"A bloody difficult woman", una mujer condenadamente difícil. Con estas palabras describió el peso pesado tory Ken Clarke a la entonces aspirante a liderar el Partido Conservador -y Reino Unido- Theresa May tras el referéndum del brexit. La sonora frase, capturada en cámara cuando Clarke conversaba distraído con un compañero de filas, dio la vuelta al mundo y se convirtió en tendencia en las redes sociales (#BloodyDifficultWoman). Pero, a pesar de las connotaciones negativas, la primera ministra parece sentirse cómoda con el apodo.
El mes pasado, después de que se filtrara que su cena de trabajo con el presidente de la Comisión Europea no había ido demasiado bien, May advirtió en televisión al líder del Ejecutivo comunitario que descubriría que era una mujer difícil de tratar. “Durante la campaña de las primarias del Partido Conservador uno de mis colegas me describió como una mujer condenadamente difícil. Y yo dije que el siguiente en descubrirlo sería Jean-Claude Juncker”, contó a la BBC.
La frase encarna en verdad la persona política que May se ha esforzado por construir: una suerte de nueva dama de hierro capaz de plantar cara a Europa para hacer cumplir la voluntad del pueblo británico frente al 'desorganizado' laborismo de Jeremy Corbyn. “Liderazgo fuerte y estable”, ha sido el eslogan que la líder tory ha repetido hasta la saciedad durante las últimas semanas. El martes prometió deshacerse de leyes de derechos humanos si dificultan la lucha antiterrorista, presentándose como una dirigente implacable ante la adversidades que golpean a Reino Unido.
Pero el mensaje no ha calado como quería y el resultado de las elecciones anticipadas del jueves no ha sido, ni mucho menos, el que esperaba. Su apuesta de adelantar los comicios ha salido mal y los conservadores han perdido la mayoría que tenían en el Parlamento, sumiendo al país en un panorama de ingobernabilidad. Tras haber perdido una docena de escaños, la líder conservadora ha optado por continuar al frente del país con el apoyo del Partido Unionista Democrático (DUP) de Irlanda del Norte.
Lejos de hacer autocrítica, la premier ha defendido el resultado en una alocución delante del número 10 de Downing Street tras reunirse con la reina y prometido sacar al Reino Unido de la Unión Europea de acuerdo con el dictamen del referéndum. "Ahora, ¡a trabajar!", ha zanjado. Pero lo cierto es que el país entrará en las negociaciones del brexit con un Ejecutivo más débil que el resultante de las elecciones de 2015 y la continuidad de la primera ministra está en entredicho.
La imagen de May sufrió mellas a lo largo de una campaña electoral que empezó con el Partido Conservador a 20 puntos de distancia de los laboristas. Uno de los grandes baches llegó al presentar el programa electoral conservador, que incluía una reforma radical del sistema de asistencia social que fue rápidamente bautizada por la oposición como el “impuesto sobre la demencia”. Ante las críticas, May reculó aseverando que establecería un límite a la cantidad a pagar, pero no quiso definir una cifra con las elecciones a la vuelta de la esquina. La líder tory optó por una campaña de baja exposición sin participar en debates electorales ni ofrecer grandes detalles sobre sus planes de divorcio con la UE. Por otro lado, tras el atentado en Londres del pasado fin de semana, Corbyn reprochó a May el recorte de 20.000 puestos de policía cuando era secretaria de Interior, cartera que ostentó hasta ascender al último escalafón del poder.
“Me da la sensación de que su reputación ha caído a lo largo de la campaña”, opinaba Robin Pettitt, experto en política británica de Kingston University London, en la antesala de los comicios. “Su insistencia cuasirobótica en el mensaje 'fuerte y estable' ha colisionado con un número cada vez mayor de cambios de parecer”, señalaba. Este viernes se ha materializado el coste político de estos errores.
