La nueva Unión Europea de las dos velocidades "no debe llevar a la creación de países miembros de primera clase y otros de segunda clase", avisan en una declaración conjunta los líderes socialistas de la UE. La maniobra de las cuatro grandes potencias -Alemania, Francia, Italia y España- para lanzar una Europa a la carta tras la salida de Reino Unido ha provocado suspicacias entre el resto de socios. En particular, en los países del Este, que temen verse excluidos del núcleo duro de toma de decisiones. El debate sobre la era del postbrexit empieza a agravar las fracturas internas de la Unión.
Tras la convulsa reelección de Donald Tusk como presidente del Consejo Europeo con la oposición de su propio país, Polonia, los jefes de Estado y de Gobierno dedican este viernes la segunda jornada de la cumbre de primavera precisamente a discutir sobre el futuro de la Unión. No se ha invitado a la primera ministra británica, Theresa May, que sí estuvo en Bruselas el jueves. Este será el formato habitual durante las negociaciones del brexit: un día de cumbre a 28 y el segundo sin Londres.
La reunión de este viernes está marcada por la minicumbre de Versalles que reunió el lunes a la canciller, Ángela Merkel; el presidente francés, François Hollande; el español, Mariano Rajoy; y el primer ministro italiano, Paolo Gentiloni.
Los líderes europeos deben redactar la declaración sobre el futuro de la UE que se aprobará en la cumbre para conmemorar el 60 aniversario del Tratado de Roma, que se celebra en la capital italiana el 25 de marzo. La declaración consta de tres partes: la primera sobre los logros conseguidos hasta ahora, la segunda sobre los retos a los que se enfrenta Europa hoy y la tercera sobre qué debe hacer la UE ahora. Los 27 están de acuerdo en que las prioridades son la protección y la seguridad, la dimensión social y el crecimiento y el empleo.
Pero la cuestión más polémica es el método de trabajo. "¿En esta UE a 27, tenemos que estar siempre juntos o, teniendo en cuenta la diversidad de aspiraciones y concepciones de Europa y las dificultades para llegar a acuerdos, hay que dejar más espacio para cooperaciones diferenciadas?", plantea un alto diplomático de uno de los países que apuestan por la UE de las dos velocidades. Las cuatro potencias quieren incluir en la declaración de Roma una referencia a esta geometría variable. Pretenden evitar que en el futuro los más rezagados, como los países del este en la crisis de refugiados, impidan al resto acelerar.
¿Unidad o diversidad?
El primero en levantarse contra esta Europa a la carta ha sido el propio Tusk. "Si en Roma nace un nuevo bebé (la UE a 27), su nombre debe ser unidad y no múltiples velocidades", afirma gráficamente un alto funcionario próximo al presidente del Consejo Europeo. "El objetivo debe ser que todos los Estados miembros participen en nuevas formas de integración. El objetivo debe ser la unidad, las dos velocidades son algo preocupante", agrega. Tusk expresa así el punto de vista de los países del este, que en realidad quieren repatriar algunos poderes de la UE, por ejemplo en materia de inmigración, pero a la vez rechazan ser marginados por el núcleo duro.
"La novedad ahora es que la Europa de múltiples velocidades, que ya existe en cuestiones como el euro o el espacio Schengen, se quiere institucionalizar como norma de la integración europea y ya no como excepción. Y por eso hay reticencias entre los que piensan que eso necesariamente deja a países fuera y por tanto se desnaturaliza la idea de Europa", explica a EL ESPAÑOL Pol Morillas, investigador del Centro de Relaciones Internacionales de Barcelona (CIDOB) y autor de un estudio sobre los escenarios para la Unión después del brexit.
Rajoy ya dijo el lunes que España quiere participar en este núcleo duro, en la vanguardia de la UE. Este jueves ha mantenido una reunión bilateral con el primer ministro holandés, Mark Rutte, en la que ha vuelto a apostar por "más y mejor integración". En cambio, Rutte, que el 15 de marzo se enfrenta a elecciones en su país en pleno auge del populismo y el euroescepticismo, ha proclamado que "los días de una unión cada vez más estrecha han quedado atrás". "Los federalistas han perdido", afirma.
Dificultades prácticas
Aparte de este debate filosófico, la Europa a varias velocidades se enfrenta a muchos obstáculos prácticos. Precisamente, los líderes europeos han aprobado este jueves una decisión que tiene valor de ejemplo: autorizar la creación de una fiscalía federal para proteger los intereses financieros de la Unión. Tras tres años de negociaciones, se ha constado que es imposible lograr la unanimidad de los 27 y por eso se lanza una cooperación reforzada en la que participarán 17 Estados miembros.
Este ejemplo ilustra a la perfección que los grupos reducidos no siempre son sinónimos de rapidez y diligencia en la toma de decisiones. El procedimiento de cooperación reforzada se institucionalizó por primera vez en el Tratado de Ámsterdam en 1999. Desde entonces apenas se han aprobado tres: sobre la legislación de divorcio, la patente europea (en la que no participa España por la exclusión del castellano como lengua de trabajo) y los regímenes patrimoniales de las parejas internacionales. La cuarta, sobre la tasa a las transacciones financieras, está bloqueada.
Dada la complejidad del procedimiento, los líderes optan en muchas ocasiones por salirse del marco de la UE y firmar Tratados intergubernamentales, como hicieron para el fondo de rescate (MEDE) o el acuerdo para reforzar la disciplina fiscal en la eurozona.
El otro problema es la elección de los temas de cooperación. Incluso los promotores de la Europa a la carta reconocen que si, por ejemplo, sólo un número reducido de países miembros colaboran en la lucha contra el terrorismo y el resto se quedan fuera, el resultado será crear más lagunas de seguridad.
"La zona euro es un ejemplo claro de primera velocidad en la que debería haber mucha más integración, con una unión fiscal y económica plena", señala Morillas. Pero ni siquiera entre los 19 países de la eurozona hay consenso sobre el camino a seguir y Alemania veta iniciativas consideradas clave como a creación de un sistema europeo de garantía de depósitos bancarios.
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