Cuando el 25 de diciembre de 1991 el entonces presidente de la Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov, apareció en televisión para anunciar su dimisión frente a la inminente caída de la URSS, a muchos de sus compatriotas el cielo se les caía encima. La mayoría no quería ver el desmembramiento de una superpotencia que había marcado el rumbo del siglo XX.
Veinticinco años después, las encuestas muestran que casi dos tercios de la sociedad rusa querría volver a vivir en la Unión de Repúblicas Soviéticas. “Según los últimos datos, un 60% quiere restablecer la Unión Soviética, a pesar de que la mayor parte de ellos considera que actualmente sería imposible”, dice Denis Volkov, sociólogo del centro Levada de estudios de opinión pública. “Este porcentaje es especialmente alto entre la gente que nació y vivió en la URSS”.
Según las encuestas de Levada, uno de los factores clave que hacen a Rusia añorar su pasado comunista es el rol que tenía de gran potencia respetada en el escenario mundial que solucionaba problemas internacionales. Otro factor es que muchos todavía se sienten engañados con el desmembramiento de la Unión Soviética y las posteriores reformas económicas que de la noche a la mañana hicieron pobres a millones de personas.
“Todo se hizo sin preguntar qué opinaba la gente. No entendíamos a qué venían todos aquellos cambios. Pensábamos que todo era para vivir mejor. Y en realidad los que ganaron fueron personas con dinero que usurparon el poder”, dice el pensionista Serguéi Nefedov.
Entre la gente joven el porcentaje de los que quieren que resucite la Unión Soviética no es tan elevado. “A los que les gustaría vivir en la URSS normalmente no saben de qué están hablando, porque hay una gran falta de información auténtica sobre el periodo soviético”, considera Volkov.
Hasta 2014, el número de los que añoraban la URSS caía paulatinamente. Sin embargo, en los dos últimos años se ha registrado un giro copernicano, en primer lugar relacionado con la anexión de Crimea, comprendida por la mayor parte de la población rusa como un paso hacia el renacimiento de la superpotencia. Semejante cambio ha animado al propio Gorbachov a declarar en la antesala del 25 aniversario de la caída de la URSS que considera posible una “restauración voluntaria de la Unión Soviética con las mismas fronteras”.
Desde la desaparición del imperio comunista, su último presidente siempre ha estado en la cola de los políticos menos populares entre los rusos. “Muchos consideran a Gorbachov el verdugo de la superpotencia y el autor de la profunda crisis económica que siguió. Para los rusos tienen poca importancia las libertades que había garantizado Gorbachov”, dice Volkov.
“La mayor catástrofe geopolítica del siglo XX”
A diferencia de sus antecesores, el presidente ruso, Vladímir Putin, nunca ha ocultado que considera la desaparición de la URSS “la mayor catástrofe geopolítica” del siglo pasado. Desde su llegada al Kremlin, Putin no ha dejado de apelar a los sentimientos de los nostálgicos del pasado comunista. Restableció con pocos cambios el himno bautizado por el líder soviético Iosif Stalin, así como la bandera roja como símbolo del Ejército. Además, ha descartado la idea de enterrar al autor de la revolución bolchevique Vladímir Lenin y cerrar su mausoleo en la Plaza Roja de Moscú.
Aprovechando los altos precios del petróleo en la primera década de su Gobierno, Putin consiguió reformar y modernizar las Fuerzas Armadas rusas restableciendo en parte el poderío militar que tenía la URSS. La anexión de Crimea y la operación militar en Siria marcaron un antes y un después en las relaciones internacionales a la vez que sumergieron al mundo en la más profunda crisis diplomática entre Rusia y Occidente desde el final de la Guerra Fría.
La Unión Europea y los Estados Unidos introdujeron sanciones contra Rusia por su papel en el conflicto en Ucrania y el Kremlin respondió con un embargo alimenticio. La OTAN ha declarado en reiteradas ocasiones que considera Moscú la principal amenaza a la seguridad internacional junto con el grupo terrorista Estado Islámico.
Sin embargo la crisis actual difiere de la denominada Guerra Fría de los años 1980. Según el reputado politólogo ruso Andrei Kortunov, entonces competían dos modelos distintos: el capitalismo y el socialismo de la URSS. “Hoy en día, Occidente considera que la principal línea divisoria en la política mundial pasa entre la democracia y el autoritarismo. Cualquier acción para ampliar el espacio de la libertad se considera correcta. Se puede justificar la intervención de la OTAN en Yugoslavia, la guerra en Irak y la injerencia en Libia”, dice. La percepción del Kremlin es bien distinta. La división pasa entre “el orden y el caos, entre la soberanía y la intervención extranjera”.
La inesperada victoria del republicano Donald Trump en las elecciones presidenciales en Estados Unidos ha despertado cautelosas esperanzas de un deshielo en las relaciones entre Moscú y Washington similar al que acompañó a la desaparición de la URSS hace 25 años. “Trump no tiene compromisos con la Administración anterior. Podría pasar página e iniciar un capítulo nuevo en relaciones bilaterales”, considera Kortunov.
Sin embargo, pese al optimismo del Kremlin por los primeros contactos con el presidente electo de EEUU, la mayor parte de los analistas rusos opina que la situación no cambiará de la noche a la mañana porque la inercia de la crisis actual es muy alta. “Es probable que con Trump baje el grado de la confrontación. Pero por supuesto que no prevemos nada parecido a un reinicio de las relaciones bilaterales en el futuro cercano”, concluye el experto.
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