La guerra les obliga a huir, la ley les separa. Son once días ya de escalada en Ucrania y millón y medio de personas ha cruzando la frontera escapando de las bombas. Un movimiento masivo de población que, como alertan desde Naciones Unidas, se ha convertido en el mayor éxodo europeo de las últimas décadas. Las cifras, de por sí impactantes, ocultan una triste realidad: la gran mayoría de varones adultos se han quedado en el país.
Fue el pasado jueves, apenas unas pocas horas después del ataque ruso sobre las principales urbes ucranianas, cuando el presidente Volodymyr Zelenski anunció la activación de la ley marcial en el país. Un decreto que limita la libertad de movimiento, de expresión, de manifestación e incluso la privacidad de las conversaciones y que, de manera colateral ha separado a las familias. Todo hombre entre 18 y 60 años en condiciones para pelear tiene prohibida la salida del país, al margen de unas pocas excepciones.
Por eso, con el aumento de la presión rusa y el ataque indiscriminado contra civiles que escapaban por corredores humanitarios, miles de ucranianos continúan llegando cada día al oeste del país. Algunos se quedarán en Lviv, otros saldrán hacia Europa. La mayoría, eso sí, seguirá el camino sin sus padres, maridos y hermanos.
Cuando el objetivo es cruzar a Polonia en tren, el desplazamiento hasta Lviv se convierte en parada obligatoria.
Debido al importante movimiento poblacional que vive Ucrania, y con el fin de evitar desgracias por la desesperación, los viajes en ferrocarril han pasado a ser gratuitos.
Son muchos los ciudadanos cuyo único equipaje fue el pasaporte y un saco de dormir. Otros muchos decidieron empaquetar el mayor número posible de cosas. No todos contemplan el regreso.
A escasos metros de las escaleras que permiten la salida de los andenes, se encuentra también la estación de autobuses. La mayoría de mujeres muestran mayor entereza que sus maridos. Ellas aprietan el brazo y les piden fuerza, ellos lloran viéndolas marchar.
Entre las dos estaciones que permiten salir de Ucrania hay un parque en el que se reparte comida y bebida gratuita. Para algunos que viajan solos, los voluntarios son la única compañía.
Los más pequeños se despiden de sus padres y hermanos y, aunque están lejos de comprender la situación, sus rostros de tristeza inundan los cristales. El cansancio, el estrés y los largos viajes hasta Lviv hacen mella en los más pequeños. También la falta de comida y de sueño.
Lágrimas amargas sin intimidad. Así son las despedidas para muchos matrimonios que separan sus caminos. Si tienen hijos, ellas se encargarán de cuidarlos. A ellos les toca esperar la llamada del ejército y defender el territorio.
Como ya ocurriera en el Donbás en 2014, los primeros perros abandonados comienzan a aflorar por las calles. En la imagen, la dueña de siete canes busca autobús para viajar con ellos y salir de Ucrania.
Con cero grados en el termómetro y la oscuridad de la noche, los ánimos se apagan. Los últimos trenes se preparan para salir. Próxima estación, volver a verse cuando acabe la guerra.
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