Bruselas

Dentro de un mes Holanda se convertirá en el primer laboratorio para medir el auge de los partidos populistas, euroescépticos y antiinmigración en la Unión Europea en la era del brexit y de la presidencia de Donald Trump en Estados Unidos.

El islamófobo Geert Wilders, líder del Partido por la Libertad (PVV), encabeza todos los promedios de encuestas de cara a las elecciones del 15 de marzo, y su victoria podría dar alas a la ultraderecha de Marine Le Pen o Frauke Petry en los siguientes comicios en Francia o Alemania respectivamente. Pero la gran fragmentación del sistema político holandés hace muy improbable que pueda llegar a convertirse en primer ministro, ya que el resto de partidos se niegan a pactar con él.

El ascenso imparable de Wilders se explica porque ha sabido explotar dos grandes preocupaciones de parte del electorado holandés, el aumento de la inmigración y la transferencia de poder a la Unión Europea, según relata a EL ESPAÑOL Meindert Fennema, profesor emérito de teoría política en la Universidad de Ámsterdam y autor de una biografía sobre el líder del PVV.

"Su éxito se basa en la combinación de estos dos factores y en su reivindicación de que quiere recuperar la soberanía. Alega que el país se ha echado a perder debido a Bruselas y a los inmigrantes y culpa a la UE y a la élite política holandesa del aumento de la inmigración. Además, propugna un país que vuelva a ser independiente y libre de inmigrantes", señala el profesor. En este sentido, Wilders defiende "el mismo discurso nacionalista" que los partidarios del brexit o de Trump: "Holanda primero".

En su primera gran entrevista televisiva de la precampaña el pasado domingo, el líder del PVV volvió a desplegar todo su arsenal contra el islam y los inmigrantes. Anunció que si llega a primer ministro reintroducirá los controles fronterizos y cerrará todas las mezquitas de Holanda. Y sostuvo que la religión musulmana es más peligrosa que el nazismo. "El Corán es un libro más antisemita que Mein Kampf [el ideario de Adolf Hitler]. Está lleno de incitación a la violencia", aseguró el líder del PVV en un programa de la televisión pública.

Ya ha sido llevado a la justicia por sus ideas islamófobas y salió más o menos airoso cuando el pasado 9 de diciembre el tribunal que le juzgaba por unas declaraciones en 2014 contra los marroquíes le declaró culpable de incitar a la discriminación, pero no al odio. Pero no tiene que pagar ni los 5.000 euros que pedía la fiscalía. El tribunal consideró que "basta con que el condenado sepa que no debería" hacer ese tipo de declaraciones. 

Por otra parte, Wilders quiere celebrar un referéndum para sacar a Holanda de la Unión Europea, siguiendo los pasos de Reino Unido.

Según el último promedio de encuestas, el PVV obtendrá el 15 de marzo el 18,2% de los votos (casi el doble que en las anteriores elecciones de 2012) y entre 25 y 31 escaños. Es decir, que aunque gane, no superará el 20% de los 150 diputados que tiene el Parlamento holandés. El apoyo a Wilders en las encuestas ha ido evolucionando a lo largo de la legislatura. Aumentó durante la crisis de los refugiados de 2015, bajó ligeramente a principios de 2016, pero remontó en noviembre, precisamente cuando Wilders fue a juicio por insultar a los marroquíes.

Rutte adopta la retórica populista

El primer ministro Rutte, en el Foro de Davos Ruben Sprich/Reuters

En segunda posición se sitúan los liberales del actual primer ministro, Mark Rutte (VVD), con el 15,8% de los votos y entre 22 y 26 escaños. Rutte, que entre 2010 y 2012 lideró un Gobierno de coalición con los democristianos (CDA) con el apoyo externo de Wilders, ha dicho que en esta ocasión no pactará con el líder del PVV. "Hay una posibilidad del cero por ciento, Geert. No va a ocurrir", escribió el domingo el primer ministro en su cuenta de Twitter.

Pero en la práctica, Rutte se ha escorado durante la campaña hacia la retórica populista que predica Wilders. Su iniciativa más polémica ha sido una carta abierta publicada a toda página el 23 de enero como anuncio en la prensa y dirigida a los inmigrantes. "Actúa de forma normal o márchate", era su mensaje.

La misiva del primer ministro arremete contra "la gente que no se adapta, que ataca nuestras costumbres y rechaza nuestros valores", "que ataca a los gays, grita a las mujeres con minifalda o llama racistas a los holandeses normales". "Entiendo a las personas que piensan que si rechazáis de forma tan fundamental nuestra tierra, es mejor que os marchéis. De hecho, yo pienso lo mismo", señalaba Rutte.

Los grandes derrotados de las elecciones del 15 de marzo serán los actuales socios de coalición de Rutte, los socialdemócratas del PvdA, el partido del presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem. Se desploman del 24,8% al 8,1% y sólo tendrán entre 11 y 15 escaños, según los sondeos. Un ejemplo más de la crisis de la socialdemocracia en Europa que también afecta a España, Francia o Alemania.

Muy difícil formar gobierno

Por lo demás, el Parlamento holandés quedará muy fragmentado. Hasta 14 partidos pueden lograr representación. Y en lugar de las tres fuerzas tradicionales dominantes hasta ahora (socialdemócratas, democristianos y liberales), habrá media docena de partidos de tamaño medio (con más de 10 escaños): entre ellos, los liberales progresistas (D66), los socialistas (SP), los ecologistas (GL) o el partido 50plus, que defiende los intereses de los jubilados y personas mayores.

Para el profesor Fennema, es "muy improbable" que Wilders se convierta en el próximo primer ministro de Holanda por la negativa del resto de fuerzas a pactar con él. "Aunque no lo dice, ni siquiera él quiere ser primer ministro, no quiere asumir la responsabilidad", explica. Ejercer el poder erosionaría sus credenciales como político antisistema, como ya ocurrió cuando apoyó al Gobierno de Rutte entre 2010 y 2012.

En su entrevista del domingo, Wilders pronosticó que el resto de partidos cambiarán de idea y aceptarán colaborar con él si logra más de 30 escaños. "En primer lugar, tendrán que hacerlo (...) No se puede apartar a dos millones y medio de personas después de unas elecciones democráticas, eso sería muy poco inteligente", alega el líder populista.

"Eso puede acabar en una situación de bloqueo o en una coalición de muchos partidos, porque los otros partidos son todos muy pequeños", pronostica el analista de la Universidad de Ámsterdam, que prevé unas negociaciones "difíciles". Desde la Segunda Guerra Mundial, los partidos holandeses han tardado una media de 72 días en formar gobierno. Pero en 1977 se necesitó un tiempo récord de 208 días.

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