Cuando nadie se lo esperaba, el Gobierno de António Costa se desmoronó. La 'geringonça', el pacto de izquierdas que lideró el país durante seis años, se resquebrajó ante los presupuestos de 2022. El Bloco de Esquerda (BE) y el Partido Comunista Portugués (PCP), socios del Gobierno, dieron la espalda al Partido Socialista (PS) y tumbaron las cuentas por primera vez en más de 40 años de democracia.
Superados los meses más duros de la pandemia, cuando el país esperaba iniciar su recuperación, se vio ante la disolución de la Asamblea de República y unas elecciones anticipadas que muy pocos se hubiesen atrevido a pronosticar. "Pilló por sorpresa a toda la sociedad portuguesa y a la propia élite política. Y, sobre todo, estas elecciones no eran deseadas por el electorado de izquierda que apoyaba esta solución gubernamental", explica el politólogo del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa, António Costa Pinto.
Y quizás por eso los sondeos vaticinan un resultado muy ajustado. Los últimos, de este jueves por la noche, señalaban una victoria del PS por la mínima. El estudio de la Universidad Católica daba la victoria a los socialistas por un 36% frente a un 33% del Partido Social Demócrata (PSD), mientras que la encuesta del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa cifra la diferencia incluso en un punto menos: un 35% del PS frente a un 33% del PSD.
Es casi imposible adelantar un ganador, aunque hace tan solo unos meses, cuando se disolvió la Asamblea, parecía imposible una derrota de António Costa. "Hay una clara movilización del electorado de la derecha y una clara recuperación del PSD, aupado por los resultados de las municipales en Lisboa", destaca Costa Pinto.
Las elecciones municipales, que dieron la alcaldía de Lisboa al PSD, contra todo pronóstico, han jugado un papel principal en el adelanto electoral. No sólo han dado nueva vida a Rui Rio, el líder del PSD que superó unas primarias y la oposición interna dos meses antes de las legislativas, sino que sus resultados fueron claves en la ruptura gubernamental.
"La quiebra del PCP en las municipales, en las que algunas alcaldías pasaron para el PS fue la señal de que el PCP abandonaría al PS. Del punto de vista electoral, el PCP sigue en declive y el haber apoyado esta solución gubernamental no le ha beneficiado", cuenta el politólogo.
Entre 2015 y 2019, el PCP perdió cerca de 113.000 votos. Las elecciones municipales terminaron de sentenciar su caída y puso al partido en una encrucijada: apoyar a los presupuestos sólo sería beneficioso si el PS cediera en medidas que el PCP pudiese presentar como victorias del partido. "El PS cedió", cuenta Costa Pinto, "hizo concesiones más significativas que en anteriores presupuestos", pero el PCP las consideró insuficientes para su objetivo. Y votó en contra.
Algo parecido pasó con el BE. Entre 2015 y 2019 perdió cerca de 50.000 votos y su esencia de partido contestatario. Esta era la segunda vez que votaba en contra de los presupuestos del Partido Socialista, aunque el año anterior Costa consiguió sacarlos adelante con el voto favorable del PCP.
Si la jugada le saldrá bien a los dos partidos es pronto para saberlo, pero los estudios de opinión parecen indicar que no. Las dos últimas encuestas les dan entre un 5% y un 6% a ambos, lo cual significaría la manutención del porcentaje o la pérdida de un punto para los comunistas, pero una bajada de tres o cuatro puntos para el BE, que llegó a los 9,5% en 2019.
"Al rechazar los presupuestos generales, el Bloco de Esquerda sabía que sería el partido más penalizado. porque es el partido que tiene un electorado que más coincide con el PS", señala António Costa Pinto.
Geringonça 2.0
Con la mayoría absoluta fuera del horizonte de cualquier partido, sea quien sea el ganador, los acuerdos que sean capaces de alcanzar serán clave en la definición del próximo Gobierno.
