Ucrania avanza en Klishchiivka, pero deja la reconquista de Bakhmut para más adelante
Bakhmut se ha convertido en un auténtico matadero para ambos bandos que podría haber sido más si Zaluzhnyi tuviera el ego que tuvo Prigozhin.
7 septiembre, 2023 03:07Nunca sabremos qué habría pasado en la guerra de Ucrania si a Yevgueni Prigozhin y a Sergei Surovikin no se les hubiera metido entre ceja y ceja la ciudad de Bakhmut, o, para ser más exactos, las vecinas minas de Soledar. Lo que en principio parecía un punto más en el mapa, sin demasiada importancia una vez la amenaza sobre Kramatorsk y Sloviansk había desaparecido desde el norte con la caída de Izium, se ha convertido en uno de los emblemas del conflicto, un auténtico matadero en el que ya han caído decenas de miles de soldados sin que parezca que el fin esté cerca.
Casi un año después del inicio de las hostilidades en la zona, de Bakhmut quedan solo las ruinas, protegidas por divisiones y divisiones del ejército ruso, que se niegan a entregar la única conquista de una mínima entidad desde la toma de Severodonetsk y Lisichansk el verano pasado. Por el camino, han caído incluso los cerebros detrás de la operación: Prigozhin, ajusticiado por el Kremlin, y Surovikin, condenado, de momento, a la libertad vigilada mientras en la televisión rusa se especula con las causas de su futura muerte.
Lo que no cejan, decíamos, son los tiroteos, las luchas metro a metro y las operaciones de ataque y contraataque. En la actualidad, le toca a Ucrania asumir el papel ofensivo y, de hecho, ya controla el norte de la ciudad -Khromove-, sigue avanzando lentamente hacia Soledar, en el este… y centra sus esfuerzos en las localidades de Klishchiivka y Andriivka desde hace semanas. Unos esfuerzos que, parece, por fin han dado sus frutos: según informes desde el terreno, el ejército ucraniano habría entrado ya en Klishchiivka y habría obligado a los rusos a replegarse hacia el este. Si toman por completo la ciudad, el asalto a Bakhmut no presentaría demasiadas complicaciones.
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A fuego lento
Ahora bien, no parece que el general Zaluzhnyi tenga una especial prisa por lanzarse sobre la presa. Esa ha sido su forma de conducir sus ofensivas y sería raro encontrar aquí una excepción. Zaluzhnyi es partidario de hervir al enemigo a fuego lento, causarle el mayor daño posible y dejarle en la posición menos ventajosa para un posible contraataque. Es un modo de entender la guerra que desespera a medios y expertos estadounidenses, pero que está funcionando.
De ahí que el esfuerzo en el sur de Bakhmut sea doble. Alguno podría pensar que con tomar Klishchiivka y desde ahí lanzar el ataque bastaría para apuntarse el triunfo simbólico. Sin embargo, Zaluzhnyi huye de los simbolismos y quiere una victoria duradera. Por eso, quiere también Andriivka, para ampliar el frente y crear una amplia zona de seguridad. Si toma las dos ciudades, puede optar por marchar, ahora sí, hacia Bakhmut o por cortar la T0513 a su paso por Optyne y Odradivka. Lo más probable es que decida lo segundo.
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¿Por qué? Porque entrar a sangre y fuego en Bakhmut, como hizo en su momento el Grupo Wagner, es un suicidio. Eso lo puedes hacer si tienes muchos hombres y te importan muy poco sus vidas. No es el caso de Zaluzhnyi. Ucrania no tiene los recursos demográficos que tiene Rusia y por eso tiene que asegurar tanto el terreno antes de iniciar una ofensiva definitiva. Al salvar vidas, se permite sacar el máximo de un ejército numéricamente inferior al ruso, que puede ir movilizando de 200.000 en 200.000 si quiere. De hecho, ahora mismo, sobre el terreno, Ucrania presenta ventajas en al menos cuatro frentes: Robotyne, Urozhaine, Klishchiivka y Vuhledar.
Un nuevo crimen de guerra
Si uno repasa la historia de esta guerra, Rusia ha preferido el sitio y asedio a las ciudades y después su toma por la fuerza -Mariúpol, Severodonetsk, Bakhmut…- mientras que Ucrania ha optado por cortar líneas de suministros, acabar con la artillería enemiga y obligar al final a Rusia a retirarse de los territorios ocupados. Así puede ser también en este caso. No descartemos incluso que, una vez cortada la T0513, se lancen a por la M03. Dominando las vías de acceso a una ciudad se puede controlar dicha ciudad de manera más efectiva que bombardeándola hasta destruirla.
Por supuesto, si Zaluzhnyi tuviera el ego de Prigozhin habría hecho de la liberación de Bakhmut un objetivo primordial, pero habría perjudicado a su país. Bakhmut caerá, pero caerá en su momento, cuando sea segura su ocupación. Mientras tanto, sigue la ardua tarea de empujar a los rusos hacia el sur y hacia el este, rumbo a su frontera. Ucrania ataca y ataca en todos lados, que no lo haga con temeridad no quita un ápice de valentía ni de mérito a su faena.
Por su parte, la respuesta de Rusia a estos continuos disgustos militares es la brutalidad. Siempre ha sido así, desde el inicio de la guerra, cuando bombardeaban maternidades y teatros llenos de refugiados. Este miércoles le tocó el turno a la ciudad de Kostiantinivka, unos kilómetros al oeste de la propia Bakhmut. Se calcula que una veintena de civiles habrían muerto tras el ataque con misiles a un mercado callejero. Hablamos, obviamente, de un nuevo crimen de guerra. El enésimo a ser juzgado cuando esta guerra acabe.
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Este tipo de barbaridades no solo no tienen efecto práctico alguno en la guerra, sino que dificultan mucho el apoyo de sus posibles socios en términos diplomáticos. Este miércoles, India intentaba salvar un poco los papeles a Rusia con una propuesta de paz sobre la que trabajar en la reunión del G20 que se celebrará este fin de semana. La propuesta ha sido inmediatamente rechazada por Occidente al considerar que "se queda corta". Llegados a este punto, todo lo que no sea una rendición total de Rusia y el abandono del territorio ocupado en 2014 y 2022 supondría un desastre para el statu quo internacional.