Objetivo Crimea: los riesgos nucleares de poner a Rusia contra la pared
Cuando hay algo que no quieres perder, tienes dos opciones: liarte a misiles nucleares con el mundo y asegurar tu propia destrucción… o negociar.
20 enero, 2023 03:44Uno de los discursos más habituales desde la propaganda rusa, que en ocasiones oímos incluso de boca de sus líderes más representativos -Medvedev, Lavrov, el propio Putin- es que Rusia no puede ser derrotada. No se refieren a la coyuntura militar de que sus tropas tengan que ceder tal terreno o tal otro. Es una reflexión conceptual: Rusia, como potencia nuclear, no puede perder una guerra convencional… porque, de perderla, recurriría a su armamento atómico y, en ese caso, perderíamos todos.
Cada vez que llega una amenaza de este tipo, tenemos problemas para dirimir qué parte es pura propaganda para consumo interno, un recordatorio a su pueblo de la supuesta grandeza de su patria, qué parte es disuasión al enemigo para que no siga enviando armas que puedan complicar aún más la victoria convencional… y qué parte hay de verdadero desvarío apocalíptico, de fanatismo suicida que puede empujar en algún momento a cometer un error histórico cuyas consecuencias preferimos no ponderar.
Da la sensación de que la OTAN, y sobre todo Estados Unidos, tampoco lo han tenido demasiado claro durante este tiempo. Saben que andan sobre arenas movedizas y que hay que buscar un equilibrio entre el apoyo justo a una nación salvajemente agredida y el sentido práctico de no elevar las hostilidades hasta puntos de no retorno. Con el agravante, además, de que ese cálculo pueda ser interpretado como una debilidad por parte de una mente que ve en la debilidad ajena un motivo más para el ataque y no un gesto de mera prudencia.
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En ese sentido, todos los envíos masivos de armamento a Ucrania desde el pasado mes de marzo han venido con condiciones. La finalidad ha sido en todo caso defensiva, algo que, de hecho, ha puesto de los nervios en repetidas ocasiones a Volodimir Zelenski y a los altos cargos del ejército ucraniano. Ellos quieren armas con las que ganar la guerra a Rusia y recuperar su integridad territorial. Occidente no tiene claro aún si de verdad quiere que Rusia pierda a lo grande, con todas las consecuencias. No consigue decidirse.
¿Qué es ahora mismo "suelo ruso"?
Una de las líneas rojas básicas impuestas a Kiev por parte del Pentágono es la imposibilidad de atacar suelo ruso con armas estadounidenses. Aquí tenemos un problema importante, porque es muy difícil saber exactamente a qué se refiere uno con "suelo ruso". En rigor, Rusia ha decidido unilateralmente que Zaporiyia, Jersón, Donetsk y Lugansk, en su totalidad, son provincias de su federación. En rigor, por tanto, un ataque a cualquiera de esos territorios debería activar los protocolos de defensa existencial que incluyen el uso de armas nucleares.
Sin embargo, Rusia no solo no ha respondido con armas nucleares a los ataques sobre los territorios ocupados en esas regiones sino que, desde su anexión ilegal, incluso se ha retirado unilateralmente de parte de ellos, como sucedió con la ciudad de Jersón y el lado oeste del río Dniéper el pasado mes de noviembre. Ucrania, en consecuencia, puede atacar estas regiones porque ni siquiera los rusos se creen lo que ellos mismos han proclamado. En el otro extremo, estarían los territorios reconocidos internacionalmente como rusos y fronterizos con Ucrania, esto es, las provincias de Belgorod, Kursk, Rostov, Voronezh y Briansk.
Ahora bien, la duda desde el principio ha sido qué hacer con Crimea. Qué estatus concederle, lo que a su vez viene determinado por el estatus que le concedan los rusos. No deja de ser significativo que la única vez que Putin cruzó la frontera para dejarse ver en zona de guerra fue después de la explosión del puente del Kerch. Ese gesto habla a las claras de la importancia que Crimea y, en concreto, su capital, Sebastopol, tienen para Moscú. Tanto desde el punto de vista cultural y político, como desde el económico. Hablamos de un puerto que controla con su imponente presencia todo el Mar Negro, con lo que eso conlleva.
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Crimea como pieza de negociación
Estados Unidos intuye que Crimea es una línea roja de verdad… y que cruzarla supondría una reacción imprevisible por parte de Rusia. Eso, obviamente, obliga a manejarse con mucho cuidado, pero a su vez expone una debilidad: cuando hay algo que no quieres perder, tienes dos opciones: liarte a misiles nucleares con el mundo y asegurar tu propia destrucción… o negociar. Pero no negociar con los territorios ajenos, como pretende Putin si es que de verdad pretende algo, sino negociar con lo que consideras tuyo y ves en peligro.
En esos términos hay que entender la información publicada este jueves por el New York Times, según la cual la administración Biden estaría dispuesta a enviar más y más armas con la finalidad de al menos amenazar la península. El juego es de una sutileza tremenda: según el Times, Estados Unidos quiere que Ucrania parezca suficientemente poderosa como para poder lanzarse sobre Crimea con éxito… pero a la vez no quiere que lo haga. Simplemente, pretende que la amenaza obligue a una negociación justa y no a la cesión infame con la que fantasea el Kremlin.
Ahora bien, ese intento de poner a Rusia contra la pared para obligarle a sentarse en la mesa en una situación al menos de igualdad tiene sus problemas. No es fácil decirle a un país que está sufriendo lo que está sufriendo Ucrania que se pliegue a estrategias conservadoras. Si Estados Unidos realmente arma a Ucrania de manera que recuperar Crimea -anexionada ilegalmente por Rusia en 2014-, ¿quién puede asegurar que de verdad sus tropas se van a parar en la frontera de un territorio que les pertenece?
Asimismo, si Washington cambia su doctrina y permite el ataque con HIMARS y otros sistemas de misiles semejantes a la península, ¿qué reacción cabría esperar por parte de Rusia? Un ataque nuclear a gran escala está fuera de cuestión, pero ¿qué hay del uso de algún tipo de arma no convencional que obligue a la comunidad internacional a una respuesta contundente? Poner a Putin en un aprieto es delicado porque no sabemos cómo reaccionará y nos tememos lo peor. A su vez, contemporizar no ha servido de mucho a lo largo de estos años. El dilema está ahí y tiene sus riesgos. Washington parece dispuesto a asumirlos.