El año nuevo en Turquía con el atentado en el club Reina de Estambul ha vuelto a certificar la peligrosa dinámica hacia la que se dirige el país, consecuencia de los errores del Ejecutivo, la purga de gülenistas, la ruptura del proceso de diálogo con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y el contagio de los conflictos en Irak y Siria. Los 17.000 efectivos de las fuerzas de seguridad desplegadas en Estambul y la vía libre para el uso de medidas contra el Estado de derecho que permite el estado de emergencia no han podido evitar que otra nueva masacre golpee Anatolia, la 27ª desde junio de 2015, cuando una bomba explotó en un mitin del pro-kurdo Partido Democrático de los Pueblos (HDP).
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, asegura que el objetivo de los ataques es desestabilizar Turquía sin entrar a cuestionar los fallos en la seguridad y algunas decisiones erróneas del Ejecutivo. Y esto, unido al puñado de enemigos del Gobierno -militantes de extrema izquierda como el DHKP-C, el PKK y los yihadistas de Al Qaeda y el Estado Islámico (EI)-, está convirtiendo Anatolia en un hervidero en el que los grupos armados tienen como objetivo sembrar el caos para derrocar al Partido Justicia y Desarrollo (AKP).
La situación es paradójica, ya que fue el propio AKP quien tras la ruptura del proceso de paz con el PKK aumentó la presión violenta contra los “terroristas” como táctica para recuperar la mayoría absoluta en la reválida electoral de noviembre de 2015. Erdogan, con fama de gran estratega, sabía que la violencia dosificada funciona en Anatolia para unir al nacionalismo turco.
El Gobierno puede reemplazar al personal de seguridad de la noche a la mañana, pero requiere mucho más tiempo construir el conocimiento y experiencia y, por supuesto, una red de informantes
La delicada situación ha provocado que ni el AKP cuestione las lagunas en la Seguridad, consecuencia de la purga de gülenistas iniciada tras la fallida asonada del pasado julio, que suma más de 100.000 apartados y 40.000 detenidos. Los nuevos reclutas que están entrando en las fuerzas de seguridad no tienen la experiencia necesaria para combatir en una lucha asimétrica contra enemigos que anteponen la causa a la vida. El Cemaat, como se conoce al grupo dirigido por Fethullah Gülen, controlaba las parcelas esenciales que articulan el Estado: Justicia, Seguridad y Educación. Eliminar esta influencia requiere estas medidas radicales, que han llegado en un caótico momento para Erdogan y la región en cuestiones de seguridad.
Gareth Jenkins, experto en asuntos de seguridad del think tank Silk Road Studies residente en Estambul, apunta que “el Gobierno puede reemplazar al personal [de seguridad] de la noche a la mañana, pero requiere mucho más tiempo construir el conocimiento y experiencia y, por supuesto, una red de informantes”. Según subraya, la red de informantes es una de las claves en la actual crisis: “Es crucial. Aunque también requiere tiempo, es más fácil reemplazar a gente que conduce vigilancias técnicas como el seguimiento telefónico o el control de los correos electrónicos que reemplazar a los oficiales que mueven a los informantes. Generalmente, la relación entre un oficial y un informante se construye en base a la confianza, y esto requiere tiempo”.
Otros inconvenientes esgrimidos por Jenkins, quien lleva tres décadas analizando la situación de Anatolia, son la cooperación internacional, mermada por la teoría del Gobierno que dice que Occidente apoya a los grupos terroristas, y el idioma: “Es relativamente fácil encontrar gente que hable kurdo, y eso que los miembros del PKK se comunican en general en turco, pero es mucho más complicado encontrar a gente que hable el árabe, usado por los miembros del EI”.
Los esfuerzos de Erdogan por suprimir las voces disidentes están consumiendo una gran parte de los recursos del Estado
Tradicionalmente el Estado turco tiene una estructura legal que dota de amplios poderes a la Seguridad. La ley antiterrorista, cuestionada por la Unión Europea, considera a los simpatizantes de una organización terrorista igualmente como terroristas y los sospechosos pueden estar hasta cinco años en la cárcel sin un veredicto. Pese al estado de emergencia en vigor, que permite al Ejecutivo saltarse la ley y detener a los sospechosos sin pruebas, y leyes aprobadas por el AKP antes de la asonada como la de Inmunidad, que evita que los comandantes de las fuerzas antiterroristas sean juzgados sin la autorización del primer ministro y por tanto agiliza la impunidad, los atentados han aumentado en Anatolia.
Una de las razones podría estar en la foco del Ejecutivo, centrado en la purga gülenista, lo que debilita la compleja lucha contra la miríada de grupos armados que operan en suelo turco. “Los esfuerzos de Erdogan por suprimir las voces disidentes están consumiendo una gran parte de los recursos del Estado, incluidas las fuentes que tendrían que ser usadas para proteger la vida de la gente”, destaca Jenkins. Para Ali Nihat Özcan, experto de la Fundación de Estudios Políticos y Económicos de Turquía TEPAV, “la prioridad de Erdogan es el movimiento de Gülen, que está trabajando para grupos extranjeros que buscan derrocar a Erdogan con las vistas puestas en el futurible referéndum presidencialista, que podría celebrarse a finales de la primavera o principios del verano de este año. Y el terrorismo puede influir en el resultado al crear temor en la gente, que necesita encontrar a un protector, a un rais”.
