La cadena de mentiras con la que se ha ahorcado Boris Johnson
Boris Johnson sale de Downing Street abochornado por los escándalos y las mentiras que han salpicado su mandato.
7 julio, 2022 13:28Fin del camino para Boris Johnson. Tras meses de escándalos, el primer ministro británico no ha podido resistir al abandono de su Gobierno, cuyos miembros empezaron a dimitir hasta que a Johnson no le quedó otra alternativa que renunciar. Hace tan sólo un mes, Johnson parecía indestructible, al superar la moción de confianza de su propio partido con un respaldo del 59%. Pero un nuevo escándalo, con el caso Pincher, y las nuevas mentiras del primer ministro hicieron la situación insostenible.
A Johnson, más que los escándalos, le ha pasado factura la cadena de mentiras en la que se ha enrocado de cada vez que un nuevo caso salió a la luz. Su honestidad quedó en entredicho demasiadas veces y, como le advirtió la Secretaria de Estado del Tesoro al anunciar su renuncia, "hay un número máximo de veces en las que uno puede disculparse y seguir adelante". Boris Johnson superó ese número con creces.
Ahora dimite como primer ministro, no sin antes llevar su resistencia al límite de lo imposible, negando lo que parecía evidente. Ayer mismo, en respuesta a los pedidos de dimisión de la oposición en el Parlamento, Boris Johnson contestaba tajante: "Aguantar, eso es lo que haré". Aguantó 24 horas más. Sale de Downing Street a regañadientes y no sin antes conseguir pelear sus propios tiempos: seguirá al frente del Gobierno hasta otoño, fecha en la que el partido 'Tory' habrá elegido un nuevo líder.
Escándalo, tras escándalo, la estrategia de Johnson siempre ha sido la misma: negar, mentir, ocultar, indignarse... para terminar reconociendo el error, agachando la cabeza, pidiendo perdón y garantizando que no volvería a ocurrir. Y, al final, fueron las mentiras, más que los escándalos, los que sentenciaron a Johnson.
'Partygate'
En el peor momento de la pandemia, con todo Reino Unido confinado y los contactos sociales limitados para contener las consecuencias del coronavirus, Downing Street celebraba fiestas multitudinarias en las que corría el alcohol. Las fotos publicadas en la prensa británica escandalizaron al país y el propio Johnson fue multado por la policía por asistir a una fiesta de cumpleaños.
El primer ministro se vio obligado a pedir perdón al país y a la reina Isabel II también por su conducta inapropiada. Mientras la Reina asistía sola al funeral de su marido, el príncipe Felipe, cumpliendo escrupulosamente las normas de la pandemia, el personal de Downing Street había estado de fiesta justo en la víspera.
Cuando los primeros rumores de las fiestas salieron a la luz Boris Johnson mintió diciendo no saber que esos eventos habían tenido lugar o, más inverosímil aún, asegurando que no sabía que esas 'reuniones' infringían las normas, normas esas establecidas por su propio Gobierno. Boris agachó la cabeza y pidió perdón, pero aceptar que el primer ministro hubiese actuado de buena fe, y no se hubiese dado cuenta de que lo ocurrido en Downing Street era una clara violación de las normas del confinamiento británico era imposible para el país.
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Más aún cuando se destapó el informe de Sue Gray. El documento de 60 páginas, que incluía algunas fotos de las fiestas, hablaba de fiestas con "altercados", "vómitos" y "borracheras". La investigación señalaba directamente al primer ministro y a otros altos cargos y pedía que se asumieran responsabilidades.
El caso Pincher
Fue éste el caso que tumbó a Boris Johnson. Las dimisiones de estos días se han sucedido después de las acusaciones de un funcionario de que la oficina de Johnson habría divulgado información falsa sobre las acusaciones de acoso sexual y conducta inapropiada contra el diputado Christopher Pincher.
Boris Johnson nombró a Pincher como responsable de disciplina parlamentaria de los 'tories' sabiendo las acusaciones que pesaban sobre él. Pincher era uno de los pocos fieles que le quedaban a Johnson y el primer ministro le necesitaba en un puesto tan delicado ante las amenazas continuas de rebelión dentro del propio partido. Pero, cuando saltó el escándalo, Boris Johnson hizo lo que siempre hace: mintió. Negó que estuviera al tanto de las acusaciones cuando hizo el nombramiento y, una vez más, le pillaron.
