Puede que Vladimir Putin le haya dado calabazas e incluso ridiculizara sus intentos de mediación, pero a Emmanuel Macron su labor como presidente en tiempos de guerra le renta en términos de expectativas electorales. Ya encabezaba todos los sondeos para ser reelegido, pero desde que Moscú invadió Ucrania, ha mejorado cinco puntos (28/29%).
Todo indica que su rival en la segunda vuelta será, como en 2017, Marine Le Pen, resucitada en los sondeos (19/20%). La candidata de la extrema derecha ha logrado despegarse de su rival Éric Zemmour (9-11,5%). Entre ambos se ha intercalado el líder de La Francia Insumisa (que forma grupo con Podemos en el Parlamento Europeo), Jean Luc Mélenchon, que ha dado un salto hasta el 14%.Tres personajes que entran dentro de la categoría de "tontos útiles" del Kremlin en definición de Daniel Cohn Bendit.
Las elecciones presidenciales francesas se disputan a dos vueltas, pasando a la segunda los dos candidatos más votados en la primera. Faltan 15 días para la primera cita con las urnas (10 de abril) y cuatro semanas para la segunda (24 de abril).
Los expertos llaman a la prudencia en el manejo de las encuestas ante la dificultad de afinar la participación, un dato que ya descabalgó las previsiones de los últimos comicios, regionales. Ipsos ha publicado un estudio cifrando los electores dispuestos a votar entre el 65 y el 69%. La abstención podría llegar el 30%, superando el récord del 28,4% en 2002, cuando Jean Marie Le Pen, padre de Marine, se clasificó por sorpresa para la segunda vuelta.
La campaña está siendo atípica. Arrancó tarde por culpa de los últimas restricciones del Covid y, cuando el debate parecía prender en la sociedad, estalló la guerra. El vuelo de una mariposa en el último momento puede aún hacer cambiar la decisión de más de un elector indeciso. Recuerden que los sondeos son la foto del momento, no una predicción del futuro.
El efecto 'jefe de guerra' ha dado un empujón al actual presidente de la República que se declaró candidato casi en el límite del plazo de presentación. Pese al abrumador respaldo en toda Europa a la resistencia ucraniana, los tres candidatos que persiguen a Macron en los sondeos eran fervorosos partidarios de Putin.
Marine Le Pen tuvo que deshacerse de 1.200.000 ejemplares de un panfleto electoral de ocho páginas con fotos de la candidata con líderes del mundo… entre las que había una dándole la mano a Putin en Moscú en marzo de 2017. "Sé que usted representa un espectro político en Europa que crece rápidamente", le dijo entonces, zalamero, el presidente ruso.
Aquella campaña fue financiada gracias a un préstamo de nueve millones de euros de un banco ruso, que aún hoy no ha terminado de devolver. En esta ocasión, ha sido algo más prudente: la financia un banco de Hungría, país cuyo presidente la recibió con honores de jefe de gobierno hace unos meses.
Antes de que las tropas rusas invadieran Ucrania, Le Pen proponía que Rusia saliera del Donbass. A cambio, habría que "reconocer la integración de Crimea en Rusia". Y Kiev debía comprometerse a no entrar en la OTAN para ser "un estado tapón, neutral".
Luego llegó la invasión. "El Vladimir Putin de hace cinco años no es el de ahora", se defendió, rauda, Le Pen. "Ha cruzado una línea roja" al invadir Ucrania, "en una clara e indefendible violación de las leyes internacionales". La líder de la extrema derecha tuvo que admitir que la guerra "ha cambiado en parte" su opinión sobre Putin: "Sí, es un régimen autoritario. Podemos intentar explicar lo que pueda explicarse pero no podemos excusar su conducta".
Le Pen ha expresado su "solidaridad con el pueblo ucraniano" y se ha mostrado a favor de "acoger en buenas condiciones a los refugiados". Pero no asistió a la alocución por videoconferencia del presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, a la Asamblea Nacional francesa. Tenía "otras obligaciones", declaró. Y dijo no sentir "admiración particular" por el jefe de Estado ucranio: "Defiende los intereses de Ucrania con mucha energía y demuestra su patriotismo. Eso es lo normal y no debiera suscitar admiración".
Éric Zemmour no creía que Rusia iba a invadir Ucrania. Lo dijo muchas veces. La última en vísperas del 24-F en la emisora Europe 1. Proponía que "un gran tratado que recogiera el reconocimiento de Rusia a las fronteras de Ucrania y que éstas se comprometiera a no entrar nunca en la OTAN". A su juicio, Francia debía abandonar el mando militar integrado de la OTAN, al que París volvió en tiempos del presidente Nicolas Sarkozy. "La OTAN no tiene ninguna razón de ser, de verdad".
Desde siempre, el entonces analista y hoy candidato mostró su simpatía por Putin, "el último resistente al huracán de lo políticamente correcto que, partiendo de América, destruye todas las estructuras tradicionales, familia, religión, patria".
