El inventor de la Europa de las dos velocidades: "Todo depende de Macron"
El exdiputado alemán Karl Lamers ve a España en el núcleo duro de la Unión Europea tras el 'brexit'.
9 marzo, 2017 04:08Noticias relacionadas
- España entra en la foto del núcleo duro de la Europa de las dos velocidades
- Polonia trata de desbancar (sin éxito) a Tusk como presidente del Consejo Europeo
- El Gobierno británico prevé tres años de desaceleración y un "futuro brillante" tras el 'brexit'
- La odisea de conseguir la residencia en Reino Unido: 85 páginas y un calvario burocrático
La idea de una Europa siguiendo una integración a varias velocidades no es nueva. Se sabe que la canciller Angela Merkel llevaba valorándola desde hace tiempo. Sin embargo, no es ella sino otros dos políticos de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) quienes plantearon primero esta solución para relanzar el proyecto comunitario. Se trata de Wolfgang Schäuble, actual ministro de Hacienda alemán, y Karl Lamers. Ambos plantearon en 1994 la necesidad de crear un "núcleo duro" de países europeos que lidere la integración.
Su propuesta, realizada poco después de la entrada en vigor del Tratado de Maastricht, pasó sin pena ni gloria por el debate europeo. Ahora, sin embargo, la idea se presenta como una estrategia a seguir para la construcción europea. Lamers (Königswinter, 1935) fue diputado de la CDU durante 21 años. Atiende a EL ESPAÑOL tras la Cumbre de Versalles en la que participaron el lunes los líderes de Francia, Alemania, Italia y España. En esa cita parecía materializarse la existencia de un grupo de países que quiere estar a la vanguardia de un proyecto europeo que Lamers ve ante un preocupante y creciente número de desafíos.
¿Cómo surgió esta idea de una Europa que funcione con varios niveles de integración?
Yo era presidente del grupo de trabajo de la CDU y la Unión Social Cristiana de Baviera (CSU) para política Exterior. Nunca tuve un cargo específico para cuestiones europeas. Había un portavoz en el grupo de la CDU/CSU para cuestiones europeas pero no decía nada [ríe]. En este contexto, Wolfgang Schäuble y yo tuvimos la idea, que pretendía realizar un adelanto en el proceso de integración europea.
España ha sufrido lo suyo, pero ha logrado integrar el núcleo duro de Europa
¿Cómo era la Europa en la que surgió esa idea?
La situación era la siguiente. En 1994 ya habíamos invitado a entrar en la UE a nueve países del este de Europa, desde Bulgaria hasta Estonia. Estaba claro que estos países debían ser integrados, en vista de las promesas que Occidente siempre les hizo. Pero, al mismo tiempo, estaba claro que la Unión Europea iba a cambiar con la eventual llegada de esos países, porque esos países vivían, en muchos sentidos, en otro tiempo.
¿A qué se refiere?
A que tenían que ocuparse primero de su propio Estado-nación, porque habían sido objeto de conflictos y guerras durante siglos. Piense en Polonia, en los países bálticos, aunque también la República Checa o Eslovaquia.
Pero Europa tenía que seguir avanzando.
Así es. El proceso de integración europea tenía que seguir funcionando, por los propios intereses de los países europeos. En Francia, especialmente, se temía que Alemania, que estaba recién reunificada, decidiera orientarse al este. Pero en Alemania hemos aprendido de nuestro pasado. No puede haber en Europa un proyecto de hegemonía. Proyectos así han fracasado antes. En Alemania, el principal interés siempre fue que la integración europea avanzara. De ahí la iniciativa de plantear, como concepto, un “núcleo duro” de países que de Europa. Esto no es otra cosa que una Europa que funcione con diferentes velocidades.
En 1994 no se hizo caso a su propuesta. ¿Siente usted ahora que le han dado la razón?
La idea no puede estar más de actualidad. No es sorprendente. Porque tenemos ante nosotros desafíos extraordinarios. Uno está relacionado con el terrorismo, la inmigración y los refugiados que vienen de Oriente Medio. Por otro lado está la inmigración del África subsahariana. Frente a estos procesos, para que haya soluciones, necesitamos décadas. Otro desafío lo representan la emergencia de China, que es amenazante pero también una oportunidad, y Rusia. No olvidemos que la evolución política de Estados Unidos también representa un desafío muy particular para Europa. Considerando todos juntos estos desafíos, con todo el respeto que merecen las naciones de toda Europa, si cada país europeo actúa por su cuenta, serán demasiado pequeños.
La crisis no es de la Unión Europea, es de los Estados-nación
¿Es un “núcleo duro” para Europa la solución a esos desafíos?
Cuando un grupo de países deciden llevar a cabo una política común se produce un efecto sobre el terreno político de los países que están alrededor. Es como si el núcleo generara un fenómeno de magnetismo. En términos políticos los efectos de ese magnetismo se vieron en el pasado con el Reino Unido. Éste, contra sus propias intenciones, se implicó en el proyecto europeo hasta ahora.
¿Ve usted en crisis a la Unión Europea tras el 'brexit'?
