Habla el político del partido ‘nazi’ alemán: “El Islam es maravilloso”
Fue ateo. Se bautizó como cristiano en 1989 antes de caer en el alcoholismo. Votante arrepentido de Merkel, este hombre volcado en la ayuda a los refugiados se ha convertido al Islam sin dejar de ser miembro de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD).
12 febrero, 2018 08:53Le ha costado mucho. Pero, por fin, Arthur Wagner va a rezar con sus hermanos de religión. Arthur, que hace un par de semanas se convirtió al Islam, también se llama Ahmed. Atiende a EL ESPAÑOL el viernes, poco antes de su primer azalá en una de las grandes mezquitas de Berlín del distrito de Tempelhof-Schöneberg, al sur de la capital germana. Es su primera oración en una mezquita desde que le siguen las miradas de medio mundo.
Hace un par de semanas, Wagner se convertía al Islam pese a ser miembro del partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD). A esta formación, este hombre de aspecto afable la etiqueta como “partido nacionalista y conservador”. “Los ojos de todo el mundo miran lo que hago. Tengo una responsabilidad frente a la umma y frente al Islam. Si hago algo mal, puede estar muy mal”, dice Wagner.
Tengo una responsabilidad frente a la umma y frente al Islam. Si hago algo mal, puede estar muy mal
En efecto, este hombre de 48 años no es un musulmán cualquiera. Tiene carné de miembro de AfD desde que existe el partido. Esta formación se prepara para ser la primera fuerza de la oposición en la política germana tras anunciarse el pasado miércoles el acuerdo para refundar la 'gran coalición' entre cristianodemócratas y socialdemócratas.
AfD es un partido donde se afirman cosas como que “el Islam no pertenece a Alemania”. En las pasadas elecciones generales, una de sus promesas más repetidas era “parar la islamización” a la que, según entienden en esta formación de ultraderecha, se está sometido al país de la canciller Angela Merkel. La población que profesa el Islam en Alemania no llega a los cinco millones de personas. Los musulmanes representan un 6% de los cerca de 76,5 millones de alemanes. Arthur - o Ahmed -, es uno de ellos desde el pasado mes de enero.
Pese a que Wagner ha querido en todo momento ser discreto con algo que él se limitaba a describir hace un par de semanas como “un asunto privado”, se ha visto obligado a dar explicaciones. Todavía no ha terminado de explicarse. Y eso que no ha parado de dar entrevistas a medios alemanes e internacionales además de haber protagonizado una conferencia de prensa en Potsdam, la capital de Brandemburgo, el Land que envuelve la ciudad-estado de Berlín.
Arthur Wagner figuraba desde 2015 y hasta no hace mucho entre los miembros de la directiva de AfD en Brandemburgo. También era vicepresidente de AfD en Havelland, la región en la que se encuentra la ciudad en la que vive con su familia, Falkensee, al oeste de Berlín. Su conversión al Islam ha cambiado su relación con el partido que integró en 2013, al poco de nacer la formación más escorada a la derecha del arco parlamentario teutón. Wagner ya no ocupa cargos de responsabilidad. Pero sigue afiliado al partido.
“Yo no soy nadie en AfD, sólo un miembro más”, señala Wagner con modestia. Sabe que su situación en el partido es delicada. Pero dice no conocer “el miedo” y asegura que no está solo. “He recibido muchos e-mails y correos de gente de mi partido. Me dicen, por ejemplo, 'por favor, continúa en el partido'. También he recibido correos de miembros de AfD que son musulmanes y que tienen miedo de hablar, de presentarse a la sociedad”, explica Wagner.
Según la posición oficial de AfD sobre el caso de Wagner, el partido “no tiene ningún problema” con él. Dicen en AfD que tienen cabida en el partido grupos de cristianos, musulmanes y homosexuales. Si bien éste último colectivo tiene como mayor estandarte a Alice Weidel, co-presidenta del grupo parlamentario de AfD en el Bundestag, quienes profesan el Islam en la ultraderecha alemana mantienen un perfil tan bajo que apenas nada se sabe de ellos. Arthur Ahmed Wagner es una excepción. No ha de ser fácil estar en su lugar.
