Ucrania toma el control de la carretera de Mariúpol y amenaza con entrar en la capital de Donetsk
Kiev espera desgastar la defensa rusa con ataques poco lucidos a las líneas de comunicación y suministro.
8 agosto, 2023 02:37El saliente de Vremievski es un lugar de enorme importancia estratégica en esta ya larga guerra por el control del sur y el este de Ucrania. Empezando por la ciudad de Velyka Novosilka, el control de esta cornisa permite avanzar hacia el sur rumbo a Mariúpol, hacia el este, buscando una nueva pinza en las cercanías de la capital de Donetsk y hacia el oeste, rumbo a Zaporiyia. Se trata de una zona fronteriza entre regiones y muy rica en posibilidades, de ahí que Ucrania la eligiera para empezar su contraofensiva hace dos meses.
Los avances se van dando de este a oeste, cubriendo una cantidad ya notable en torno a los 250-300 kilómetros cuadrados de superficie. Solo en esta área, Ucrania habría liberado más terreno del que ocupó Rusia en su ofensiva de invierno, que acabó limitándose casi en exclusiva a la toma de Bakhmut, ahora sitiada por todos lados por el ejército ucraniano. Hacia el oeste, Ucrania ha liberado Levadne y se encuentra en las cercanías de Stepove, ya en la región de Zaporiyia. Hacia el este, sigue la lucha por la localidad de Novodonetske, a escasos treinta kilómetros de Pavliivka y Vuhledar, en disputa desde el inicio de la guerra del Donbás en 2014 y prácticamente suburbios de Donetsk capital.
Hasta ahora, los prorrusos habían conseguido mantener su gran joya protegida de los ataques que venían del noroeste. Pronto, es probable que se encuentren con un intento de embolsamiento desde el noreste. No es cuestión de días ni de semanas, pero a la larga está claro que es uno de los objetivos del ejército de Zelenski y Zaluzhnyi: plantarse a las puertas de Donetsk, la ciudad más grande de todas cuantas ocupa Rusia en territorio ucraniano, y amenazar con su liberación.
Mariúpol en lontananza
A su vez, continúan también los avances hacia el sur. Estos son más complejos, pues hay que lidiar con las fortificaciones defensivas rusas, sus campos de minas y sus numerosas trincheras. En la tarde del lunes, se confirmó la presencia de tropas ucranianas en el norte de Urozhaine, ciudad vecina a Staromaiorske, que ya cayó hace un par de semanas. Aunque los rusos siguen resistiendo y la ciudad no esté del todo controlada, la superioridad numérica del Ejército ucraniano hace pensar en una pronta liberación de la localidad.
¿Cuál es la importancia de Urozhaine? De entrada, supone un paso más en el arduo camino que ha ido devolviendo Neskuchne, Storozheve, Makarivka y la citada Staromaiorske a manos ucranianas. Solo de por sí, esa ya es una excelente noticia para Ucrania. Además, se puede considerar un pequeño salto de calidad, pues, de todas estas ciudades, Urozhaine es la única que queda al este del río Mokri Yaly y garantiza el control de la T0518, carretera que une Bahatyr, en el norte, con Nikolske en el sur, a tiro de piedra de la ciudad-símbolo de Mariúpol.
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El hecho de que la gran capital y el gran puerto del Donbás estén amenazados, aunque sea desde la distancia, obliga a Rusia a replantearse su acción defensiva. Hasta ahora, todo apuntaba a un ataque en Zaporiyia, junto al río Dniéper, lo que hizo que Rusia fortificara las ciudades de Tokmak y Vasiliivka, claves para impedir que el frente sur colapsara como colapsaron en su momento Járkov y el norte de Jersón. Al diversificar los objetivos, Ucrania obliga a Rusia a multiplicar sus hombres y sus blindados para cubrir todos los posibles huecos.
La lucha por las líneas de comunicación
Ahora bien, si Rusia tiene que estar pendiente de que Ucrania no establezca una cabeza sólida de puente al otro lado del Dniéper en Jersón capital… y a la vez tiene que preocuparse por lo que pase en Donetsk, a más de quinientos kilómetros de distancia, tiene un problema. Necesita una agilidad de movimientos, transportes y reemplazos que hasta la fecha no ha mostrado. Esa es la gran esperanza ucraniana: que tarde o temprano, en una de estas ofensivas, la defensa no llegue a tiempo. De ahí que buena parte de la ofensiva, ahora mismo, se dedique a los poco lucidos ataques a las líneas de comunicación y suministro.
Hasta la llegada de los Storm Shadow británicos, Rusia sabía que podía dejar sus municiones y sus hombres a un mínimo de setenta kilómetros del frente ―el alcance de los HIMARS― con cierta seguridad. De ahí que aún buena parte de los suministros y de los reemplazos estuvieran almacenados en los puertos de Mariúpol y Berdiansk, en las ciudades rusas de Rostov y Krasnodar y, sobre todo, en Crimea, desde donde se mueve todo tipo de material bélico a la segunda línea de combate establecida en Jersón, Zaporiyia y Donetsk.
En ese sentido, los ataques a los puentes del Kerch y de Chongar suponen un revés enorme para esta estrategia rusa. Al dañar ambas infraestructuras, Rusia tiene que ralentizar los envíos llevándolos por mar hacia los puertos de Berdiansk y Mariúpol… de ahí que Ucrania esté enviando drones submarinos al Mar Negro para evitar que estos transportes se hagan con seguridad. Recordemos que la semana pasada, uno de estos ataques casi se lleva por delante el carguero Olenogorsky Gornyak.
Si Putin sigue decidido a no ordenar una nueva movilización ―en 2024 hay elecciones y no es que peligren, pero si al malestar de los oligarcas y los altos mandos del Ejército le unimos el del pueblo llano, sus días en el Kremlin están contados―, tendrá que confiar en los aproximadamente doscientos mil hombres que siguen defendiendo las posiciones de Moscú en Ucrania. No son pocos, pero llevan ahí meses y siempre a la defensiva, con peleas entre sus mandos y problemas de abastecimiento. Ucrania no muerde, pero sí roe. Y, así, poco a poco, en cualquier momento, el cable podría acabar cediendo.