Tras la invasión demostró menos cintura que Le Pen. La condenó, por supuesto. Pero se abonó al equilibrio de "Putin, culpable; Occidente, responsable". También careció de empatía al proponer que los refugiados se quedaran en Polonia y no fueran acogidos en Francia. En 48 horas, cayó 2,5 puntos en las encuestas; Marine Le Pen ganó uno. Zemmour no ha logrado frenar su caída desde entonces. Este domingo disparará su último cartucho organizando el mayor mitin de toda la campaña. Será en París, en un lugar simbólico, plaza del Trocadero.
Putin también encontró comprensión en el otro extremo del arco político. Mélenchon escribió en su blog en 2015 que el futuro de Ucrania y de las regiones separatistas del Donbass "reposaba en la sangre fría de Putin" para no caer en la intentos de desestabilización de EE UU. En fechas recientes sostuvo que "Putin había arreglado el problema de Siria".
El líder de la izquierda radical quería una "Francia no alineada" y pedía que "Rusia no traspasara las fronteras de Ucrania" y que "los americanos no intentaran integrar a Ucrania en la OTAN". Consumada la agresión, Mélenchon se envolvió en el pacifismo y se ha opuesto a entregar armas a Ucrania.
La relación de Macron con Putin también tiene sus meandros. Para empezar, le recibió con el máximo boato en el Palacio de Versalles al poco de ser elegido… después de que en la campaña de 2017 los ordenadores de su equipo de campaña fueran pirateados, difundiéndose algunos correos y, sobre todo, después de que medios públicos rusos difundieran rumores sobre su vida privada.
Dos años después, en agosto de 2019, Macron tuvo otro gesto amistoso con Putin al invitarle al Fuerte de Brégançon, la residencia veraniega de la presidencia de la República. "Tenemos que reinventar una arquitectura de seguridad y confianza entre la UE y Rusia", declaró el jefe del Estado francés, días antes de ser el anfitrión de sus pares del G7 en Biarritz.
Voluntad reiterada poco después ante la conferencia de embajadores en la que advirtió a los diplomáticos del Quai D’Orsay a los que instó a superar sus tradicionales reticencias hacia Moscú.
Cierto es que Macron, gestos aparte, no ha cedido a lo largo de estos años en las sanciones impuestas a Rusia tras la anexión de Crimea. Cierto es que su voluntad de integrar a Moscú estaba condicionada a cesiones en Ucrania y Siria, algo que Putin nunca aceptó. Cierto que desde De Gaulle y la Guerra Fría, todo inquilino del Elíseo ha querido que Francia jugara a ser el punto de equilibrio entre EE UU y Rusia. Finalmente, hay que recordar que Francia ocupa este semestre la presidencia rotatoria de la UE.
El caso es que desde diciembre, Macron y Putin han mantenido cerca de una veintena de conversaciones telefónicas. Unas veces a iniciativa francesa, otras rusa y alguna a petición de Zelenski. El intercambio de llamadas se ha mantenido incluso después de la invasión. El presidente francés intentó contra toda evidencia evitar el conflicto. Con el mismo fin viajó a Moscú el 7 de febrero para una entrevista tan larga (¡cinco horas!) como infructuosa con Putin. Queda la foto con ambos dignatarios en los extremos de una mesa de más de diez metros.
Macron ha rehusado calificar a Putin de "criminal de guerra" como hace Joe Biden. "No es útil ofenderle" vino a decir en tv. Todo sea por mantener el canal abierto. "Esperamos que la resistencia heroica del pueblo ucraniano y el coste de la guerra lleven a Putin a la conclusión de que hay que negociar. Es un hilo muy fino pero si existe esa posibilidad sería un error no aprovechar la oportunidad", han explicado fuentes del Elíseo
En cualquier caso, y aunque esa no sea su intención, es evidente que Macron se beneficia electoralmente del efecto "jefe de guerra". La guerra ha desplazado el interés informativo por la campaña y trastocado el orden de los temas.
La otra tendencia que apuntan los sondeos es el fin del régimen de partidos en los que se ha sostenido la V República: la derecha afiliada al PP Europeo, heredera del gaullismo, y el Partido Socialista. La candidata de la derecha, Valérie Pécresse, ha caído hasta el 10/12%. La socialista, Anne Hidalgo está hundida en el 2%, detrás de los citados, del candidato ecologista, Yannick Jadot, (4,5/6%) e incluso del comunista, Fabien Roussel (3/4%).
Otros cuatro candidatos completan la docena de aspirantes a presidir Francia durante los cinco próximos años: dos trotskistas (Arthaud y Poitou), un centrista indómito (Lasalle) y un derechista, Nicolas Dupont Aignan. Los dos de extrema izquierda no superan el 1% en ninguna encuesta. Los otros dos fluctúan en torno al 2%. Vamos, al mismo nivel que Hidalgo, aunque la prudencia invita a relativizar los resultados de las encuestas, especialmente los de los candidatos más minoritarios.
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