Con todo, a sus 60 años May ha hecho historia en múltiples ocasiones. Es la segunda mujer en dirigir Reino Unido después de Margaret Thatcher, con quien se la compara con frecuencia. También fue la primera presidenta del Partido Conservador, cargo que alcanzó bajo el liderazgo de Ian Duncan Smith a principios de los 2000. Y batió récords al aguantar seis años al frente del Ministerio del Interior, algo que nadie lograba en décadas.
El mes pasado su marido, Philip May, reveló que la dirigente tory llevaba años pensando en ser primera ministra, en concreto, desde sus tiempos en la vanguardia de la oposición. May es a menudo descrita como una mujer ambiciosa desde sus inicios y ella misma ha dicho que quería ser política desde la escuela.
Nacida en Sussex con el apellido Brasier, Theresa May se crió en Oxfordshire (también en el sur de Inglaterra). Su padre, un pastor anglicano, falleció en un trágico accidente automovilístico cuando ella tenía apenas 25. Su madre murió poco después. Por aquel entonces, sin embargo, ya había asumido el apellido May tras casarse con su marido, a quien conoció en la Universidad de Oxford a través de la futura dirigente pakistaní Benazir Bhutto.
Con un grado en Geografía bajo el brazo, May comenzó a trabajar para el Banco de Inglaterra. Luego pasaría a la Association for Payment Clearing Services, una organización dedicada al sector de los pagos en el mundo financiero, que abandonaría en los 90. En política, May se estrenó como concejal en 1986 en el municipio londinense de Merton, en el suroeste de la capital, y ejercería hasta 1994. Tres años después lograría dar el salto a la escena nacional al lograr el escaño de Maidenhead (sudeste) en el Parlamento británico, que mantiene desde entonces.
Dirk Hazell conoce a May desde hace mucho, ya que era concejal tory con ella en Merton. Europeísta convencido, acabó dejando el partido y hoy lidera el UK EPP, que se define como filial británica del Partido Popular Europeo. Ya no mantiene contacto con la que fuera su compañera de filas y dice sentirse decepcionado con la dirección hacia la que lleva el país -opina que, al perseguir un 'brexit duro', May está anteponiendo los intereses políticos a los nacionales-. Pero al preguntarle sobre ella, emergen los recuerdos.
“No es alguien que haga amigos de manera terriblemente fácil, no confía en otros de manera natural”, cuenta Hazell al teléfono. Asegura que en su etapa en política local May era “totalmente convencional”, si bien apunta que era una “vigorosa representante” de su distrito y que iba por delante de los tiempos al expresar sin reparo su aprecio por una pareja gay de la localidad. Acerca de la visión que May tenía entonces sobre Europa, Hazell afirma que la ahora primera ministra evitaba pronunciarse sobre ciertas cuestiones si no había necesidad. “Era una persona que de manera muy estudiosa evitaba expresar opiniones que no tenía que expresar”, afirma.
Asimismo, el exconcejal subraya que es importante entender a Theresa May en conjunción con su marido. “Siempre han sido una pareja”, asevera. Y aunque reconoce que la dirigente conservadora siempre ha sido ambiciosa, afirma que en un primer momento su marido parecía más competitivo y encaminado a escalar políticamente. Luego todo el énfasis recayó en ella, algo que Hazell considera fue de mutuo acuerdo.
May niega que ella y su marido pactaran que ella sería la estrella. “No, no hubo ningún trato”, dijo en una ocasión, según recoge el libro Theresa May: The Enigmatic Prime Minister. “Él está interesado en política, lo que es una gran ventaja -significa que entiende lo que es hacer campaña y cosas por el estilo-. Pero no, simplemente ocurrió...”.
Theresa y Philip no tienen hijos. Nunca lograron tener uno. Así lo revelaron en una entrevista el año pasado al Mirror. “Claro que nos afectó a ambos”, aseguró entonces la secretaria de Interior. “Ves a amigos que ahora tienen hijos crecidos, pero aceptas lo que te ha dado la vida”. Las cosas buenas de su matrimonio les proporcionaron confort para seguir adelante, aseguró la pareja. May se refiere a su marido como su “roca” por el apoyo que le brinda. Preguntado sobre si es difícil negociar con la premier en una reciente entrevista, Philip respondió entre risas: “Todas las relaciones tienen su tira y afloja. Yo decido cuándo saco la basura, no si la saco”.
