“¡Peligro! Ella puede ganar”, titulaba el semanario Marianne el pasado 7 de abril. “Si Le Pen es elegida… El escenario negro de los 100 primeros días”, rotulaba el hebdomadario L’Obs el 16 de marzo.
A lo largo de esta histórica campaña presidencial, los sondeos y las encuestas de opinión han señalado a Marine Le Pen, líder del Frente Nacional (FN), como la candidata favorita en la primera vuelta de los comicios.
A tan sólo cuatro días de la cita con las urnas, un estudio realizado por Kantar Sofres OnePoint para LCL, RTL y Le Figaro, dibuja un panorama imprevisible: empate entre Emmanuel Macron, candidato de En Marche!, y la líder de extrema derecha, ambos contarían con un 24% de intención de voto, seguidos muy de cerca por François Fillon, con un 23%, y por Jean-Luc Mélenchon, líder de La France Insoumise (Francia insumisa), con un 18%.
Ante tales cifras, donde el margen de error deja las puertas abiertas de la segunda vuelta a los cuatro candidatos, aparece una preocupación cardinal: el ascenso de Marine Le Pen.
“Jamás en nuestra historia la extrema derecha ha aparecido tan cerca de acceder al poder. Nunca antes ha conocido un terreno tan favorable para hacer prosperar sus ideas. El desempleo masivo, el hartazgo generalizado, la pérdida de referentes (…), la oleada de atentados que continúan amenazando a Francia, la retórica antisemita, la teoría del complot en el ambiente, el éxito inesperado del populismo en el extranjero… Todo contribuye como un peldaño para su ascenso.” Así alertaba el periodista Matthieu Croissandeau de la “pesadilla Le Pen”, en una columna publicada el 14 de abril en el semanario L’Obs.
¿El ascenso indiscutible de Le Pen será suficiente para llevarla hasta las puertas del Palacio del Elíseo? ¿Ha conseguido deshacerse de la imagen fascista de su padre, Jean-Marie Le Pen, convirtiéndose en una candidata presidenciable? ¿Se movilizará el electorado francés frente a su posible victoria? Son algunas de las preguntas que circulan en las columnas de opinión, entre los analistas y expertos que tratan de preconizar el resultado de los comicios, cuestiones también que preocupan a pie de calle, entre un electorado francés más dividido e indeciso que nunca.
“A pesar de su éxito en la encuestas, Le Pen tiene menos apoyo del que esperábamos”, explica la politóloga Nonna Mayer, directora de investigación del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) y profesora en Sciences Po de París, experta en movimientos políticos de extrema derecha.
El 58% de los franceses considera que el FN es un peligro para la democracia, once puntos más que en 2013. Aumenta su número de votantes, pero también el de detractores.
“En las elecciones regionales de diciembre de 2015, el FN fue el partido más votado con un 27,73% de los votos en la primera vuelta, ahora los sondeos le otorgan entre un 23-24%, ante estas cifras no hay que exagerar su dinámica”, estima la politóloga.
El éxito del FN en la primera vuelta de aquellos comicios, donde se impuso en seis de las trece regiones, desató una movilización masiva del electorado en la segunda, pasando de una participación del 49,9% a un 59,14%. Finalmente, el partido de extrema derecha no consiguió conquistar el gobierno de ninguna región. Hasta ahora, el electorado francés ha frenado el ascenso del FN, actuando como un “cordón de seguridad”. Así ocurrió en 2002, cuando los votantes cerraron las puertas del Elíseo a Jean-Marie Le Pen, fundador del FN, otorgando una victoria indiscutible al conservador Jacques Chirac.
Y es que, a pesar de los esfuerzos de Marine Le Pen de ‘desdemonizar’ su imagen, el FN sigue siendo considerado como un peligro, así lo demuestra el estudio realizado por FranceInfo y el diario Le Monde el pasado mes de marzo.
“El 58% de los franceses estima que la formación supone un peligro para la democracia, once puntos más que en 2013 y dos puntos más que en 2016. En definitiva, a medida que aumenta su número de votantes, también aumenta el número de ciudadanos que rechaza al FN”, analiza Nonna Mayer.
Un análisis que comparte Fabien Escalona, politólogo especialista en social-democracia y profesor en Sciences Po Grenoble, “las investigaciones demuestran que la popularidad de Marine Le Pen aumenta, pero al mismo tiempo aumenta el número de aquellos que la rechazan, aumentan las movilizaciones contra el partido que, no podemos olvidar, es la formación más detestada y la considerada menos creíble. La imagen global del Frente Nacional es muy negativa entre el electorado francés.”
La abstención, clave para el resultado
Frente al vaticinio de los sondeos, que pronostican un enfrentamiento entre la líder de extrema derecha y el fundador de En Marche!, Emmanuel Macron, ambos politólogos remarcan la importancia de la abstención y de la falta de certeza de una gran parte del electorado, dos elementos que podrían dibujar un panorama muy diferente.