Los fallos en la seguridad se evidenciaron en el asesinato del embajador ruso en Ankara, Andrei Karlov, antes las cámaras y en el atentado que dejó más de 40 policías muertos en las pedanías del estadio del Besiktas, en Estambul. Sobre el primero aún no se ha aclarado cómo un embajador carece de seguridad y un policía que no está de servicio puede llegar hasta él con tanta facilidad. En el segundo el impacto lo creó la cadena BBC, que tenía con antelación alquilado un piso desde el que captar con nitidez el lugar de la masacre.
Enemigos y fallos
La reivindicación del atentado en el club Reina por parte del EI es la primera de esta organización terrorista en suelo turco, aunque el Ejecutivo ya había apuntado al grupo dirigido por Abu Bakr al Bagdadi en un puñado más. El autor, que según la Inteligencia turca es de origen centroasiático, aún no ha sido capturado. Parece tratarse de un profesional que podría haber recibido instrucción en alguna lucha encubierta o separatista iniciada en las dos últimas décadas.
Esta es una razón más para preocuparse, ya que en Turquía supuestamente existe una amplia red de células durmientes que encontraron su hueco durante los primeros años de la guerra en Siria. Entonces Erdogan no luchó contra los grupos yihadistas que intentaban derrocar a Bashar al Asad y los kurdos de Rojava, estos últimos el enemigo que hasta hace poco toda la sociedad turca veía como el principal para la integridad de Turquía. La balanza parece haber cambiado mientras se evidencia el gran error de cálculo yihadista del presidente.
El EI no tiene un gran poder dentro de Turquía. El principal enemigo es el PKK y puede crear grandes problemas
Los terroristas del autodenominado Estado Islámico no son los únicos que están preparando un triste y sangriento invierno para Anatolia. El PKK, que generalmente ahora viviría su época de asueto por los inconvenientes meteorológicos, podría agudizar su lucha contra el AKP hasta la celebración del futurible referéndum presidencialista.
Özcan asegura que “el EI no tiene un gran poder dentro de Turquía. El principal enemigo es el PKK y puede crear grandes problemas. Por supuesto que de vez en cuando el EI puede atacar, pero si vemos la influencia del PKK y la legitimidad que ha ganado en la región con la guerras en Siria e Irak es sin duda nuestro gran problema”.
A finales de diciembre, el TAK, grupo kurdo que se atribuye los atentados en el oeste de Turquía y que es considerado parte del PKK, aseguró que en 2017 aumentarán sus ataques. A diferencia de los primeros compases del renovado conflicto kurdo, los milicianos están dispuestos a dejar muertes civiles para golpear a militares, su objetivo real. La ruptura del proceso de paz en julio de 2015, justo tras la masacre de Suruç, ha desencadenado una represión en las regiones kurdas que ha forzado a desplazarse a casi 400.000 civiles. El PKK ha insinuado en varias ocasiones estar dispuesto a volver a la mesa negociadora, pero Erdogan no ha querido ni planteárselo. La reciente detención de 13 diputados del HDP sólo refuerza la máxima de que la paz es imposible para 2017.
La situación es extremadamente preocupante. Turquía no ha llegado aún al punto en el que no hay retorno, pero está acercándose
“La imagen para este año no es clara. El PKK tiene objetivos diferentes a los del EI y regula sus tácticas de acuerdo a las condiciones de la región. Por otro lado, existe una competencia entre ellos. Turquía tienen que manejar el conflicto entre el PKK y el EI, que ya se han enfrentado en Turquía y podrían volver a desencadenar aquí una nueva lucha entre ellos”, aventura Özcan.
“Pese a la reforma constitucional, no veo que la situación vaya a mejorar en el futuro. El temor es que la violencia se incremente también dentro de la sociedad entre los seguidores y oponentes del Gobierno. Incluso sin que existan evidencias de que el Gobierno esté instigándola, ya hemos visto un alarmante ascenso de los ataques dirigidos por sus seguidores", opina Jenkins. "La situación es extremadamente preocupante. Turquía no ha llegado aún al punto en el que no hay retorno, pero está acercándose. Algo tiene que hacerse rápidamente no sólo en la lucha antiterrorista, también en las desavenencias de la sociedad”, desgrana.
Con esta dinámica llena de enemigos e inseguridad, las voces descarriadas, entre las que se encuentran los medios pro-AKP, hablan de guerra civil, para lo que se necesitaría al kemalismo en la calle, lo cual difícilmente sucederá; las alarmistas pregonan una paquistanización de Anatolia, algo que el PKK no consentiría pese a ser enemigo de Erdogan; y las moderadas optan por apuntar que la actual espiral de violencia, que ha dejado cerca de 300 muertos en atentados en 2016, continuará durante 2017.
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