Para todo acuerdo que se precie, siempre hay un momento de crisis total en la línea de llegada de las negociaciones. Una tormenta en la que una parte se enroca, la otra amenaza con levantarse de la mesa y el diálogo está a punto de romperse para siempre. Cuanto más grave es la disputa final, más fácil resulta después a todas las partes justificar las concesiones que hicieron para el pacto y atribuirse la victoria: la alternativa era el caos.
Esta fase de espadas en alto es la que han escenificado la Unión Europea y Reino Unido durante la cumbre de otoño que acaba de concluir en Bruselas. Pero el drama no les ha quedado demasiado creíble. El jueve por la noche, los jefes de Estado y de Gobierno lanzan un ultimátum a Boris Johnson para que se mueva y ceda en los princiales escollos de la negociación. El viernes por la mañana, el primer ministro británico se revuelve y amenaza con un brexit sin acuerdo. El resultado de la tempestad es que el próximo lunes seguirán las negociaciones en Londres.
En su declaración de este viernes, Johnson ha acusado a los líderes europeos de no negociar "seriamente" y de denegar a los británicos el mismo tipo de acuerdo comercial que Bruselas ya tiene con Canadá. Los europeos sostienen que los dos casos no son equiparables debido a la proximidad económica y territorial de Reino Unido a la UE.
La tesisi de Johnson es que, ante esta cerrazón europea, el Gobierno británico debe abandonar el diálogo y concentrar todos sus esfuerzos en una salida sin acuerdo el próximo 31 de diciembre, cuando concluye el periodo de transición del divorcio. Es decir, la imposición de tarifas y cuotas que frenarán el comercio entre ambos lados del Canal de la Mancha.
"Por lo que veo, han abandonado la idea de un acuerdo de libre comercio. No parece haber ningún progreso en Bruselas. Así que lo que les estamos diciendo es que sólo vengan aquí si hay un cambio fundamental de posición. (...) En caso contrario, optaremos por la solución de Australia", ha dicho el primer ministro británico. La UE no tiene ningún acuerdo comercial con Australia pero está negociando uno.
En Bruselas, nadie se ha tomado en serio esta amenaza. La interpretan como pura retórica o postureo político. Minutos después de conocerse las palabras de Johnson, la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, ha escrito un tuit en el que prácticamente le desmentía.
"La Unión Europea continúa trabajando por un acuerdo, pero no a cualquier precio. Como está previsto, nuestro equipo negociador irá a Londres la semana que viene para intensificar estas negociaciones", asegura Von der Leyen, que no ha podido participar este viernes en la cumbre al estar en cuarentena por el positivo en coronavirus de uno de los miembros de su equipo.
"Estamos dispuestos a negociar, estamos dispuestos a continuar las negociaciones y espero que sea posible realizar progresos en el futuro", ha dicho el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, en la rueda de prensa final de la cumbre.
Como suele suceder en el brexit, Angela Merkel y Emmanuel Macron han vuelto a repartirse los papeles de poli bueno y poli malo. "Es mejor para las dos partes alcanzar un acuerdo", ha dicho la canciller. "Los británicos necesitan un acuerdo más que la UE. Los europeos están dispuestos a proseguir las negociaciones. Nuestras condiciones son claras y conocidas. Corresponde ahora a Reino Unido elegir si desea o no un acuerdo", sostiene el presidente francés.
"Nuestra disposición es absoluta, total para poder llegar a un acuerdo con Reino Unido. Lo que queremos es tener las mejores relaciones con Reino Unido. Pero el acuerdo no puede ser cualquier acuerdo, tiene que ser un acuerdo que beneficie a ambas partes", ha indicado el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Entre los escollos pendientes, Sánchez ha señalado la situación de Gibraltar, que se negocia en una mesa bilateral entre Madrid y Londres.
El mejor resumen de minuto y resultado lo ha hecho el primer ministro holandés, Mark Rutte. "Mi interpretación de las palabras de Boris Johnson es que también por su parte hay una voluntad de llegar a compromisos, lo cual es lógico porque la necesidad económica y geopolítica de encontrar una posición común antes de que acabe el año es enorme para los dos lados. Así que soy cautamente optimista", ha dicho. El objetivo de los europeos sigue siendo cerrar el trato antes de que acabe octubre.