Nonna Mayer recuerda que “el 28% de los votantes no saben que harán este domingo 23 de abril en las urnas. Nunca antes nos hemos encontrado ante un escenario tan incierto, tan imprevisible. Le Pen tiene muchas posibilidades de encontrarse en una segunda vuelta, pero en todos los casos, si nos ceñimos a los sondeos, perdería frente a cualquiera de los otros candidatos, ya sea Macron, Fillon o Mélenchon.”
“Quizás, el escenario más peligroso, que podría dejar entrever una eventual victoria del FN, sería el enfrentamiento entre Fillon y Le Pen", estima Fabien Escalona. "Ambos se han visto salpicados por escándalos similares: los empleos ficticios, uno en el seno del Parlamento francés y otro en el seno de las instituciones europeas. Ambos proponen un programa radical… La movilización del electorado de izquierdas en estas circunstancias no sería evidente, pero cuando nos enfrentamos a un escrutinio real, comprobamos que este electorado es muy disciplinado, ya se movilizó en las elecciones regionales, apoyando a Los Republicanos para evitar el ascenso del FN", agrega.
El fracaso de Hollande, caldo de cultivo para Le Pen
Pero, más allá del “voto responsable” y de la hipotética movilización contra Le Pen, cabe preguntarse por su propio electorado, fieles adherentes que han conseguido situar a su líder a la cabeza de la carrera hacia la presidencia. “En 1990 ya existía el voto obrero al FN, sin embargo, en 2012 se produjo un cambio importante. En aquellas elecciones, los obreros más precarios votaron por François Hollande, frente a Nicolas Sarkozy, considerado el ‘presidente de los ricos’. Tras el fracaso del quinquenio de Hollande, este sector no cree que la izquierda represente ‘la justicia social’, están desencantados. Ahora votan por el FN, en busca de nuevos referentes”, analiza la politóloga.
El lúgubre balance del quinquenio de Hollande parece explicar parte del éxito de Marine Le Pen. Con la polémica reforma de la ley laboral, que trajo consigo protestas multitudinarias, y con la idea de retirar la nacionalidad a los binacionales condenados por terrorismo en Francia, una propuesta propia del partido de extrema derecha, los pilares del Partido Socialista se han visto tambaleados.
El electorado de Le Pen no se preocupa habitualmente por la política, es un voto "contra las élites, antisistema, antieuropeo y antiinmigración, los males que acechan a Francia, a su parecer".
En este contexto, “Le Pen propone un programa ‘patriótico’, que muchos de sus votantes no ven como un programa de izquierdas o de derechas, simplemente como un nuevo referente, una nueva opción frente a la decepción que ha suscitado la presidencia de Hollande, y que también suscitó la de Sarkozy. Es un electorado que no se preocupa habitualmente por la política, que no tiene referentes ideológicos”, estima Fabien Escalona. El voto a Le Pen se convierte entonces en un voto “contra las élites”, “antisistema”, “antieuropeo” y “antiinmigración”, los males que, al parecer de Le Pen y de su electorado, acechan a Francia.
El auge de la extrema derecha
En una Europa donde los partidos de extrema derecha parecen ganar terreno, Marine Le Pen aparece como una pieza más del puzle. “Es evidente que desde hace 20 años, los partidos de derecha radical, nuevos partidos desvinculados de cualquier tradición de extrema derecha, aparecen con más frecuencia en el panorama político", explica la politóloga, que ha dedicado su carrera al estudio de los comportamientos políticos de la extrema derecha.
Sucedió especialmente en 2008, en los países de Europa del Este, donde la crisis económica golpeó muy fuerte. Desde entonces, hemos visto surgir diferentes fuerzas populistas. En 2013 apareció la AfD (Alternativa para Alemania), un partido ‘antieuropeo’, ‘antiinmigración’, ‘antisistema’, que ha ido ganando fuerza gracias a esta retórica. Sin olvidar al Partido por la Libertdad (PVV), liderado por Geert Wilders en Países Bajos, anti-islam y eurófobo, a quien las encuestas situaban como favorito en las elecciones holandesas”.
Sin embargo, si bien estos partidos comparten principios esenciales, “eurofobia”, “islamofobia”, “anti-élites” y “antisistemas”, tanto su historia como su verdadera fuerza política son muy diferentes. “No hay que olvidar que el FN data de 1972, y en sus orígenes contó con corrientes neonazis y fascistas en su propio seno. Los nuevos partidos de derecha radical en Europa, no tienen las mismas raíces”, remarca Nonna Mayer.
En este contexto, la hipotética victoria del FN, no sería más que la continuación lógica a la victoria de Trump y al del éxito de brexit. Una análisis demasiado “sencillo para ser real”, estiman ambos politólogos.