Las llamas devoraron los pocos enseres y frágiles hogares temporales -tiendas de campaña o barracas- de más de 800 solicitantes de asilo en un atestado campo de refugiados de Lesbos, la isla griega que el año pasado se hizo conocida en el mundo entero por haberse convertido en la puerta de entrada a Europa de cientos de miles que huían de la guerra. Tuvieron que dormir al raso cuando sucedió hace una semana, pero la mayoría de los afectados ya puede descansar de nuevo en tiendas de campaña facilitadas por la agencia de la ONU para refugiados, Acnur.
Ese pequeño alivio, sin embargo, no resta frustración alguna a cientos de personas en ese y otros campos de refugiados en las islas griegas que llevan hasta medio año esperando a obtener una respuesta, si quiera algo de información, sobre la tramitación de su solicitud de asilo, denuncian organizaciones humanitarias como Acnur o Amnistía Internacional.
“La situación ahora está calmada, no hay peleas. Pero las condiciones siguen siendo escandalosas. La situación antes era muy mala y el fuego sólo la ha empeorado”, asegura Giorgios Kosmopoulos, investigador de los derechos de los refugiados y migrantes de Amnistía Internacional en Europa. Estuvo en Moria en las horas siguientes al incendio y allí se encontró a personas que ya había visto el pasado marzo. Medio año después, seguían sin tener noticias sobre su solicitud de asilo.
El campo de Moria duplica o incluso triplica su capacidad para acoger a un máximo de 1.300 personas, según el portavoz internacional de Acnur en Grecia, Roland Schönbauer. “La situación sigue siendo tensa, porque está más allá del límite. Las capacidades de alojamiento y para tramitar las solicitudes de las personas para registrarlas no están a la altura. Por eso hay tensiones, malas condiciones de vida”, resume Schönbauer. Puede haber 30 personas en una barraca con capacidad para diez y se pasan semanas comiendo lo mismo (pasta, patatas…), ejemplifica Kosmopoulos.
Con el fuego, las autoridades evacuaron a un centenar de menores no acompañados a un lugar de acogida privado, pero sólo pudieron quedarse allí un par de días. Luego tuvieron que volver al campo. Poco importó que fueran niños desamparados: las autoridades -que gestionan la inmensa mayoría de los campos de refugiados- y organizaciones privadas que acogen a los refugiados no dan más de sí.
La situación en Moria no hace más que reflejar la de todas las islas griegas, que acogen a más refugiados y migrantes de los que pueden, coinciden ambos expertos. Y aunque desde el acuerdo UE- Turquía se ha reducido notablemente la llegada de personas en busca de ayuda atravesando el Egeo, cada día arriba un centenar a las costas del archipiélago heleno. Además, como recuerda Kosmopoulos, aquel acuerdo con Ankara ha formado el embudo en las islas, pues todas las personas que llegaran a partir de entonces (el 20 de marzo) a las costas griegas serían devueltas a Turquía, aunque en la práctica muchas se quedan en el limbo. Las autoridades helenas llevan tiempo sin dar más de sí y la situación está “empeorando sin parar”, subraya el portavoz de Amnistía.
Se sienten abandonados, olvidados, extremadamente estresados… se puede ver en sus caras: no pueden dormir
“Se sienten abandonados, olvidados, extremadamente estresados… se puede ver en sus caras: no pueden dormir”, describe Kosmopoulos sobre Moria, como podría hacerlo sobre otros campos. Los demás miembros de la “familia” de la Unión Europea, como apunta el portavoz de Acnur, prometieron reubicar a más de 66.000 refugiados hace un año y únicamente han reacogido a 4.100.
El problema “se debe a la lentitud de la Administración griega y a la [falta de] solidaridad europea”, diagnostica y pide a los políticos y altos funcionarios “un poco de realismo”.
“Si viesen lo que nosotros vemos a diario, el enfado y la frustración y el cansancio de esperar y esperar y esperar... quizá eso daría un empujón a algún corazón y también a algún cerebro. La gente no se va a disolver. Ni la lluvia ni la nieve del invierno va a disolver la situación, sólo va a empeorar. Si los países se ponen las pilas, pueden empezar a integrar a la gente y se pueden beneficiar de su creatividad, mano de obra...”, trata de animar Schönbauer a quienes toman decisiones.
“60.000 es una cifra pequeña, como los espectadores que puede acoger un gran estadio de fútbol”, lamenta Kosmopoulos. “Debería ser gestionable para Grecia y la Unión Europea ofrecer una acogida digna”. Mientras se deciden, Acnur propone que al menos reubiquen a solicitantes de asilo de las islas en tierra firme en Grecia y así poder aliviar tanto la situación humanitaria como administrativa en lugares como Lesbos. También recalca su petición de ofrecer mayor seguridad en los campos de refugiados para evitar situaciones como el incendio de Moria.