La crisis no es de la Unión Europea, es de los Estados-nación. La Comisión Europea no está en crisis, tampoco el Parlamento Europeo. Ambos siguen haciendo su trabajo. La crisis está en los Estados-nación europeos, donde, a su vez, ha entrado en crisis lo que se llama establishment. Mire, por ejemplo, Italia. En el centro-derecha italiano no quedan estructuras políticas y los votantes se decantan por populistas como el Movimiento Cinco Estrellas de Beppe Grillo o por la Liga Norte. Francia es otro ejemplo interesante.
Todo depende de los resultados de las elecciones francesas.
Francia es la encarnación misma del Estado-nación. Pero allí los partidos políticos tradicionales no han tomado las medidas que había que tomar. Jean-Luc Mélenchon, en la izquierda francesa, identifica a Europa con la globalización cuando habla de la necesidad de démondialisation [la desglobalización]. Pero la Unión Europea no es la globalización, es la respuesta a la globalización, donde ya no existen fronteras. No se puede volver al Estado-nación ni a sus fronteras. En política no hay garantías para tener éxito. Pero siempre hay garantías para el fracaso, y la principal consiste en no reconocer la realidad.
En los años 90, España no formaba parte de ese núcleo europeo que usted anticipaba. Pero ahora el papel español es otro.
España siempre ha sido un país que me ha fascinado. Es de los países que primero puso a Occidente en una posición de dominio en el mundo. Pero en los años 90 era muy temprano para que España estuviera en el núcleo de Europa [el ingreso español en la Comunidad Económica Europea data de 1986]. En los últimos años, España ha sufrido lo suyo, pero ha logrado integrar el "núcleo duro" de Europa.
Necesitamos una unión monetaria de verdad, con una política fiscal
¿Qué medidas o proyectos deben lanzar los países del núcleo europeo?
Necesitamos una unión monetaria de verdad, con una política fiscal. Ya hay proyectos que van en esa dirección. El candidato a presidente francés Emmanuel Macron ha presentado uno, y el suyo parece adecuado y convincente. El riesgo de la unión monetaria estaba en que no existía unión política. En Alemania se habló de esto en un primer momento, pero la unión política no era algo aceptable para el Bundesbank. Es comprensible, no estábamos preparados para ceder soberanía. Ahora hay ideas como la creación de una comisión en el Parlamento Europeo cuyos miembros son sólo países integrantes de la zona euro. Éste es un elemento que se identifica con esa idea de núcleo europeo.
La defensa destaca entre los ámbitos en los que más se dice que se puede avanzar.
Hay temas en los que se puede hacer más, como la lucha contra el terrorismo, pero también en el compromiso en África o también en Oriente Medio. También desde Estados Unidos se nos ha planteado que debemos pagar por nuestra propia defensa. Europa tiene que ser un socio de Estados Unidos, pero un socio capaz de decir 'no'. Sé que ser autónomo en defensa no es una garantía de estabilidad, pero siempre será mejor que la hegemonía. Europa tiene que ser fuerte.
Francia ha perdido considerable influencia en el debate europeo en los últimos años. ¿Siguen siendo Alemania y Francia imprescindibles en la construcción europea?
Francia y Alemania, cuando uno mira Europa desde Gibraltar hasta la frontera este de Polonia, están en el centro geográfico. No tengo que hacer esfuerzos para recordar episodios de la historia en los que esos dos países se han peleado. Lo han hecho durante siglos, siempre tratando de imponer una forma u otra de hegemonía en Europa. Lo hizo en su día Napoleón. No voy a compararlo con Hitler, pero también había en Napoleón esa idea de hegemonía y terminó fracasando. También fracasó la Alemania nacionalsocialista.
Está claro que Alemania no va a perseguir imponer su hegemonía en Europa
No es casualidad que la cita en la que se apostó por la Europa de varias velocidades haya tenido lugar en Versalles a iniciativa de Hollande. ¿Si hubiera sido en Berlín se habría podido acusar a Merkel de querer imponer su hegemonía en Europa?
Para mí está claro que Alemania no va a perseguir el imponer su hegemonía en Europa. Después de 1918, el final de la Primera Guerra Mundial, que parte de la primera tentativa de Alemania de imponer su hegemonía en Europa, no fuimos derrotados militarmente, al menos no totalmente como tras la Segunda Guerra Mundial. Tras las Segunda Guerra Mundial, Alemania acabó totalmente destruida. Perdimos nuestra soberanía. Dejamos de ser un Estado soberano. Quedamos moralmente desacreditados por el Holocausto. Pero es que, además, de todo aquello fuimos nosotros los responsables. No fueron poderes oscuros, ni otros países. La culpa fue nuestra. Pese a todo, los aliados nos dieron una oportunidad.
¿Qué cree usted que puede evitar que la Europa de varias velocidades se quede en un proyecto que no vaya mucho más allá de la Cumbre de Versalles?
Todo depende de los resultados de las elecciones francesas. Estoy convencido de que Marine Le Pen no será elegida presidenta de Francia. Macron puede serlo. Con él puede haber un nuevo desarrollo de la Unión Europea.