Bruselas

La videocumbre de Boris Johnson este lunes con los dirigentes de la Unión Europea -Ursula von der Leyen, Charles Michel y David Sassoli- ha fracasado en su objetivo de desbloquear las negociaciones comerciales entre Bruselas y Londres. Su resultado ha sido más bien el contrario: disparar de nuevo la tensión entre los dos bandos y aumentar el riesgo de un Brexit caótico a finales de año, cuyo impacto económico amenaza con agravar la crisis del coronavirus.

El primer ministro británico ha comunicado oficialmente a sus socios europeos que en  ningún caso pedirá una prórroga del actual periodo de transición del Brexit. Reino Unido saldrá definitivamente del mercado único y de la unión aduanera -las instituciones comunitarias ya las abandonó en enero- el próximo 31 de diciembre de 2020, haya firmado o no un nuevo pacto comercial con la Unión. Es más, Johnson amenaza con levantarse de la mesa de diálogo en julio si para entonces no hay un esbozo de acuerdo.

Los dirigentes de la UE interpretan este ultimátum de 6 semanas como un intento de chantaje. El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, ha replicado al primer ministro británico que "nunca" aceptará un acuerdo a cualquier precio. "Estamos dispuestos a inyectar energía en las negociaciones, pero no a aceptar gato por liebre", ha escrito Michel en su cuenta de Twitter al término de la videoconferencia.

A continuación, ha telefoneado al primer ministro irlandés, Leo Varadkar, para informarle del resultado de la videocumbre con Londres. Su frustración con la estrategia negociadora de Johnson quedaba todavía más clara en su siguiente tuit: "Los líderes europeos nunca aceptarán un acuerdo que vaya en contra de los intereses de la Unión".

"No creo que nuestras posturas estén realmente tan alejadas, pero lo que necesitamos ahora es ver un poco de brío en las negociaciones", sostiene el primer ministro británico. "Cuanto más rápido hagamos esto, mejor. Y no vemos ningún motivo para que no podamos hacerlo en julio (...) No quiero que esto siga hasta el otoño o el invierno, como quizá les gustaría a algunos en Bruselas", ha resaltado en una videodeclaración.

Hasta el último momento, los dirigentes de la UE creyeron que el Covid-19 obligaría a Johnson a pedir una prórroga de la transición. Al fin y al cabo, todos los esfuerzos en Bruselas (y también en Londres) se centran ahora en amortiguar el impacto sanitario y económico de la pandemia y apenas hay tiempo para otros problemas como el brexit.

El Acuerdo de Retirada prevé la posibilidad de una prórroga de hasta dos años. El plazo máximo para solicitar esta extensión caduca este mes de junio. Pero el primer ministro británico mantiene como prioridad máxima de su agenda política, incluso después del coronavirus, cortar amarras con la UE cuanto antes y de forma definitiva.

Un nuevo ímpetu

"Hemos tomado nota de la decisión de Reino Unido de no pedir una prórroga al periodo de transición. Eso significa que la transición terminará el 31 de diciembre de 2020", ha dicho Von der Leyen en una declaración grabada tras la reunión virtual. Ninguno de los mandatarios ha comparecido ante la prensa para dar explicaciones.

En la videcumbre de este lunes, las dos partes sólo se han puesto de acuerdo en que "se necesita un nuevo ímpetu" en las negociaciones y han pactado intensificar el diálogo durante el mes de julio, con reuniones prácticamente semanales. "Revitalizaremos e intensificaremos las conversaciones en julio para encontrar un acuerdo antes de que acabe el año", asegura la presidenta de la Comisión.

Sin embargo, los europeos no interpretan que julio sea la fecha tope para llegar a un acuerdo. El negociador de la UE, Michel Barnier, ha dicho que el texto tendría que estar listo como muy tarde en octubre para dar tiempo a ratificarlo. En el breve comunicado conjunto pactado este lunes por Bruselas y Londres se habla simplemente de "alcanzar un entendimiento preliminar sobre los principios subyacentes a cualquier acuerdo".

Los dos bandos tampoco aclaran cómo van a desbloquear el diálogo, que ha entrado en un callejón sin salida tras cuatro rondas fallidas (tres de ellas por videoconferencia debido a las restricciones de viaje por el Covid). Una marcha no pactada de Reino Unido el 31 de diciembre significaría la reintroducción generalizada de aranceles y cuotas, una perturbación comercial que agravará el impacto económico del Covid-19.

Igualdad de condiciones

Los dos principales escollos de la negociación no han cambiado desde el principio. En primer lugar, Bruselas exige a Londres que mantenga alineados con las reglas de la UE sus estándares en materia social, medioambiental, de competencia y de ayudas públicas incluso tras el brexit económico. El gran miedo de la UE es que Johnson convierta a Reino Unido en un paraíso fiscal, un Singapur a orillas del Támesis. "La igualdad de condiciones es esencial", ha insistido Michel este lunes.

El Gobierno británico replica que aceptar esta exigencia significaría que Reino Unido quedaría atado de forma permanente a la legislación y los estándares de la UE y por tanto no podría recuperar su soberanía plena, que es el fin último del brexit.

El otro gran problema es la pesca: los europeos quieren que su flota, incluida la española, mantenga su actual acceso a las aguas territoriales británicas y Londres pretende negociar cuotas año a año. 

"Está muy claro lo que necesita Reino Unido. No podemos tener la intervención del Tribunal de Justicia de este país. No podemos tener un sistema que nos obligue a obedecer la ley de la UE cuando estamos fuera y debemos lograr un buen acuerdo a cambio de nuestros peces", ha dicho Johnson. Los europeos le acusan de haber dado marcha atrás en los compromisos que asumió en la declaración política sobre las relaciones futuras que se firmó junto con el divorcio. Las diferencias se mantienen irreconciliables.

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