De marginado en la escuela por no comer cerdo a político musulmán en Alemania
Raed Saleh, destacada figura del SPD, defiende la necesidad de reinventar la identidad germana tras su experiencia como hijo de inmigrantes palestinos.
25 julio, 2017 02:14Raed Saleh, el líder de los socialdemócratas alemanes en el Parlamento de la ciudad-estado de Berlín, defiende la necesidad de reinventar la identidad germana en un libro inspirado de su experiencia como hijo de inmigrantes palestinos.
Acaban de cumplirse 35 años desde que Raed Saleh bajara del avión de Lufthansa que le trajo con sus padres y su hermana al aeropuerto berlinés de Tegel. Venían de Palestina con la intención de instalarse en la parte occidental de la entonces Berlín dividida. Saleh tenía cinco años. Antes había vivido en el pueblo de Sebastia, una pequeña población palestina de apenas 4.500 habitantes.
Su padre, que ya había trabajado en los años setenta en Stuttgart (suroeste alemán), no podía preparar de antemano a sus hijos para los muchos cambios en el estilo de vida que se avecinaban. Sus niños, sin embargo, están hoy plenamente integrados en la sociedad alemana. Saleh es, a sus 40 años cumplidos en junio, una figura pública además de un prometedor rostro del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD). Es el líder del grupo parlamentario de su partido en el Parlamento de la ciudad-estado de Berlín.
Todo empezó con salami
Esta semana presentaba su libro Ich Deutsch, o “Yo alemán” (Ed. Hoffmann und Campe, 2017), un volumen sobre lo que han de ser las bases de la identidad alemana. Sus 223 páginas son más leña al fuego del vivo debate que mantienen desde hace ya años políticos y actores sociales acerca de lo que significa ser alemán. Está escrito desde la perspectiva de alguien que, casi desde que bajó de aquel avión en Tegel, siempre estuvo planteándose que era ser alemán.
“Todo empezó con salami. Mi sentido por la igualdad. Mi compromiso político. Mi ser alemán”, se lee en el preámbulo de su libro. En esas primeras páginas Saleh cuenta una escena en la que se vio cara a cara con la forma más cerrada de entender la identidad alemana. Fue en la escuela, estando en lo que sería en España primero de EGB. A la hora de la merienda en clase, la maestra había dispuesto en una bandeja rodajas de embutido. Las había de carne de vaca y de cerdo.
Las rodajas estaban dispuestas en dos filas, el embutido de cerdo primero, seguido del de vaca. “Empiezas tú, Raed”, le dijo la maestra. El pequeño Raed Saleh, musulmán, se fue directo a por las rodajas de la segunda fila, pero la maestra interrumpió su maniobra. “No, empezamos primero por la primera fila, y después por la segunda”, apuntó la docente. En vano, Saleh trató de explicarse. “No puedo comer carne de cerdo. Es lo que ha dicho mi padre”, explicó. “Si no empiezas tomando de la primera fila, entonces empezarás el último. Primero nosotros, luego ellos”, afirmó la maestra dando por terminada la discusión. Para ella, según escribe ahora Saleh “no comes carne de cerdo = no eres alemán”.
Cuando vinimos hace 35 años, para mí no era fácil decir qué era ser alemán
Lejos de ensañarse con lo que hoy muchos verían en el comportamiento de la profesora un acto de racismo contra un menor, Saleh la disculpa diciendo que “ella no podía hacerlo mejor”, porque “obviamente no había aprendido a lidiar con las nuevas influencias” de los extranjeros sobre la sociedad alemana. Que el episodio del salami esté presente en un libro que versa sobre lo que “ha de ser la cultura común” alemana se debe a que, desde entonces, Saleh no ha parado de preguntarse: “¿Qué es ser alemán, quiénes son los alemanes?”.
“Cuando vinimos hace 35 años, para mí no era fácil decir qué era ser alemán. Pero, aún así, en la escuela infantil, según recuerdo, trataba de absorber todo lo que podía. Por ejemplo, me interesaba la historia, el pasado, para saber sobre Alemania”, dice a EL ESPAÑOL Saleh. Con seis años, ante la escena de la profesora, él ya sabía aquello no era “justo”, que él era “como Yvonne, Anita, Marco y los otros niños”, escribe en su libro. “Éramos niños de Berlín, y ninguno era mejor o peor que el resto”, abunda.
Un musulmán secular
El ministro del Interior germano, Thomas de Maizière, planteaba a finales de abril unos polémicos diez puntos sobre la cultura general de los alemanes entre los que figuraban cosas como “nos damos la mano para saludar, mostramos la cara, no somos burka [sic]”. Sobre estas propuestas, Saleh no puede ser más crítico. “Esos puntos eran muy superficiales, la cultura básica alemana es mucho más”, asegura, consciente del actual auge de la extrema derecha, identificado políticamente en el país de Angela Merkel con la formación Alternativa par Alemania (AfD).