El aún primer ministro asumió el fracaso de sus presupuestos como "una frustración personal" y empezó por pedir la mayoría absoluta, que pronto se convirtió en una mayoría amplia. "Siempre he creído que a los portugueses no les gustaban las mayorías y creo que siguen sin gustarles", diría Costa en campaña, asegurando que "tras las elecciones hablaremos con todos los partidos menos [el ultraderechista] Chega, con quien no hay mucho que hablar".
"La primera justificación del BE y del PCP para la ruptura del Gobierno era que el PS quería la mayoría absoluta y por eso no cedía. Costa rápidamente entendió que no podía seguir pidiéndola, porque validaba el relato de los demás. Y, además, no es posible que ocurra. De salir ganador, Costa siempre intentaría negociar a la izquierda primero, pero la diferencia es que, hoy por hoy, ya lo dice”, analiza el politólogo.
António Costa ha anunciado que dimitirá si no gana las elecciones. Pero si sale vencedor y las cuentas le permiten formar Gobierno, pese a que terminaron de espaldas, ya ninguno de los socios de izquierdas niega que van a tener que entenderse. "Le digo a António Costa que el BE está disponible y que le invita a que nos reunamos el 31 de enero para trabajar una agenda de medidas y metas para 4 años", dijo la líder del BE, Catarina Martins. Por su parte, Jerónimo de Sousa, líder del PCP, pedía al PS que "rectifique" y "deje de coquetear con el PSD".
Esto porque, pese a que es muy improbable, no es de descartar un acuerdo entre los dos mayores partidos, el PS y el PSD. Aunque a Rui Rio, viabilizar un gobierno del PS con una abstención en la Asamblea de la República podría salirle demasiado caro. "La oposición interna en el PSD volvería a encenderse y tampoco sería una solución a largo plazo", vaticina Costa Pinto.
Pactos a la derecha
En el caso de que gane Rui Rio, las cuentas se hacen a la derecha, pero son igual de complicadas. Sobre todo porque entra en juego el ultraderechista Chega. El partido de André Ventura que entró en la Asamblea de la República en 2019, con la elección de su líder, es el que más crece en estas elecciones. Y aunque el porcentaje avanzado por los sondeos no pasa de los 6%, en el mejor de los casos, le permitiría subir de uno a entre 6 y 12 diputados y ser clave para la formación de un Gobierno de derechas.
Rui Rio ha rechazado formar una coalición de Gobierno con el partido de extrema derecha, pero no ha descartado ser investido con sus votos, por lo que no habrá un cordón sanitario a la ultraderecha. Las negociaciones dependerán del resultado de Chega y de la fuerza que pueda ejercer.
"Será interesante ver cómo se maneja el PSD en un parlamento tan fragmentado. Hasta 2019 lo que sabíamos es que la derecha tenía una representación estable hace casi 40 años, con PSD y [el democristiano] CDS y que siempre que ganaba el PSD formaban Gobierno. Pero ahora eso cambió", apunta el politólogo.
Ahora, la fragmentación a la derecha es igual que a la izquierda, y los votos se reparten entre PSD, los liberales de Iniciativa Liberal, el ultraderechista Chega y el democristiano CDS, que lucha por no desaparecer. "Hay un partido con el que el PSD puede hacer una coalición sin problema, pero también hay un partido de extrema derecha, de protesta, muy inestable, que hay que encajar y puede ser problemático para llegar a acuerdos. Habrá que ver como lidia Rui Rio con estas tensiones", explica.
En este escenario, las elecciones de este domingo se presentan como las más ajustadas de la historia, en las que cualquier cosa puede pasar. Y teniendo en cuenta la fragmentación parlamentaria que se avecina, quizás el mayor desafío del ganador en las urnas sea conseguir formar un Ejecutivo estable y que aparte Portugal de la espiral de la repetición electoral en la que vivió España en un pasado nada lejano.