Los ataques de julio en Baviera y los efectos de la crisis de refugiados pasan factura a la unidad de los conservadores germanos. Los políticos de la Unión Socialcristiana de Baviera (CSU), el partido hermanado a la Unión Cristiano Demócrata (CDU) de la canciller Angela Merkel y que la representa en este estado federado, tienen una pregunta sobre la que reflexionar durante sus vacaciones de este verano: ¿Hay que separarse de la CDU y romper la tradicional unión de la familia conservadora?
No faltan motivos para que en la CSU, incluidos sus 56 diputados en el Bundestag, le den vueltas a ese interrogante. Entre otras cosas, por la voluntad popular que muestran algunos sondeos, según los cuales casi la mitad de población ve bien que la CSU salga de sus fronteras bávaras para presentar candidatos en toda Alemania en las próximas elecciones generales, que se celebrarán en 2017.
Esa idea ha sido estudiada por las altas instancias del partido bávaro, según adelantó ya en mayo la prestigiosa publicación Der Spiegel. Tras los últimos sucesos, esta posibilidad suena con más fuerza. El impacto electoral podría ser mayúsculo, pues en este sentido sería como si en España el PSOE andaluz diera la espalda a Madrid.
Además, el giro a la izquierda de la CDU operado bajo el liderazgo de Merkel y la manifiesta pérdida de sintonía que han experimentado ambas formaciones invita a dudar de la estabilidad en la tradicional asociación de los principales partidos conservadores germanos. “Hay gente en el partido que dice que la CSU debe salir de Baviera en unas próximas elecciones”, reconoce a EL ESPAÑOL Stephan Ebner, líder de las juventudes de la CSU. Él no se encuentra entre “esas voces”, que asegura que conforman “una minoría”.
La crisis de los refugiados es clave para entender que se haya generado esta opinión en la formación conservadora bávara. “En la crisis de los refugiados ha habido grandes diferencias entre la CSU y la CDU”, confirma a este periódico Silke Brandt, responsable de comunicación del grupo de diputados de la formación bávara en el Parlamento alemán. “Baviera estuvo bajo mucha presión por haber recibido a tanta gente y habríamos querido oír una señal de stop, de que no podíamos recibir a tanta gente”, agrega.
Situada al sudeste germano, Baviera representa las mayores fronteras de Alemania y la puerta de acceso en la denominada "ruta de los Balcanes" para ese más de un millón de demandantes de asilo y migrantes que llegaron al país en 2015. Cuando Merkel optó el año pasado porque su país recibiera con los brazos abiertos a los refugiados estaba abriendo, sobre todo, los 1.600 kilómetros de las fronteras bávaras.
CHOQUE EN LA POLÍTICA DE REFUGIADOS
En lugar de atender las tempranas solicitudes para restringir la llegada de refugiados formuladas por el líder de la CSU, el primer ministro bávaro Horst Seehofer, Merkel sólo empezó a cerrar las puertas de su país a los demandantes de asilo tras los robos y agresiones masivas a mujeres perpetradas, según las autoridades germanas, por una mayoría de hombres inmigrantes en la pasada Nochevieja. Y de nuevo tras los ataques sufridos en julio, que sucedieron todos en Baviera.
El pasado mes, Múnich, la capital bávara, vivió escenas de horror en un tiroteo que dejó nueve víctimas mortales y 27 heridos protagonizado por un adolescente germano-iraní con problemas psicológicos que tenía ideales de extrema derecha.
En el mismo fin de semana de ese ataque, un demandante de asilo sirio al que se había denegado el refugio y tenía que ser deportado detonó un artefacto explosivo que transportaba en una mochila en la ciudad de Ansbach, causando su propia muerte e hiriendo a quince personas. Días antes, en Wurzburgo, un refugiado que llevaba dos años en Alemania hirió a cinco personas con un hacha y un cuchillo en un tren. Estos dos últimos ataques fueron reivindicados por la organización terrorista del Estado Islámico.
LA POPULARIDAD DE MERKEL CAE
En este contexto, las insistentes peticiones de más mano dura en materia de seguridad e inmigración procedentes de Seehofer y su CSU han acabado por tener sitio en la agenda de la canciller. De hecho, Merkel interrumpió sus vacaciones a finales de julio para presentar el boceto de un plan de acción centrado en inmigración y seguridad que incluye acelerar las deportaciones.
“A mi me gustó lo que dijo Merkel en su última rueda de prensa, afirmando que 'no habrá un año más como el anterior', porque no puede ser que este año entren en el país de forma incontrolada otros 1,2 o 1,5 millones de inmigrantes”, dice Ebner, el líder de las juventudes de la CSU. En 2015, Alemania recibió a 1,1 millones demandantes de asilo, según cifras oficiales.
