La victoria de Emmanuel Macron este domingo en la segunda vuelta de las elecciones legislativas francesas está prácticamente fuera de toda duda. Lo pronostican todos los sondeos y lo refrendan los resultados del pasado domingo. La República en Marcha, un partido con algo más de un mes de vida, va camino de hacer historia por varios motivos.
Nunca un partido de nueva creación había cosechado unos resultados tan aplastantes y nunca la débil oposición había asumido de forma tan clara la previsible derrota. Más que buscar una remontada, los partidos tradicionales están intentando salvar los muebles y evitar una mayoría absoluta que se antoja incluso humillante. Especialmente para el socialismo galo, que se plantea ya una refundación.
El sondeo de OpinionWat-Orpi de este viernes apunta que el partido de Macron puede llegar hasta los 460 escaños de los 577 que tiene la Asamblea Nacional. El principal partido de la oposición sería Los Republicanos (LR), que alcanzaría 95 representantes como máximo, muy lejos de los 215 que consiguió en las últimos comicios. La debacle del Partido Socialista parece también inevitable y aún más pronunciada que la de la formación conservadora. De la mayoría a la irrelevancia (o casi) con no más de 30 parlamentarios. Esta cifra podría comprometer incluso que puedan formar un grupo parlamentario propio.
Más a la izquierda el panorama que pueden confirmar las urnas tampoco es alentador. La Francia Insumisa de Mélenchon obtendrá de 5 a 15 diputados. "Los votantes deben elegir entre dar plenos poderes a Macron o luchar contra la reforma laboral", ha advertido el director de campaña del partido de izquierda a la agencia Efe.
Por su parte, el Frente Nacional, que tenía dos diputados en la anterior legislatura, sólo aspira a mantener los resultados o mejorarlos por la mínima. El sondeo le da como máximo cinco. La candidata de la ultraderecha con más posibilidades de acceder al Parlamento es precisamente Marine Le Pen. Sin embargo, las aguas del partido ya están revueltas antes de que empiece el escrutinio. “Es indispensable escuchar el mensaje lanzado por los electores”, admitía el jefe de campaña Nicolas Bay.
Abstención récord
La decisión de los franceses, o mejor dicho de la mitad de ellos -en vista de la alta abstención-, terminará por confirmar que el panorama político en el país vecino ha cambiado por completo con la irrupción de Macron. “Ha creado un espacio político que no existía antes y se ha comido el de los demás”, resume Salvador Llaudes.
Este investigador del Real Instituto Elcano apunta que gran parte de la culpa de la baja participación la tienen los partidos políticos tradicionales, que “no han sido capaces de articularse como alternativa”. “Los electores están dando un voto de confianza al presidente para que pueda gobernar sin ataduras, como crea oportuno”, añade.
Más allá de la magnitud del ‘tsunami’ de Macron, las urnas también van a dictaminar el futuro de la ‘vieja política’. “No hay que sentenciar de muerte a los partidos todavía”, avisa Llaudes que cree que los partidos tradicionales aún tienen tiempo para recomponerse. “Lo tienen difícil, en particular el PS francés, que debe abrir un período de reflexión y decidir hacia donde gira: intentar seguir siendo un partido aglutinador del centro izquierda -un terreno que le ha ganado ya La República en Marcha- o virar más a la izquierda, donde se encontrará con Melénchon”.
Todo dependerá de cómo maneje el presidente francés todo el poder que puede acumular en este quinquenio y no todo tienen que ser facilidades para que gobierne con las manos libres. Para empezar el grupo de diputados que se dispone a tomar en marcha la Asamblea es muy heterogéneo con políticos de distintas procedencias y pueden surgir conflictos internos. “Pasó con los socialistas y en teoría eran un grupo mucho más cohesionado”, recuerda Llaudes en conversación con este periódico.
Pero el gran reto que se le presenta al todopoderoso Macron cuando termine la fiesta electoral estará en la opinión pública, que juzgará sus reformas. Los sindicatos le están esperando para comprobar hasta dónde está dispuesto a llegar en materia de legislación laboral. Tradicionalmente los franceses responden con contundencia en las calles cuando ve amenazados sus derechos. “La baraja está en manos de Macron”, concluye este analista.