El violento e inesperado portazo este viernes de Dominic Cummings, el asesor más cercano al primer ministro, Boris Johnson, precipitó una crisis en el seno del Gobierno británico que saca a relucir las enormes tensiones que atraviesan Downing Street.
Para los británicos, Cummings era mucho más que un simple consejero. Se trataba del cerebro en la sombra, el hombre que consiguió que el Reino Unido votase a favor del brexit, un Rasputín que movía los hilos y que hasta tomaba las decisiones por un dubitativo Johnson.
Las últimas horas de Cummings en el poder combinan los ingredientes imprescindibles para una buena tragedia shakesperiana: hay traición, puñaladas, desgarro, y unos personajes afectos a la conspiración.
Se sabía desde la noche del jueves que el superasesor abandonaría su cargo a final de año, pero algo debió de romperse antes para que, pasadas las 17.00 hora GMT (las 18.00 de la tarde hora peninsular española), empaquetase sus cosas y saliese del número 10 de Downing Street entre los flashes de los fotógrafos.
Para la prensa conservadora -pieza clave en cualquier trama palaciega en el Reino Unido-, la marcha con cajas destempladas de Cummings supone en realidad el triunfo de la pareja de Johnson, Carrie Symonds, exjefa de comunicación del Partido Conservador.
Symonds y su entorno se referían al equipo de Cummings como los "mulás locos", según el diario The Times, y presionaron para la salida esta misma semana del hasta ahora director de comunicación de Downing Street, Lee Cain, detonante de la crisis.
De acuerdo con los medios británicos, Cain aspiraba a ocupar la vacante de jefe de gabinete de Johnson, pero su fracaso en conseguirlo acabó con su renuncia y, finalmente, con la de su valedor.
Giro ideológico
Pero al margen de querellas personales, en la partida de Cummings y sus fieles subyace un volantazo en la dirección del país, un viraje ideológico hacia posiciones -al menos a priori- más cercanas al conservadurismo tradicional.
Entre los diputados 'tories' y muchos de los ministros del Ejecutivo apenas se podía disimular el júbilo por la noticia. La vieja guardia conservadora llevaba tiempo alertando de que Johnson había sido "secuestrado" a sus ojos por un aparato fuera del control del partido.
"Esto es la oportunidad para que el primer ministro tenga un peso pesado como asesor que haga el trabajo concienzudamente y nos lleve adelante. Cuando el asesor se convierte en la noticia, es hora de que se vaya. Históricamente, siempre ha sido así", dijo el influyente diputado Roger Gale, uno de los que menos se ha mordido la lengua.
Cummings y los suyos fueron el corazón y la cabeza de la campaña 'Vote Leave' en favor de la salida de la UE, y se comprometieron a no cejar hasta que el brexit fuera una realidad.
El Reino Unido ya está, desde el pasado 31 de enero, fuera de la UE, pero aún falta quizá la parte más complicada: definir cuál será la relación pos-brexit con el bloque comunitario tras el periodo de transición, que expira en apenas siete semanas, al final de 2020.
La marcha repentina del asesor en jefe siembra dudas sobre cuál será el futuro de las negociaciones con Bruselas, que siguen enquistadas y están a punto de fracasar.
En el ojo del huracán
Pero Cummings no ha querido esperar. Esta vez no ha aguantado la presión, como sí hizo el pasado mayo. Y eso que entonces la tormenta era incluso más fuerte. ¿Qué ha cambiado? Probablemente, que ya no goza del respaldo incondicional de Johnson.
Hace seis meses, el primer ministro salió al rescate de su consejero contra viento y marea después de que se revelase que en marzo éste había violado el confinamiento para conducir más de 400 kilómetros desde Londres a Durham (norte de Inglaterra) con su esposa e hijo.
Lo hizo, dijo, para buscar la ayuda de su familia en el cuidado de su pequeño de cuatro años, porque su mujer presentaba síntomas de la Covid-19 y él temía contagiarse.
La furia de la opinión pública, de la oposición y de su propio partido no consiguió que Johnson lo dejase caer, aun a costa de un gran perjuicio para su propia imagen y sobre la base de unas explicaciones endebles.
Cummings era el hombre al que el Reino Unido adoraba odiar. Su figura se coló en los hogares británicos a raíz de la interpretación que Dominic Cumberbatch hizo de él en la exitosa película Brexit: The uncivil war.
Ahora, no dejan de trascender en los medios detalles sobre la cultura machista y despiadada que había impuesto en Downing Street. La vendetta puede ser larga y dolorosa.
El movimiento de piezas en el Gobierno, si se confirma lo que publican los diarios conservadores, acabará con una formidable ironía: el regreso, como jefe de gabinete, del exministro de Economía, Sayid Javid, quien precisamente dimitió en febrero cuando Cummings quiso imponerle a sus asesores en el Ministerio.