Simon McDonald, ex secretario permanente del Ministerio de Exteriores envió una carta a la presidenta de la comisión parlamentaria de Ética, Kathryn Stone, en la que aseguraba que Johnson n había dicho la verdad. "Los medios llevan días repitiendo afirmaciones de Downing Street que son falsas. Por ejemplo, que nunca se interpusieron quejas formales contra el Sr. Pincher. No es verdad. El Sr. Johnson fue informado personalmente del inicio y del resultado de las investigaciones", aseguraba.
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El texto cayó como una bomba en el partido conservador. Sus miembros habían estado defendiendo la tesis de Johnson en todos los medios de comunicación y luego se encontraron con las matizaciones obligadas de Downing Street. Primero aseguró que Johnson no sabía nada. Luego se reconoció que el primer ministro había sido informado, pero que las quejas "no llegaron a derivar en un expediente formal". Y cada versión fue desmentida por MacDonald: "Hubo quejas formales y el Sr. Pincher no fue exonerado".
'Wallpapergate'
Uno de los primeros escándalos que involucró a Johnson fue el llamado 'Wallpapergate', en la que el primer ministro se enfrentó a una acusación por corrupción después de que unos mensajes de WhatsApp revelaran que había pedido fondos a un donante del Partido Conservador para renovar su residencia en Downing Street. Los medios de comunicación británicos informaron que la reforma costó más de 230.000 euros.
La pareja de Johnson, Carrie Symonds estuvo supervisando los trabajos, para los que habría contado con la labor de la diseñadora Lulu Lytle. Una de las filtraciones del Daily Mail recogía unas palabras de Boris Johnson en las que decía que Symonds estaba "comprando papel de pared de oro". "Cuesta decenas y decenas de miles... No puedo permitírmelo", decía el 'premier'.
Las donaciones y los préstamos políticos están estrictamente controlados en el Reino Unido, con préstamos de más de 8.800 euros registrados y revelados públicamente por la comisión cuatro veces al año. Y, pese a que Boris Johnson afirmó que había sufragado esa cantidad de dinero él mismo, diversas filtraciones publicadas por los medios británicos aseguraban que había pedido dinero a donantes de su partido para costearlo. Una vez más, las mentiras.
Johnson no informó sobre las donaciones y, como resultado, la Comisión Electoral multó al Partido Conservador en más de 20.000 euros.
El caso Paterson
El año pasado, el comité de normas del parlamento recomendó suspender al diputado conservador y exministro Owen Paterson durante 30 días después de descubrir que había recibido de compañías privadas -por hacer lobby y a cambio de favores políticos- hasta tres veces su salario de 95.000 euros al año. Según The Guardian, Paterson estuvo cobrando 9.300 euros al mes de la compañía Randox, beneficiada con un contrato del Gobierno británico de 560 millones de euros para hacer tests Covid.
Inicialmente, Johnson respaldó a Paterson e incluso intentó obligar a los parlamentarios conservadores a votar a favor de anular la suspensión del diputado. Ante la presión mediática y el malestar dentro de su propio partido, Johnson cambió de posición y Paterson terminó dimitiendo como diputado.
En las elecciones de ese diciembre, los conservadores perdieron el escaño de Paterson para los liberales.
La suspensión del Parlamento
En el verano de 2019, en plena crisis por sacar adelante el 'Brexit', la reina Isabel II ordenó una suspensión del Parlamento atendiendo a la petición del primer ministro. El 10 de septiembre, se materializó la suspensión de la Cámara causando revuelo alrededor del país ante una decisión que algunos tildaron de "golpe de Estado".
Aunque se trata de un mecanismo habitual en Reino Unido, la polémica surgió porque la maniobra se interpretó por la oposición como una forma de impedir que la oposición y los 'tories' rebeldes lograran frenar su promesa de un 'Brexit' duro el 31 de octubre.
En septiembre del mismo año, tres magistrados de la máxima corte de Escocia han considerado que el primer ministro, de forma intencionada, había asesorado erróneamente a la reina Isabel II para conseguir que ésta firmara la decisión de que el Parlamento cancelara su actividad.
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