de comida rápida que regenta Efes.
Erdogan sólo piensa en hacerse el más fuerte del país, es alguien que sólo quiere ser invencible
Duran, un empleado de una empresa aseguradora, acaba de comer en el Imren y ha salido para llamar por teléfono mientras otros clientes hacen una pausa para fumar fuera del local. Duran reconoce que todavía no entiende “el sentido de la manifestación del domingo”. “Los manifestantes quieren apoyar a Turquía, pero haciendo lo que hacen están fortaleciendo al presidente, que sólo piensa en hacerse el más fuerte del país, es alguien que sólo quiere ser invencible”, dice este hombre de mediana edad.
El giro presidencialista que ha tomado Turquía con Erdogan en el poder es algo que preocupa a muchos turcos, incluidos los que viven en Alemania. Antes del golpe, los sondeos señalaban que hasta un 35% de la población turca se oponía a un sistema político dominado por el presidente.
Con más preocupación que Duran habla Serdar, otro cliente del restaurante Imren que se define como kurdo con pasaporte turco. “Esto es un gran problema, algo muy malo”, dice al ver la portada del diario generalista de Berlín Tagesspiegel, que en su portada del lunes mostraba una gran foto de la multitudinaria manifestación del domingo. Un titular a cuatro columnas rezaba: “Decenas de miles se manifiestan en Colonia a favor de Erdogan”.
ERDOGAN, “COMO HITLER”
“Erdogan es un superpresidente, de eso no hay duda, es uno de los mejores que hemos tendido”, sostiene Duran, el cliente del Restaurante Imren, que a la vez se mantiene muy crítico con el jefe de Estado de su país. “Lentamente se está convirtiendo en algo en lo que no debería”, apunta. “Si uno quiere tener a la Unión Europea y a Estados Unidos en contra, entonces está claro que el país va a perder”, añade, antes de hacer un paralelismo entre Erdogan y Adolf Hitler. “En Alemania Hitler se hizo con el pueblo y echó la culpa de todo lo demás al resto y eso nos llevó a la Segunda Guerra Mundial, Erdogan está buscando también ganarse al pueblo”, asegura este vendedor de seguros.
Erdogan utiliza la situación para aprovecharse, cualquiera la utilizaría para aprovecharse
En la ola de represión que está viviendo Turquía tras el golpe de Estado, han sido detenidas unas 15.000 personas, según estimaciones recientes. También han sido suspendidos, detenidos o están siendo investigados más de 60.000 funcionarios, principalmente policías, docentes y empleados de la Justicia. La semana pasada, el Gobierno turco ordenó el cierre de 131 medios de comunicación y emitió órdenes para detener a 90 periodistas.
El día de la manifestación en Colonia, Erdogan realizó, por decreto, cambios en el Ejército con la idea de someter a la institución castrense a la voluntad del Ejecutivo. Estos movimientos no sorprenden a Baris, un turco que llegó a Alemania a los nueve años y que trabaja en otro restaurante de comida turca de la zona. “Erdogan utiliza esta situación para aprovecharse, cualquiera la utilizaría para aprovecharse”, afirma este padre de familia, cuyos hijos tienen pasaporte alemán.
APOYAR A ERDOGAN POR PRAGMATISMO
Para él, el apoyo de parte de la sociedad turca a Erdogan es una cuestión, ante todo, de pragmatismo. “Encontrar trabajo en Turquía es muy difícil, por mucho que se diga que la economía del país va bien, es muy difícil encontrar trabajo allí; de no ser así, ¿por qué íbamos a estar aquí en Berlín y en Alemania tantos turcos ?”, se pregunta. Por eso, “el padre de familia que encuentra trabajo y una buena escuela para sus hijos a través del partido de Erdogan, tiene que mostrar agradecimiento al partido”, añade, aludiendo al Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), la formación del jefe de Estado turco.
Pese a lo ineludible que el AKP y el propio Erdogan se han convertido para muchos turco-alemanes o turcos que viven en Alemania, también los hay que tratan de vivir ajenos a los problemas del país donde tienen sus raíces. Es el caso de otro Ali, un joven de una corta veintena de años que prefiere identificarse así para mantenerse en el anonimato. Trabaja haciendo razones de döner kebap en el Mustafa, uno de los locales de comida turca más conocidos de Berlín.
LA CABEZA LLENA DE ERDOGAN
En las inmediaciones de este local, una barraca de metal de diminutas dimensiones situada al sur de Kreuzberg, la gente llega a esperar hasta tres horas por uno de los bocadillos que sirven Ali y sus dos compañeros de trabajo. Pese a que aquí la clientela está compuesta por abundantes turistas que han oído hablar de los kebaps de verduras de Ali, este joven dice “tener la cabeza llena de Erdogan”.
“Todo el mundo habla de él, Erdogan por aquí, Erdogan por allá, yo no soy una persona que apoye a Erdogan, pero en Alemania y en el mundo pasan muchas cosas de las que nadie habla, nadie se interesa sobre lo que pasa en Palestina, por ejemplo”, afirma, antes dejar su opinión sobre lo que pasa en su país: “Cada cual tiene que tener derecho a mostrar su opinión. Eso debe ser así”, concluye. La oleada de represión a la oposición y el cierre de 131 medios en Turquía tras el levantamiento fallido indica que ese principio no se está respetando en el actual contexto de represión que vive Turquía.