Él resta importancia a la islamofobia de su partido. “Dicen en AfD cosas como que el Islam no pertenece a Alemania. Pero eso es un chiste. Porque el Islam no puede pertenecer o no pertenecer a Alemania. El Islam, simplemente, está ahí. Y es maravilloso”, asegura Wagner. “Decir esas cosas del Islam es como cuando los niños hablan sin saber lo que dicen”, añade. Él sí que sabe de lo que habla. Porque además de musulmán y miembro de AfD, ha trabajado los últimos años como chófer a disposición de un centro de menores.
Invitaciones a dejar el partido
Wagner no sólo tiene que lidiar con lo que parece ser una clara incompatibilidad ideológica con su partido. “Ser conservador y el Islam es algo muy compatible. Pero AfD es un movimiento nacionalista y conservador, de su compatibilidad con el Islam no estoy tan seguro”, apunta el recién convertido a la religión del Corán. Seguro que alimentan sus dudas que abunden quienes no quieren verle militando en AfD.
“También he recibido correos muy negativos, donde me decían: 'Arthur, te estimamos todos, pero tienes que dejar el partido'. Otros me han dicho: 'Sr. Wagner tiene usted que irse de Alemania y volver a Rusia, allí le ayudarán antes de que comience a poner bombas'. Este tipo de cosas me han hecho pensar”, dice. “Hay gente, conocidos y gente cercana, que, en menos de un minuto, al saber de mi conversión, han dejado de hablarme”, agrega Wagner.
Si los hay que le invitan a dejar el partido y el país, es porque, además de ser ahora musulmán, Wagner es de origen ruso. Nació en la ciudad de Izhevsk (Rusia), no lejos de los montes Urales. “Es la ciudad donde tiene su sede la firma Izhevsk Mechanical Works, que fabrica los famosos fusiles de asalto Kalashnikov”, recuerda Wagner, aludiendo a los célebres AK-47. Él creció en la Unión Soviética, marginado por pertenecer a la minoría étnica alemana. “Viví como ruso alemán, teníamos mala fama los rusos de la comunidad alemana. El resto nos miraba como si fuéramos malos. Tuve problemas con mi identidad en Rusia”, asegura.
Modelo Putin en repúblicas musulmanas
Precisamente en la Rusia de Vladimir Putin encuentra este hombres ejemplos de lo bien que pueden mezclar Islam con conservadurismo nacionalista en el poder. “En Alemania aún podemos salvar la situación y tener una relación razonable con el Islam, como ocurre en las repúblicas de Tartaristán y Baskortostán”, comenta Wagner, aludiendo a dos repúblicas de la Federación de Rusia de mayoría musulmana. En ambas, el porcentaje de población que profesa el Islam ronda el tercio de la población, seguida muy de cerca por los fieles de la Iglesia Ortodoxa de Rusia.
El Islam no es la única religión que ha practicado Wagner. Primero fue, como buen ciudadano soviético, ateo. Pero en 1989, estando de visita en Dresde (este germano), se bautizó en una iniciativa personal espontánea. Wagner vio una iglesia protestante abierta. Entró con su familia y se bautizó.
Sin embargo, algo había en el cristianismo que no acabó de convencer a Arthur Wagner. “Siempre tuve problemas a la hora de entender cómo Jesucristo podía ser el hijo de Dios y Dios a la vez. No tengo ningún problema con Jesucristo, todo lo que el dijo está bien, pero teológicamente tenía un problema”, comenta, aludiendo al misterio de la Santísima Trinidad. Tal vez esto explique que, con los años, Wagner entrara en una grave crisis personal. Cayó en el alcoholismo, del que saldría con su afiliación a AfD y la ayuda del centro de menores para el que ha trabajado de un tiempo a esta parte.