En dicha formación, señalan, por ejemplo, que el “Islam no forma parte de Alemania”. “Para mí, esas afirmaciones son un puro sinsentido”, pues “tenemos viviendo en nuestro país cuatro millones de musulmanes con pasaporte alemán, por eso el Islam forma naturalmente parte de Alemania”, según Saleh, a quien le gusta que le definan como “musulmán secular”.
En los mensajes islamófobos de AfD y en las manifestaciones de los Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente (PEGIDA) Saleh identifica a quienes “quieren seguir hablando de 'nosotros y ellos', los que no quieren una sociedad en la que haya una convivencia de verdad. Quieren dividir”. “Yo tengo otra visión, una visión que abra al futuro a la sociedad, una sociedad en la que haya sitio para todos”, señala Saleh a este periódico poco después de presentar su libro en Berlín.
Saleh defiende un modelo de “sociedad multicultural inclusiva, donde se respeten las normas”. Reconoce que hoy día abundan quienes viven al margen de las reglas del buen funcionamiento de la sociedad. “Hemos fallado en la integración en muchos lugares en Alemania”, plantea.
Contra el racismo
Esos errores dan pie a fenómenos como la radicalización o un racismo que Saleh ha vivido en primera persona en más de una ocasión. Le ha ocurrido varias veces en el ámbito laboral. Antes de empezar el bachillerato, por ejemplo, Saleh y su amigo Bjorn se buscaron un trabajo para ganar algo de dinero en una tienda. A Bjorn, que no tenía origen inmigrante, le pagan 7,68 marcos la hora. La remuneración para Saleh era de 7,17 marcos la hora. Por aquel entonces una empresa podía pagar menos a un inmigrante que a un alemán por realizar el mismo trabajo.
Siendo algo más mayor, trabajando en un restaurante, uno de sus responsables despidió a Saleh después de que protestara ante los insultos racistas que el mánager había proferido contra un trabajador negro que cantaba mientras limpiaba. Le gritó: ”¿Qué está cantando el africano éste?¡Cierra el pico!”. Por salir en su defensa, el mismo mánager quiso despedir a Saleh: “Para ti se acabó el día de trabajo. Puedes irte. Estás despedido. Coge tus cosas y márchate”.
Saleh dejó de trabajar y estuvo a punto de no volver, pero en el momento de marcharse del restaurante el propietario del local apareció y le dijo que no hiciera caso al subjefe. El propietario del restaurante era Dragan Mitrovski, un empresario hijo de inmigrantes serbios que el joven Saleh tenía como modelo. En la vida adulta, Saleh también se hizo empresario, tras comenzar sin éxito la carrera de Medicina.
Su barrio, foco de pobreza y criminalidad
Su barrio, conocido como Heerstraße Nord, se encuentra en el distrito de Spandau, al oeste de Berlín. Es un barrio compuesto por grandes torres de apartamentos. Allí vive abundante población inmigrante en un ambiente marcado por la pobreza y la criminalidad. Suele ser identificado como uno de los “focos de problemas sociales” de Berlín. Saleh solía estar ausente los sábados, día que aprovechaba para ir a la biblioteca pública de Spandau. Allí, y en la escuela, fue donde arraigó su pasión por la historia y la política.
“Ya en los años ochenta, en el barrio, teníamos todavía muchas personas con vida que habían vivido la Segunda Guerra Mundial, me interesaban mucho, pasé mucho tiempo tratando de entender los cambios que había sufrido el país”, recuerda Saleh. A mediados de los noventa entró en el SPD. Después de años de militancia, en 2006, presentaba con éxito su primera candidatura en una campaña electoral. Ha sido el experto de su partido en el parlamento regional berlinés para temas de Juventud, Educación Familia, Desarrollo Urbano, Tráfico e Integración, entre otros.
La suya ha sido, hasta ahora, una historia de exitosa integración pese a no pocas dificultades. Su barrio no era el mejor, ser musulmán y de origen palestino no siempre jugó a su favor. Saleh dice que tuvo suerte. “Mi entorno funcionaba muy bien, me refiero a mi familia, y en gran medida los profesores, la gente que me orientó y que fui encontrando por el camino”, apunta el hoy líder del SPD en el parlamento regional berlinés.
Tras la llegada de casi millón y medio de demandantes de asilo, en su mayoría musulmanes, en la crisis de los refugiados de 2015 y 2016, Saleh ve una mayor “polarización” en la sociedad. “De cara a la integración, ahora la situación es diferente respecto a los años ochenta. No es que ahora sea peor, ahora el mundo, en general, presenta más conflictos, y éstos también están presentes en la sociedad”, mantiene. “Pero yo no quiero que en nuestra sociedad haya violencia entre personas porque el uno es turco y el otro kurdo. No quiero que nuestra sociedad viva importando los conflictos de otros puntos del planeta”, concluye.