Bajo los focos, se daban cita por primera vez los siete candidatos a la “primaria abierta de la derecha y el centro” en Francia. Preparados, en teoría, para marcar sus diferencias dentro de la misma familia política. La noche de este jueves 13 de octubre, tenía lugar el primer debate televisado en el seno de la campaña de las primarias de los conservadores, que se celebrarán en dos vueltas los próximos días 20 y 27 de noviembre.
En el centro de las miradas dos candidatos destacaban por encima del resto: el exministro y actual alcalde de Burdeos, Alain Juppé. Y el expresidente de la República, Nicolas Sarkozy, principales favoritos en la carrera de la derecha a las elecciones presidenciales. Se esperaba un ferviente combate en el que Sarkozy saliera perdedor. Sin embargo, tras dos horas de emisión, poco o nada hubo de enfrentamiento entre los aspirantes a la presidencia de la República.
La lucha contra el terrorismo, el laicismo, el islam y la seguridad fueron ejes centrales del debate. Las diferentes propuestas sobre la gestión de los polémicos ficheros "S" (denominación creada para señalar a los individuos que suponen “un peligro para la seguridad del Estado”) dejaron entrever la falta de concordia en el seno de los Republicanos.
El exministro y candidato, Bruno Le Marie, apostaba por expulsar a todos los ficheros “S” de nacionalidad extranjera. Mientras, François Fillon, exprimer ministro, retomaba la polémica idea de retirar la nacionalidad a todos los franceses que combaten en Siria e Irak.
Más moderado, el favorito, Alain Juppé, proponía dejar en libertad a ciertos “ficheros S” para vigilarlos y desmantelar las filiales a las que pertenecen; mientras, Jean-Fréderic Poisson, el único candidato que no pertenece a los Republicanos, sino al Partido Cristiano-Demócrata, se oponía a la encarcelación de los individuos bajo el estatus de “S” por “cualquiera que sea la razón”.
Por su parte, Sarkozy reclamaba la encarcelación de los ficheros "S" más peligrosos. Nathalie Kosciusko-Morizet, la única mujer candidata, defendía la necesidad de revelar la identidad de los individuos incluidos en este estatus en el caso de que busquen un empleo.
La "innegociable cultura francesa"
Discrepancias que se repetían frente a la consideración de la identidad y la inmigración, cuestiones que ocupan desde hace meses la primera plana mediática y política en Francia. Mientras Juppé defendía una visión de la sociedad francesa a semejanza de su diversidad, Sarkozy apostaba por la suspensión de las políticas de reagrupación familiar.
Poco reticente a emplear el término “identidad”, Le Maire hacía referencia a la “cultura francesa” que, a sus ojos, “no es negociable”. Jean-Fréderic Poisson proponía, por su parte, la suspensión progresiva del reagrupamiento familiar bajo la condición de “una política de codesarrollo más enérgica con los países de África”. Al extremo, François Fillon, defendía el establecimiento de una cuota máxima de acogida que, tras ser alcanzada, impediría “acoger a nadie más”.
La intangible cuestión de la identidad dio paso a otra polémica menos etérea: el burka. Bajo la presidencia de Nicolas Sarkozy, en 2010, el Ejecutivo galo aprobó una ley que prohíbe las vestimentas que no dejan ver el rostro en los espacios públicos. Haciendo referencia a tal normativa, el expresidente propuso “que toda persona que no respete (dicha ley) sea privada de las ayudas familiares”.
François Fillon aprovechó el filón para reprochar a Sarkozy su rechazo, durante su mandato, a un texto que prohibiera de manera explícita el burka. La contienda no se limitó a Sarkozy y a su exministro. Jean-François Copé aprovechaba para recordar a Fillon que tampoco él “fue favorable a una ley de prohibición del burka”.
Bruno Le Marie no dejaba escapar la oportunidad de apostar por una medida más excesiva: “combatir el islam político”, considerando un delito vestir dicha prenda y exigiendo la prohibición del velo en la universidad y en las comisarias. Por su parte, el casi desconocido Jean-Fréderic Poisson, se desmarcaba de la polémica marcando la diferencia: “Yo no seré el jefe de Estado que instaurará una policía contra las vestimentas”.
PROPUESTAS ECONÓMICAS
Precediendo a la contienda sobre las cuestiones de inmigración y seguridad, el panorama económico, el empleo y la fiscalidad se delinearon como las principales preocupaciones para todos los candidatos. Con un programa económico liberal bajo el brazo, la batalla se libraba sobre la forma y no sobre el contenido.
Para Nicolas Sarkozy, “los seis millones de parados” constituyen “el principal problema de Francia”. Su solución: “una bajada de impuestos” que vaya más allá de la competitividad de las empresas, “actuando en beneficio de las clases medias que han sido golpeadas”. Su principal contrincante, Alain Juppé optaba por una reducción de impuestos de 28.000 millones de euros netos: 60% para las empresas y el 30% específicamente para las PYME.
La duración de la jornada laboral también enfrentó a los candidatos. Unos y otros se disputaron la flexibilidad establecida por los convenios de empresa. Mientras Fillon apostaba por “suprimir la duración legal del tiempo de trabajo, dejando a las empresas negociar a través de los sindicatos o a través de referéndums”; Sarkozy se mostraba partidario de que “cada empresa elija libremente la duración semanal de trabajo bajo dos condiciones: si se trabaja 37 horas, se pagarán 37 horas, y de ser así, deberá ser el resultado de un referéndum en el seno de la empresa”.
ESCÁNDALOS POLÍTICOS
Economía, seguridad, rifirrafes internos… Y también entramados judiciales aparecieron bajo los focos del debate. Nicolas Sarkozy no pudo evitar enfrentarse al escándalo Bygmalion. Un affaire que ha llevado al el expresidente de la República a ser acusado formalmente de “financiación ilegal de su campaña electoral” de 2012.
En su defensa, Sarkozy apuntaba que “mis antecedentes penales, después de 37 años de vida política, están en blanco. Nunca he sido condenado y desde hace cinco años, he sido, sin duda, el francés más interrogado, más investigado… ¿Creen de verdad que si tengo algo que reprocharme, me presentaría como candidato?”.
Sin embargo, 'Sarko' no fue el único que se vio obligado a tratar de limpiar su imagen frente a una acusación o investigación judicial. Su principal adversario, Alain Juppé, también se enfrentó a la condena que pesa sobre él por la creación de empleos ficticios en el ayuntamiento de París. “Todo el mundo conoce mi condena, no podemos rehacer la historia. No hubo enriquecimiento a nivel personal. No debo ser el chivo expiatorio. Son los votantes los que deben decidir si este hecho me descalifica”, concluyó el candidato.
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