Emmanuel Macron eleva un escalón más el tono de ‘grandeur’ con el que ha impregnado su mandato. El presidente francés ha convocado para este lunes una sesión extraordinaria de la recién renovada Asamblea y el Senado, en la que pronunciara un discurso que la oposición ha tildado ya, como mínimo, de “imperialista”. Se trata de una decisión inédita y cargada de simbolismo que puede volverse en su contra.
Es la primera vez que un presidente francés realiza una alocución ante ambas cámaras para marcar las líneas generales de su quinquenio. Nicolas Sarkozy estrenó la posibilidad de dirigirse a los diputados y a los senadores en junio de 2009. La excusa entonces fue la urgencia de presentar su plan para sacar a Francia adelante en el momento álgido de la crisis financiera.
Fue él quien cambió la Constitución para otorgar al presidente de la República este nuevo privilegio. Recibió críticas por romper la tradición y acaparar un protagonismo inusual pero su sucesor en el cargo, François Hollande también recurrió a esta posibilidad en 2015 tras los atentados del 13-N. La excepcionalidad del ataque terrorista que dejó 130 muertos en las calles de París y su aura de monsieur normal le eximieron de ser blanco de las reprobaciones.
Escenario monárquico
El escenario elegido por Macron, el palacio de Versalles, se reserva para las grandes ocasiones y se presta a las comparaciones históricas. Los 67.000 metros cuadrados de este magno complejo de jardines y palacios a las afueras de París son parte de la Historia y encierran las esencias de la Francia monárquica.
El suntuoso Versalles fue construido por orden de Luis XIV, conocido como el ‘rey Sol’. La decisión no desentona con el estilo de Macron, que en su meteórica carrera hasta y desde el Elíseo ya ha demostrado que disfruta rompiendo con las reglas convencionales de la política.
“Más que un exceso hay una estrategia muy deliberada para reforzar su autoridad pública. La invitación a Trump para el 14 de julio demuestra también que además de su perfil europeo, Macron quiere que Francia sea una potencia en sí misma. Quiere que el país tenga un nuevo protagonismo en el mundo”, analiza el experto en comunicación política Antonio Gutiérrez Rubí.
La maniobra del jefe del Estado también pone en duda su relación con el primer ministro. La oposición sugiere que este discurso socava las labores de Edoard Philippe, que el martes hará un discurso de política general como es habitual en el sistema político francés. “El discurso de Macron confirma que el presidente de la República quiere ser el centro de la política de su Gobierno”, justifica Rubí, que cree que además de una demostración de fuerza el evento en Versalles puede ser un antídoto para la presumible división de los diputados de La República en Marcha: “Es un grupo muy disperso y plural”.
Más que un exceso hay una estrategia muy deliberada para reforzar su autoridad
“Es su responsabilidad explicar el mundo en el que vivimos, cuáles son los retos de la nación y cómo funcionan nuestras instituciones”, indicaban desde el entorno de Macron a la agencia Reuters. Antes de escuchar al presidente junto a su ‘corte’ de parlamentarios y senadores, la polémica está servida.
Indignación a izquierda y derecha
Haciendo honor al nombre de su formación, los diputados de La Francia Insumisa han decidido plantar al presidente. “Esto no puede quedar sin respuesta, nos rebelamos y no iremos a Versalles”, declaró Melenchon tras convocarse de forma oficial la sesión conjunta del Parlamento.
La indignación se ha multiplicado a izquierda y derecha. “No estamos en un régimen imperial donde haya que ir a aplaudir al nuevo príncipe”, decía a Le Monde el diputado de Los Republicanos Guillaume Larrivé. “Asistimos a una americanización de la política francesa, está haciendo una presidencia monárquica”, denunciaba el parlamentario Alexis Corbiere a BFMTV. Algunos analistas de la prensa gala ya califican esta puesta en escena como el primer “error político” grave del presidente Macron.
Al margen del acto de este lunes, las críticas a la estudiada distancia del presidente Macron con la prensa empiezan a arreciar. Mientras Hollande acostumbraba a ofrecer frecuentes ruedas de prensa y reuniones off the record con los periodistas, el nuevo presidente ha adoptado una nueva estrategia: sus apariciones se miden al máximo, la presencia en redes sociales ha pasado a ser testimonial y su primera entrevista fue concedida a un grupo de periodistas de varios medios europeos.
Además, Macron no concederá ninguna entrevista el próximo 14 de julio -fiesta nacional- rompiendo así con una tradición iniciada por Valery Giscard d'Estaing. A los grandes medios de comunicación franceses tampoco les gustó su decisión de decidir con qué reporteros viajaría en sus viajes al extranjero: “No corresponde al Elíseo elegir quién de entre nosotros tiene derecho o no cubrir un viaje. Perjudica a la democracia”, firmaban los editores de los principales diarios.