Joe Biden visita Kiev

Joe Biden visita Kiev

Europa

Biden apuntala el apoyo occidental a Ucrania ante un posible gran anuncio de Putin en su discurso anual

Hay múltiples señales que indican que el conflicto está a punto de entrar en una nueva fase bastante más peligrosa. 

21 febrero, 2023 02:50

La idea inicial era tomar el este y el sur de Ucrania, lanzarse sobre Kiev y deponer a Volodimir Zelenski para colocar al Viktor Yanukovich de turno. Una "operación militar especial" que iba a durar un mínimo de setenta y dos horas y un máximo de diez días, hasta el punto de que los medios rusos llegaron a publicar la noticia de la victoria en todos los frentes cuando ya estaba claro que esta no iba a producirse.

Para ello, Putin contaba con cuatro factores a su favor: la supuesta superioridad de su ejército, la poca resistencia que Ucrania había demostrado en la anexión de Crimea en 2014, la imaginada voluntad de la parte rusófona del país de ser "salvada" de una inventada amenaza indefinida y, como elemento complementario pero imprescindible, la pasividad de Occidente. El mismo Occidente que llevaba siete años asistiendo impávido a la guerra en el Donbás y cuya decadencia se anunciaba en todos los medios oficiales de comunicación.

La visita del presidente estadounidense Joe Biden este lunes a la ciudad de Kiev es la imagen más clara de que, un año después, todo ha ido mal para Rusia: su ejército ha sido incapaz de mantener siquiera los territorios anexionados en las primeras semanas de conflicto, las dos joyas de la corona de la cultura rusa en Ucrania -Járkov y Odesa- se han mantenido siempre fieles al régimen de Kiev… y Occidente no solo no se ha echado a un lado, sino que se ha comprometido con todo en favor de la libertad ucraniana.

Joe Biden visita Kiev

Joe Biden visita Kiev

Ver a Biden y a Zelenski pasear tranquila y amigablemente por las calles de un Kiev lleno de periodistas choca con la imagen del presidente ucraniano refugiado en un búnker hace apenas doce meses, mientras los tanques rusos se disponían a entrar en la capital y los ciudadanos se amontonaban en refugios subterráneos para huir de los continuos bombardeos. La visita del presidente estadounidense llega además con cierto recochineo: horas antes de producirse, los servicios secretos avisaron a Rusia de la misma, no fuera a ser que se atrevieran a hacer algo al respecto. No se han atrevido, lógicamente.

China y el gran discurso de Putin

Ahora bien, si Biden ha elegido el 20 de febrero para plantarse en Kiev no es solo por la mística del aniversario. Hay múltiples señales de que el conflicto está a punto de entrar en una nueva fase bastante más peligrosa. De entrada, tenemos, desde hace semanas -como sucedió en 2022- la amenaza de una segunda gran ofensiva que no sabemos si llegará desde Kreminna, desde Mariúpol o si Putin y Gerasimov tienen otra idea en mente.

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Aparte, este martes 21 de febrero es el día del gran discurso a la nación del presidente Putin, anunciado desde hace semanas. Las expectativas son enormes y nadie parece saber por dónde van a ir los tiros: ¿anunciará una victoria parcial pero suficiente al año de haber empezado la "operación especial"?, ¿llamará a filas a una nueva ola de movilizados apelando a la necesidad de mantener la guerra contra Occidente?, ¿tendrá algún as guardado en la manga en forma de alianza militar con China?

Sabemos, porque así lo han manifestado, que esta última hipótesis preocupa mucho a los servicios de inteligencia estadounidenses. Lo dejaron caer Antony Blinken y Kamala Harris en la reciente Conferencia de Seguridad de Munich y no se ha dejado de insistir en el tema: Xi Jinping estaría valorando enviar armamento a Rusia para apoyar su campaña en Ucrania, abandonando así la neutralidad de la que ha presumido hasta hace escasos dos días.

Un grupo de soldados ucranianos en la región de Bakhmut

Un grupo de soldados ucranianos en la región de Bakhmut REUTERS

¿Qué mejor momento para anunciar esta alianza que coincidiendo con la visita de Wi Yang, máximo responsable de Asuntos Exteriores del país asiático? Wi, que en Munich acusó a Estados Unidos de querer volver a un estado de Guerra Fría entre las grandes superpotencias del planeta, llegó este lunes a Moscú. No sabemos si su idea es disuadir a Putin de una escalada en el conflicto -China tiene muy poco que ganar en dicha Guerra Fría, más bien perdería todo lo que lleva construyendo en las últimas dos décadas- o si, por intereses estratégicos, está ahí para mostrar su apoyo.

Tras los pasos de JFK

Lo segundo, sin duda, sería preocupante y difícil de explicar. China siempre ha defendido la integridad territorial de los países como base del statu quo. De hecho, durante todo este tiempo, ha mostrado su malestar con la invasión rusa, sin llegar a condenarla abiertamente en los foros internacionales. Puede que sus enfrentamientos con Estados Unidos respecto a Taiwán y la crisis de los globos espía hayan hecho cambiar a Xi Jinping de opinión, pero sería un cambio muy brusco, de ahí, precisamente, la preocupación.

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Una cosa es no hacer nada en defensa de un país agredido y otra es volcarse en favor del agresor. Estados Unidos lleva meses amenazando a China para que no se le ocurra dar ese paso, pero nunca ha especificado en qué se traducirían dichas amenazas. Tampoco está claro que una posible ayuda china vaya a servir de mucho en el frente de batalla. Sin duda, aliviará al muy dañado ejército ruso y a sus aliados, pero no es probable que Pekín se involucre de tal manera que deje desprotegidos flancos de su propia defensa en el cada vez más caliente Océano Pacífico.

En cualquier caso, está claro que en Washington se temen algo y por eso han decidido adelantarse. Este mismo lunes, la cuenta de redes sociales de la embajada rusa en España hablaba de un posible “ataque de falsa bandera” ucraniano con materiales radiactivos para culpar después a Rusia. Es la estrategia que siempre ha utilizado el Kremlin antes de un gran ataque: acusar al contrario de ser el responsable. No deja de ser un tuit, pero llega desde una fuente oficial y en un momento muy complejo.

Haga lo que haga Rusia y decida lo que decida China, Biden ha querido demostrar que, en esta segunda fase, si es que llega, le van a volver a tener enfrente, con lo que eso significa. Igual que hace poco comparábamos al actual presidente con John Fitzgerald Kennedy por su gestión de la amenaza nuclear rusa, similar a la de la crisis de los misiles de 1961, su viaje a Kiev nos remite inevitablemente a la que hizo el presidente demócrata a Berlín Occidental en 1963, dos años después del inicio de construcción del muro. "Ich bin ein Berliner", dijo entonces JFK y pasó a la historia. Sin necesidad de discursos, este lunes Biden ha estado a la altura de los tiempos… a la espera de lo que suceda este martes.