Decepcionado con Merkel y la CDU
Llegar a esa “relación razonable con el Islam” de la que habla Wagner no es posible, a su entender, con el liderazgo de Angela Merkel como canciller. Antes integrar las filas de AfD, este recién convertido al Islam fue militante durante siete años de la Unión Cristiano Demócrata (CDU) que lidera Merkel. “Estuve buscando con qué partido identificarme. Me dije: 'Arthur, eres cristiano, alemán, hay un partido conservador de cristianodemócratas, ¿Qué más quieres? Además, hay una mujer, de la antigua República Democrática de Alemania (RDA), que ha estudiado en Moscú, ¡Tienes que afiliarte ya!”, rememora Wagner.
Su flechazo político con Merkel duró poco. “En 2012 escribí al jefe de la CDU en mi distrito, pero nunca me respondió. Y dejé de ser miembro. Perdí la confianza en la CDU”, asegura. Él forma parte del electorado conservador alemán decepcionado con una Merkel que no ha cesado en reorientar a su partido, posicionándolo en el centro del espectro político. Como no podía ser de otra manera, Wagner critica la política de refugiados de la canciller, aunque ésta haya servido para socorrer más de un millón de demandantes de asilo. La mayoría de ellos son musulmanes procedentes de Siria. “La solución de abrir las fronteras no me gustó”, subraya.
El drama de los refugiados, Wagner lo ha visto de cerca. “En 2013 me chocó mucho la situación de la gente muriendo en el mar Mediterráneo. Es inhumano. Cuando veo que tengo a gente refugiada en mi ciudad, se tiene que reconocer que esa gente está ahí, y ayudar”, explica. Desde antes de que estallara la crisis de los refugiados en Europa, Wagner se implicó en una asociación ciudadana de inspiración izquierdista, Willkommen in Falkensee, “Bienvenidos a Falkensee”.
“Allí costó que alguien como yo, un nacionalista conservador, estuviera con ellos, porque no comparto nada del ideario de la izquierda o la extrema izquierda”, afirma este ciudadano alemán comprometido con la causa de los asilados y recién convertido al Islam. Hablar ruso le permitió ocuparse de ayudar a las familias procedentes del Cáucaso. Aunque también pueda sorprender, hasta en AfD parece que los hay capaces de volcarse en asistir a los refugiados. Sólo entre 2015 y 2016, Alemania recibió del orden de 1,5 millones de demandantes de asilo.
“Las fronteras deben estar cerradas ya”
Desde su experiencia, se atreve a enunciar soluciones. “La situación es complicada. Lo primero que tenemos que hacer es mirar a la gente a los ojos y hablar con ellos. Pero las fronteras deben estar cerradas ya, algo que causará daño a mucha gente”, parece asumir Wagner. “Después tenemos que ocuparnos de la guerra en Siria, y hacer que termine. Y después, tenemos, en Alemania, que ocuparnos del medio millón de personas que han llegado aquí sin estar registradas. Una vez registradas hay que sentarse y debatir, todos”, agrega.
Él piensa en soluciones políticas consensuadas, “sin populismos, ni acusaciones tipo '¡Eres un sesentayochista!', '¡Tú eres un nazi!', '¡Tú, racista!' ó ¡'Cerdo comunista!”, apunta. En su cabeza ahora toma forma el proyecto de crear una fundación destinada al Islam, Europa y el movimiento político nacionalista y conservador que constituyen partidos como AfD. No parece, de momento, que muchos en su partido secunden su iniciativa. Pero eso a Wagner le da igual.
El miércoles visitaba por primera vez la mezquita de Tempelhof en la que rezaba el viernes. “Cuando llegué tuve una sensación increíble. Fue como si siempre hubiera estado allí. Como si nunca hubiera salido de esa mezquita”, sostiene. “Entonces me dije: 'me da igual si AfD me quiere o no. Me da igual lo que quieran de mí. Yo estoy en mi casa'”, concluye.