Gentiloni, el último comodín de una izquierda italiana en caída libre
Las única opción del partido de Renzi para mantenerse en el poder es que nadie pueda formar Gobierno tras las elecciones del domingo. Entonces, si una 'gran coalición' es la salida, el actual primer ministro podría repetir en el poder.
28 febrero, 2018 01:45Varios camiones esperan para descargar a las puertas de la Nichelcrom Stainless Steels. La empresa, dedicada a la exportación, distribuye acero desde Milán a otras partes de Italia y Europa, pero con sus casi 80 empleados representa casi un almacén en medio de lo que un día fue un gran centro industrial. Enfrente quedan los esqueletos de la vieja factoría de la Falck, una compañía siderúrgica que dio empleo a miles de trabajadores hasta que a mediados de los noventa cerró sus puertas. Hoy los transportistas, todos extranjeros, aseguran que es la primera vez que hacen la ruta, que no hay demasiado trabajo por aquí.
Como la Falck, la Breda, Pirelli, Campari o Ercole Marelli dejaron vestigios de hierro y hormigón en Sesto San Giovanni, a las afueras de la capital lombarda, donde se instaló a principios del siglo XX esta especie de parque temático fabril. Tras la llegada al poder de Mussolini, el movimiento obrero la convirtió en uno de los principales bastiones del antifascismo y para cuando tocó aplicarse en busca del milagro económico Sesto vivió una gran holeada de huelgas protagonizadas por los comunistas. La llamaban la pequeña Stalingrado de Italia, porque aquí sólo han gobernado diferentes partidos de izquierdas. Hasta que en las últimas elecciones municipales el delgado hilo de la socialdemocracia terminó por romperse en detrimento de una coalición de derechas, en un anticipo de lo que puede suceder en las próximas elecciones generales del 4 de marzo.
A Giancarlo, un trabajador que debería haberse ya jubilado, le queda todavía ese estado de confusión de lo que un día fue y no sabe si sigue siendo. Como casi todos aquí, antes votaba socialista, pero el próximo domingo se levantará, irá a votar y cogerá la papeleta de: “¿buh? No lo sé…”. “Políticamente ni Sesto San Giovanni ni yo sabemos de qué parte estamos, como toda Italia en general”, reflexiona. El alcalde del municipio, Roberto Di Stefano, con un mensaje mucho más claro centrado en la recuperación de las áreas deprimidas y el rechazo a un proyecto para construir una gran mezquita, asegura que “el efecto Sesto San Giovanni tendrá reflejo a nivel nacional”.
Probable triunfo de la derecha
Es lo mismo que dicen las encuestas, que la coalición formada por la Forza Italia de Silvio Berlusconi y los más derechistas Liga Norte y Hermanos de Italia están a un paso de obtener la mayoría suficiente para desbancar del Gobierno al socialdemócrata Partido Democrático (PD). Durante toda la campaña, su candidato, Matteo Renzi, ha tratado de recordar que durante su mandato creó un millón de puestos de trabajo y que el país crece ahora a un ritmo del 1,5% -tras meses en recesión-, pero son pocos los italianos que comparten ese optimismo económico.
“El PD ya parte en desventaja porque siempre es difícil para un partido defender lo que ha hecho mientras los demás captan la atención de los descontentos”, opina Vera Caperucci, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad Luiss. Aún más cuando la economía de los socios europeos avanza más rápido, la deuda no baja del 130% o el paro juvenil sigue por encima del 30%, por detener la mirada sólo en algunas cifras. De ahí que el PD cuente con un apoyo cercano al 10% entre los jóvenes y se estrelle también tanto en un norte pudiente como en un sur abandonado.
Los últimos sondeos le dan al partido de centroizquierda entre un 22 y un 23% de los votos, mantenido únicamente por toda la parte central de la península italiana, de tradición socialdemócrata. La tendencia a la baja ya se ha observado en las últimas elecciones regionales y municipales, en las que el PD perdió importantes bastiones como Génova o Verona, por lo que tras una legislatura en la que gozó de la ausencia de una oposición fuerte ahora vuelve a los números que consiguió antes de la llegada del ciclón Renzi.
Renzi: ¿Lastre o valor?