Durante la campaña del referéndum, May se situó del bando europeísta pero sin ensuciarse mucho las manos. Eso le permitió erigirse como candidata de consenso en las primarias del Partido Conservador, formación a la que ha dedicado toda su carrera política. “Está claro que Theresa May tiene el apoyo del Partido Conservador”, dijo David Cameron antes de dimitir como primer ministro cuando May se perfiló como ganadora en las primarias. “Y estoy encantado de que sea la nueva primera ministra, es competente, es más que capaz de proporcionar el liderazgo que nuestro país va a necesitar en los próximos años”.
Como premier, sin embargo, May se ha convertido en adalid del brexit duro haciendo de “brexit significa brexit” su mantra personal. Empeñada ya como secretaria de Interior en reducir la inmigración a niveles de la era Thatcher, May se ha negado como gobernante a actuar de manera unilateral para proteger a los más de tres millones de europeos que viven en Reino Unido alegando que no quiere dejar a los expatriados británicos a merced de la UE. Aunque parece que sus propuestas sociales, más que el brexit, han sido determinantes en su fiasco electoral.
En un discurso al Partido Conservador como su presidenta en la década pasada, May utilizó el término “Nasty Party” (Partido Ruin) para referirse a su propia formación, que entonces estaba en la bancada opositora. “Tenemos mucho que hacer en nuestro partido. Nuestra base electoral es demasiado estrecha y, ocasionalmente, también nuestras simpatías. Sabéis lo que nos llaman algunos, el Partido Ruin”, dijo. “Tenemos que hablar con todas las partes de nuestra sociedad”.
Y aunque May propone construir un Reino Unido más justo con el brexit, sus políticas sociales han permitido a sus oponentes dibujar a los tories de nuevo como un partido recalcitrante alejado de las preocupaciones de la población. “Es obvio que los conservadores están ofreciendo más de los mismo: beneficios fiscales para sus amigos multimillonarios y nada para la gente de a pie. El laborismo están defendiendo a la mayoría, no a unos pocos”, afirmó en campaña Jeremy Corbyn, indiscutible ganador espiritual de las elecciones anticipadas.
El halo de dureza y conservadurismo de May, sin embargo, contrasta con un detalle curioso de su personalidad: su pasión por la moda y, en concreto, el calzado. Vestía tacones de leopardo cuando pronunció el famoso discurso del “Partido Ruin” ante sus compañeros de filas y desde entonces los zapatos vistosos la han seguido a todas partes. De verse en una isla desierta, May asegura que se llevaría su suscripción de la revista Vogue. Eso no quita que May sea una feminista declarada que en el primer Gobierno de Cameron ejerció como ministra para la Mujer y la Igualdad a la par que pilotaba el departamento de Interior. Era la primera conservadora en ocupar el cargo, pero lo terminó dejando.
Las encuestas pronosticaban hasta el último minuto que su reluciente currículum y su compromiso con el brexit serían suficientes para aupar a su formación y mejorar el resultado de David Cameron en 2015, legitimando su liderazgo. Su descalabro, sin embargo, supone un golpe demoledor para alguien que ha invertido su vida en el Partido Conservador y cuya maniobra electoral ha dejado al país más divido cuando asoma por el precipicio del brexit. "Nuestra primera ministra conservadora tiró los dados poniendo el futuro de nuestro país en peligro por pura arrogancia y vanidad", ha asegurado Tim Farron, el líder liberaldemócrata este viernes. "Si tiene un mínimo de respeto por sí misma, deberá dimitir".
*Este artículo ha sido actualizado tras conocerse el resultado de las elecciones.