Boris Johnson, periodista fabulador, corresponsal tendencioso, político demagogo hizo de la mentira el motor de una carrera -y una vida- tan jalonada de éxitos como carente de escrúpulos. Anoche los diputados de su grupo conservador en la Cámara de los Comunes le reiteraron su confianza como primer ministro en una votación que no podrá repetirse en un año.
Alexander Boris de Pfeffel Johnson tuvo la educación esmerada de la élite inglesa: secundaria en el selecto colegio de Eton y estudios superiores en Oxford. En esta universidad coincidió con David Cameron el primer ministro que convocó el referéndum sobre el Brexit y dimitió tras el triunfo del sí. Allí ambos fueron miembros del Bullingdon Club, célebre por las reuniones de los retoños de la alta sociedad para emborracharse vestidos de smoking y destrozar el local de la cogorza.
El primer trabajo de Johnson, a sus 23 años, fue de reportero del prestigioso The Times. Una historia suya sobre el descubrimiento de las ruinas del antiguo castillo de Eduardo II en la orilla del Támesis mereció ir en portada. El novato la adornó: "Eduardo II vivió aquí un reinado de desenfreno con su amante Piers Gaveston".
Lo malo es que al mantenido del rey le cortaron la cabeza 13 años antes de la inauguración del Rose Palace, en 1325. Lo peor es que el reportero atribuyó la cita a Colin Lucas, amigo de su padre y padrino suyo. E historiador. Enfadado, le desmintió. Y le echaron del Times. "Fue el peor error de mi vida", reconoció tiempo después.
Tras un breve paso por un vespertino de Wolverhampton, fue enviado a Bruselas como corresponsal de The Daily Telegraph. Un ramillete de sus 'noticias' tan falsas como divertidas. "La industria italiana incumple la normativa europea al fabricar condones demasiado pequeños". "Los pescadores deberán llevar redecilla en el pelo". "Prohiben las patatas fritas con sabor a gamba".
Un festín entre 1989 y 1994. Fueron los primeros aleteos de la mariposa del euroescepticismo británico. Contra el que nada podrán los desmentidos de la Comisión que presidía Jacques Delors. "El problema es que nuestras respuestas eran menos divertidas", recordaba un funcionario de la época.
Temas menores, fake news gruesas como la supuesta normativa comunitaria para regular la forma de las bananas. Él encantado de conocerse: "Tiraba piedras al otro lado de la verja y oía romperse los cristales en el Reino Unido, como si todo lo que escribía desde Bruselas explotara en el partido Conservador. Y eso me daba una extraña sensación de poder" dirá en BBC4 en 2005.
Convertido en diputado conservador desde 2001, tiene dos tropiezos serios con la verdad. En 2004, negará ser el autor de un editorial del Spectator que responsabilizaba a los hinchas borrachos del Liverpool de la catástrofe de Hillsborough en la que murieron 96 espectadores. Cuando, 12 años después, el informe oficial la atribuya a la mala gestión policial de la muchedumbre, pedirá perdón en la radio.
Para entonces ya era alcalde de Londres. (2008-2016). Y eso que otra mentira en 2004 le costará la exclusión de la dirección de los 'tories'. Negará categóricamente ante todo el mundo, incluido el líder conservador, Michael Howard, estar liado con Petronella Wyatt, una redactora del Spectator, revista de la que era redactor jefe. Poco después, la madre de ésta contó a la prensa que su hija, embarazada de Boris, había abortado. Casado en segundas nupcias con Marina Wheeler y padre de cuatro hijos, el matrimonio sobrevivió entonces pero acabó en divorcio en 2018, tras 25 años repletos de infidelidades.
La época de ascenso hacia el poder de BoJo está repleta de promesas incumplidas y afirmaciones demagógicas cuando no falsas. Camino de la alcaldía de Londres, prometió que conservaría todas las taquillas con un empleado del metro y que aumentaría el número de policías en la calle. Los hechos le desmienten.
También era falso el principal lema de los partidarios del 'brexit' en la campaña de 2016: "Enviamos a la UE 350 millones de libras a la semana. Financiemos nuestra sanidad pública". La transferencia neta de Londres a Bruselas era de 135 millones semanales.
Lo peor del euroescepticismo de Johnson es su impostación. Como corresponsal en Bruselas lo hizo para distinguirse de sus colegas, todos pro europeos. En 2016, escribió a favor y en contra del 'brexit'. Terminó decidiéndose por la salida de la UE para diferenciarse de la corriente mayoritaria del gabinete.
Es como el acento impostado de su francés, lengua que domina por haber estudiado hasta los 11 años, en la Escuela Europea de Bruselas. En la capital belga su padre, Stanley, fue de los primeros funcionarios británicos de la CEE tras la adhesión del Reino Unido. Luego fue eurodiputado. La familia se deshizo por las infidelidades del padre que llevaron a su madre a una profunda depresión.
El cinismo de Boris Johnson, primer ministro desde 2019, alcanzó su paroxismo durante el 'partygate', las 16 fiestas celebradas en Downing Street entre mayo de 2020 y abril de 2021. El demoledor informe de Sue Gray llevó a The Times y The Guardian a coincidir en el principal título de sus portadas la semana pasada: "Alcohol, peleas y vomitonas".
Lo peor del caso es que el primer ministro había mentido ante el Parlamento. Negó su participación hasta que se publicaron fotos de él levantando el vaso en brindis. Y afirmó que "no se había infringido ninguna regla anti covid". Cuando las reuniones entre personas que no convivían estaban estrictamente prohibidas en el Reino Unido, en las oficinas e incluso en la residencia del primer ministro se bebía en grupo hasta las tantas de la madrugada.
A BoJo le llovieron las descalificaciones. De la oposición y de sus propias filas. Quizá la más demoledora sea la de su predecesora, Theresa May, en cuyo gabinete fue un (mal) ministro de Exteriores: "O no ha leído las reglas, o ni él ni nadie de su alrededor las ha entendido o pensaban que no se aplicaban a ellos". El cinismo de esa clase superior que cree que el derecho común rige para sólo para el pueblo.
Quizá en las horas frenéticas que precedieron a la votación, Boris Johnson se acordó de su bisabuelo turco, Ali Kemal, periodista y político anglófilo de los últimos días del imperio otomano. Ministro de Interior del último gobierno del último sultán, su oposición al triunfante Kemal Ataturk le llevó a la horca y a que su cuerpo fuera despiezado en 1922.
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