Porque la irrupción en 2014 del exalcalde de Florencia ha hecho vivir a su partido en un carrusel. Disfrutó de un engañoso 40% en las últimas elecciones europeas gracias al impulso de sus energías renovadoras, pero tras su fracaso en la más genuina de las revoluciones, la reforma constitucional, el personaje se ha convertido más en un lastre que en un valor. En su campaña de los pequeños logros, Renzi ha tratado de sumar los avances en derechos sociales como la ley que permite las uniones civiles entre parejas del mismo sexo, pero tampoco esto ha conseguido calar entre su electorado. En un reciente encuentro con la prensa extranjera, dijo no sufrir “vergüenza” en la mutación de “gran reformador a hacer una campaña de ir paso a paso”.
El político de 43 años intenta ocultar esa suficiencia que sus críticos no soportan, aunque las pulsiones están por encima de la figura política. Para Vera Caperucci, su crisis se explica debido a que “quemó muy rápido las etapas de su reforma” y a que “intentó conformar un nuevo movimiento político bajo la estructura de un antiguo partido”. La experta contrapone el experimento italiano al de su colega francés Emmanuel Macron –al que Renzi considera “una bendición para Europa”- que, al crear su propia fuerza, no tuvo que lidiar con ninguna vieja guardia.
De su doble fracaso surgió un nuevo escenario para la izquierda italiana, que tuvo en Paolo Gentiloni su primer resultado. El exministro de Exteriores ocupó el Gobierno de forma aparentemente interina, pero tras 15 meses de mandato, el trabajo del hombre gris parece tener más simpatizantes que el nervio de su predecesor. Gentiloni gusta en Europa y sobre todo es más tolerado en su sector transversal del electorado italiano. Su índice de aprobación, que se sitúa en torno al 50%, ha liderado siempre las encuestas, por el 31% de apoyos que despierta Matteo Renzi.
La disyuntiva en estas elecciones es votar a favor de Europa o del euroescepticismo y la xenofobia, por lo que mi futuro irá unido al del Partido Democrático
La pregunta entonces sería: ¿por qué el PD no hace campaña con Gentiloni, sino con Renzi? Y la respuesta se deja leer entre líneas de forma cada más clara. El joven florentino insiste en que en un sistema parlamentario no hay candidatos a primer ministro, pero cuando le insisten asegura que ambos forman parte de un mismo equipo.
Las únicas opciones de mantenerse en el poder para la formación socialdemócrata es que el resultado no permita a nadie formar gobierno –lo que es bastante probable, de modo que se explore la vía de una gran coalición o que el presidente de la República encargue la tarea a una persona de su confianza. Y en estos momentos, Renzi no está en ninguna de esas quinielas, pero sí Gentiloni. La irrupción de éste, en cualquier caso, se guarda como un comodín y no como una bala que gastar antes de tiempo.
Incluso varios de los fundadores del Partido Democrático, como Romano Prodi o Walter Veltroni, se han puesto del lado del actual primer ministro en funciones. Porque ese fue el segundo efecto de la caída de Renzi, un cisma en el PD que provocó incluso una escisión que le costará escaños el próximo domingo. Un sector a la izquierda, con el antiguo secretario general del partido Pier Luigi Bersani y el fundador Massimo D’Alema –liderada por el expresidente del Senado, Pietro Grasso- se marchó y no quiere oír hablar de futuros pactos. Mientras, otras figuras históricas como Emma Bonino concurren con siglas separadas, pero ofreciendo su apoyo al PD. “La disyuntiva en estas elecciones es votar a favor de Europa o del euroescepticismo y la xenofobia, por lo que mi futuro irá unido al del Partido Democrático”, respondió Bonino en otro encuentro con la prensa extranjera.
El pasado sábado distintas formaciones de izquierda convocaron una manifestación contra el racismo, en lo que pareció más un acto para reencontrarse con su electorado que para refrendar los motivos de la concentración. Allí estuvieron los escindidos del PD, Renzi y Gentiloni, que se mantuvieron en un segundo plano hasta que dejaron la foto de la jornada con un abrazo entre ambos. Parecieron una familia a la que no le queda más remedio que acudir unida a la comida del domingo tras una discusión. Mientras, en la coalición derechista, el líder de la Liga Norte, Matteo Salvini, juraba ya ante los suyos anticipando la victoria.