Eran pasadas las 10 de la noche del viernes en Turquía cuando algunos aviones del Ejército empezaron a volar a baja altitud sobre Ankara y en Estambul los militares cerraban el paso de los puentes sobre el estrecho del Bósforo además de intentar tomar el aeropuerto de Atatürk en la turística ciudad, el mismo aeropuerto en el que el presidente Recep Tayyip Erdogan aterrizaría horas después tras interrumpir su retiro vacacional en Marmaris (y después de rumores de que había llegado a pedir asilo en Alemania).
Los ciudadanos de ambas urbes notaron que algo extraño sucedía cuando en algunos casos oyeron tronar los aviones sobre sus cabezas en plena ciudad o cuando a través de las redes sociales empezaron a ver lo que estaba pasando en el Bósforo. Quienes estaban en otros lugares, se enteraron del intento de golpe de Estado como si estuvieran en otro país, al mismo tiempo que en España. Para ellos, era una noche como otra cualquiera.
En Gaziantep, una ciudad al sur del país fronteriza con Siria, el sirio Majed Arab, comenta a EL ESPAÑOL que él estaba tranquilamente en su terraza al fresco cuando comenzó a recibir mensajes de sus compañeros de trabajo en las otras dos ciudades. En su ciudad no pasó nada, excepto las manifestaciones de personas en apoyo a Erdogan por las calles. De militares, ni rastro.
Van a pagar el precio más alto
El recientemente nombrado primer ministro, Binali Yildirim, no tardó ni media hora en admitir que Turquía se encontraba ante un intento de golpe de Estado. “No permitiremos que triunfe, van a pagar el precio más alto”, advirtió desde el principio, como contó EL ESPAÑOL en directo.
No pasaron ni ocho minutos cuando miembros del Ejército afirmaron en un comunicado emitido por la televisión nacional que habían tomado el control del país para hacer respetar el cumplimiento del Estado de derecho en contra de la deriva autoritaria del presidente turco Recep Tayyip Erdogan, en contra de la islamización de la política y para poner orden en contra de la extendida corrupción. La cúpula militar aclaró poco después que la intentona golpista no iba con ellos.
Los militares tomaron la televisión pública, la sede de la CNN Türk, la sede del partido gobernante AKP, dejaron caer una bomba sobre el Parlamento… los tanques y militares se hicieron notar en las calles de estas dos ciudades y en las pantallas de todos los televisores.
Pero al amanecer el golpe de Estado ya daba los últimos coletazos. 265 muertos, 161 de ellos, civiles. Más de 2.800 militares detenidos y otros tantos destituidos entre los jueces en la mañana del sábado, según el propio Yildirim. "La pena de muerte está suprimida en Turquía, pero hoy habrá una reunión del Consejo Constitucional que debatirá sobre la conveniencia de recuperar esta forma de castigo", anunció. “Quiero la pena de muerte” fue tendencia en Twitter este sábado en Turquía.
El intento del golpe de Estado es una bendición de Alá
Como anillo al dedo le ha venido al presidente turco este suceso en su camino por crear un país presidencial donde él sea el único regidor, coinciden los analistas consultados por EL ESPAÑOL. Y los hechos lo avalan, empezando por sus propias palabras: “El intento del golpe de Estado es una bendición de Alá que permitirá limpiar el Ejército”, admitió este sábado tras recuperar el control. Le permitirá “limpiar” el bando militar... y otros muchos.
En Turquía se dice que los militares decidieron intentar el golpe ahora a las puertas de un consejo de seguridad en agosto en el que se replanifica el futuro del Ejército, con ascensos, retiros obligados y se readjudican cargos y funciones. Algunos de estos militares iban a ser probablemente cesados en sus cargos, por no comulgar con la política de Erdogan. Incluso hay rumores en Ankara de que iban a prescindir de algunos de ellos en cuestión de días.
El Gobierno turco achaca el golpe sin tapujos al adversario político de Erdogan, Fettulah Güllen, y el movimiento de sus seguidores. Güllen fue aliado político del mandatario hasta 2013, juntos impregnaron todos los estamentos de la vida pública de su gente hasta que Güllen se hartó de la islamización de su socio y se exilió a Estados Unidos, según analistas independientes. Para Ankara, ahora su movimiento se iguala al de un grupo terrorista y ha pedido su extradición. Güllen niega su participación.
El ministro de Trabajo, Suleyman Soylu, señala directamente a EEUU: "El instigador del golpe es Estados Unidos (...). Tras el terror en el sureste [de Turquía] y los problemas en Siria e Irak están las ambiciones y planes de EEUU".
“Hay más de 2.000 militares detenidos… No estoy seguro de que este grupo pueda ser reducido a gullenistas, más bien se tratará de un grupo mixto que los incluya”, opina Aykan Erdemir, antiguo político turco y actualmente investigador en la Fundación para la Defensa de la Democracia en Washington D.C. La acusación sobre Estados Unidos la descarta de plano: "Es típica patriotería".
A lo que han contribuido los golpistas intentando frenar a Erdogan es a un autoritarismo aún mayor
“A lo que han contribuido [los golpistas] intentando frenar a Erdogan es a un autoritarismo aún mayor”, opina Erdemir. Con él coinciden el profesor turco del departamento de Turquística en la Universidad de Duisburg (Alemania), Burak Copur: “Es positivo que el golpe haya fracasado, [pero] a cambio hay una dictadura civil en marcha. Erdogan sale reforzado”.
Tanto ellos como el periodista turco independiente, Abdullah Bozkurt, que dirige una agencia de noticias en Ankara llamada Muhabir Ajans, tienen claro que el presidente turco va a salir ganando y la sociedad civil, perdiendo. Ni siquiera la ayuda que han supuesto los medios independientes para informar sobre el golpe de Estado, va a servir para mejorar sus relaciones con el Gobierno.
Estos medios y los partidos opositores han rechazado la intención golpista “porque no se puede luchar contra un antidemócrata con un medio antidemocrático”, como dice Copur. Pero este mismo sábado, el Gobierno también ha señalado a varios periodistas colegas de Bozkurt como traidores, por ser simpatizantes de Güllen. “Estoy preocupado por mi propia seguridad”, confiesa Bozkurt. Mantiene que su agencia es independiente a la vez que él simpatiza con las ideas de Güllen “contra la islamización del Estado, contra la corrupción y a favor del diálogo”.
Una “caza de brujas” extenderá sus garras hasta todos los recovecos de la Administración pública y fuera de ella, anuncia Erdemir. Bozkurt no tiene duda de que el fallido golpe de Estado llevará a una “escalada en las tácticas autoritarias”. Tanto refuerza la presente situación a Erdogan, que algunos piensan que no le era ajeno lo que se avecinaba y dejó que sucediera para salir fortalecido. Sea así o no, de lo que no dudan los expertos es que el fallido golpe de Estado marca el inicio de una nueva era más represiva y autoritaria en Turquía.