Con su última vuelta de turca a la política de refugiados, la canciller no parece haber convencido a la mayoría de la población. Al menos de eso dan cuenta los sondeos. Sólo aprueba su gestión un 47% de la población, según una reciente encuesta del instituto Infratest-Dimap para la televisión pública alemana ARD. Ese porcentaje es un 12% menor que el de anteriores consultas sobre la canciller.
Por su parte, la aprobación de Seehofer alcanzó el 44% en esa misma encuesta, un porcentaje que ha subido 11 puntos porcentuales. La popularidad de Seehofer es comparable con el creciente deseo de parte de la población consistente en ver a la CSU pensando en grande en términos políticos. Es decir, que dé el paso de ampliar su campo de actuación más allá de Baviera. El pasado mes de mayo ya se habían publicado estudios demoscópicos según los cuales casi la mitad de la población (45%) veía con buenos ojos que la CSU fuera elegible en toda Alemania.
TENSIÓN ENTRE CDU Y CSU
Christine Strassmaier, politóloga e investigadora especializada en temas de seguridad y terrorismo en un think tank muniqués, asegura que “hay mucha tensión política interna entre la CDU y CSU debido a los temas de refugiados, terrorismo y la violencia vivida estos días atrás”. Para ella, esta situación resulta especialmente “relevante, porque hay elecciones generales el próximo año”.
Tanto es así que, incluso algo antes del verano, Seehofer ya se había reunido con los estrategas de su partido para analizar una eventual carrera electoral de la CSU separada de la CDU en las próximas elecciones generales. La idea suena a “amenaza” para Edgar Grande, profesor de política comparada en Universidad de Múnich. Este politólogo advierte de que algo así no es nuevo. Se trata de un fenómeno que se repite entre CSU y CDU cada vez que el partido de Merkel se ha orientado hacia el centro-izquierda.
“En 1976, la CDU hizo algunos gestos hacia su modernización bajo el liderazgo de Helmut Kohl, la CSU consideró aquello como un giro a la izquierda y amenazó con extenderse fuera de Baviera”, recuerda Grande. Con Merkel al frente, “la CDU, un partido conservador con temas típicos conservadores como la familia, ha dejado de dar relevancia a este tipo de temas, y esto ha llevado a que el partido sea considerado como posicionado ideológicamente más a la izquierda, mientras que la CSU no ha hecho ese movimiento”, añade el profesor.
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, CDU y CSU forman uno de los grupos parlamentarios dominantes en la democracia alemana, sólo discutida por el Partido Socialdemócrata (SPD), antes de que éste sufriera a principios de este siglo una notable caída del apoyo del electorado y con quien ahora conforman la "gran coalición" del Ejecutivo alemán. Para la CDU y CSU, que atesoran 311 diputados en el Bundestag, el SPD ahora es el socio junior en el Gobierno debido a sus 193 escaños.
EVITAR LA DIVISIÓN DE CONSERVADORES
Cuando se le pregunta sobre las supuestas intenciones de la CSU de hacer campaña en solitario, Brandt, la responsable de comunicación de la formación bávara, dice que “es normal que cada partido apueste por sus temas y trabaje en su propia dirección”. “Si hacer ésto es una traición a la CDU o no, habría que preguntarlo a la CDU”, agrega. Precisamente, al secretario general de la CDU, Peter Tauber, le parece posible que cada partido conservador presente un programa distinto de cara a las elecciones de 2017. “En sí, eso no es malo”, según Tauber.
Con todo, Brandt asegura a este periódico que su partido y el de la canciller tienen que “encontrar el camino para seguir juntos”. Entre otras cosas, según Brandt, porque “CDU y CSU ganan mucho más juntos que separados”. Sin embargo, según las cuentas de Grande, el politólogo de Universidad de Múnich, “una CSU separada de la CDU haría tener más votos al conjunto de cristiano-demócratas alemanes”.
Si presentara candidatos en toda Alemania en futuras elecciones, la CSU optaría a recuperar los votos que la CDU ha perdido en beneficio del partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD). “Hay gente que está dejando la CDU en beneficio de AfD porque la CDU no es lo suficientemente conservadora y porque en la CDU se han tomado decisiones que la CSU no habría tomado”, comenta Strassmeier, la otra politóloga de Múnich. Por eso “la CSU está gozando de un apoyo al alza en Alemania, más allá de Baviera”, añade esta experta.
No obstante, que la CSU presente candidatos en toda la geografía germana es algo que Grande ve poco realista. “Tendría consecuencias negativas para la CSU, pues perdería su monopolio político en Baviera”, opina. De ahí que, según él, anteriores amenazas de salir a competir fuera del escenario bávaro, como la lanzada en 1976 por el otrora líder socialcristiano Franz-Josef Strauss, no llegaran a buen puerto.
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