Macron intenta desactivar la protesta agrícola antes de que los radicales logren sitiar París y su mercado
El presidente francés se reunirá mañana con Ursula von der Leyen para debatir algunas concesiones a los agricultores para aplacar la crisis.
1 febrero, 2024 03:09El conflicto de los agricultores franceses ha alcanzado su clímax. O Macron logra concesiones de la Unión Europea en la cumbre de mañana en Bruselas que desactiven la protesta de aquí al fin de semana. O el conflicto se enquista. Y entonces las cosas se pondrán feas.
Feas y violentas. Sí, claro que ha habido episodios de violencia contra los camiones españoles y de otras nacionalidades. También se ha arrojado basura contra edificios oficiales. Y dos personas (una madre y su hija) murieron al ser atropelladas por un coche que embistió una barricada en el sur de Francia. Era la madrugada del 23 de enero y los tres ocupantes del coche fueron detenidos y acusados de homicidio involuntario. Eran tres armenios en situación irregular y sobre los que pesaban sendas órdenes de expulsión. Se dirigían a Andorra.
Pero hasta ahora han sido episodios aislados. Y no ha habido enfrentamientos entre manifestantes y policías en estas dos semanas de conflicto. El ministro de Interior, Gérald Darmanin, declaró que los 15.000 policías y gendarmes desplegados desde el lunes tenían por misión asegurar “la seguridad” de los piquetes. “No voy a enviar los antidisturbios contra gente que trabaja y sufre”, justificó.
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Las líneas rojas estaban claras: las columnas de cientos de tractores no debían entrar en las ciudades. El asedio de París es cierto, pero distante y poroso. Casi todas las autopistas que llevan a la capital están cortadas por piquetes situados a una treintena de kilómetros. Así, en la A1 que une París con Lille y Bélgica la barricada está más allá del aeropuerto Charles de Gaulle. Y en la A-6 (la autopista del sur que conduce a Lyon) la barrera permite acceder al aeropuerto de Orly y al mercado de abastos de París.
Rungis sustituyó en 1969 a las míticas Halles, el ‘vientre de París’, y, después a La Villette, el mercado mayorista más grande… de Europa. Ocupa 234 hectáreas, lo que equivale a 315 campos de fútbol. Aquí trabajan 13.000 personas, empleadas por 1.226 empresas que negocian tres millones de toneladas de mercancías al año llegadas cada noche en 30.000 camiones, lo que supone 10.300 millones de volumen de negocio, cifra del año 2022. Es propiedad del Estado francés y nunca ha cesado su actividad.
En teoría a esto mismo se exponen cada uno de los miles de manifestantes que bloquean las carreteras de toda Francia. En teoría. Porque los agricultores son buena gente… y populares. Un 80% de los franceses apoyan la protesta, según las encuestas. De hecho, los bloqueos están coordinados por la Federación Nacional de Sindicatos de Agricultores que con sus aliados de Jóvenes Agricultores suponen el 55% de votos en las elecciones de las Cámaras Agrícolas. Gente de orden pero habituales interlocutores de este gobierno y de todos.
Sus grandes rivales son la Coordinación Rural, que controla el 20% de los votos de las cámaras. Difieren de los mayoritarios en su radicalidad, tanto ideológica como de sus métodos de lucha. Nacieron en los años 90 escindiéndose de los mayoritarios juzgados “cómplices de la Política agrícola Común de 1992, liberales y destructoras del mundo campesino”. Anti ecologistas y partidarios del proteccionismo. Son considerados de extrema derecha. De hecho, su líder, Serge Bousquet Cassagne, intentó ser candidato a las elecciones europeas en la lista del partido de Le Pen (RN), pero el partido prefirió una mujer. “Aquí el 90% de los chicos votan al RN y ya nadie se esconde”, declaró hace poco a Le Monde.
Por eso, y por la presión de los camioneros (franceses) que empiezan a protestar porque no pueden circular, Macron quiere obtener bazas suficientes de la UE en la cumbre del jueves para dar alguna satisfacción a los moderados antes de que Bruselas le llame la atención porque su gobierno no logra garantizar la libertad de circulación. Y de que la situación se pudra como ocurrió con el movimiento de los chalecos amarillos.
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De hecho, lo primero que hizo el gobierno francés fue olvidarse de suprimir la subvención del gasóleo agrícola. Algo que también reclaman los agricultores alemanes sin éxito. A continuación, el gobierno del joven Gabriel Attal ha prometido alguna mejoras en las subvenciones para compensar a los ganaderos por la pérdidas de varias enfermedades contagiosos y poco más. Porque el resto de las reivindicaciones dependen de la UE. De hecho agricultores franceses y belgas cortaron ayer la frontera entre ambos países y el jueves deben manifestarse en Bruselas.
En la capital belga se celebra una cumbre de jefes de Estado y de gobierno dedicada, en principio, a la ayuda financiera a Ucrania. Paradójicamente, la Comisión va a proponer suavizar las consecuencias para los agricultores de la UE de la suspensión de los derechos de aduana sobre los huevos, la remolacha azucarera y otros productos ucranianos. La iniciativa debía prolongarse hasta junio de 2025 para ayudar a Kiev, que necesita dinero con urgencia. Los agricultores franceses y polacos opinan que esa solidaridad se ha convertido en concurrencia desleal.
Macron y la presidenta de la Comisión, que quiere repetir en el cargo, han visto las orejas del lobo de la extrema derecha. En los sondeos, las listas de los partidarios de Meloni en Italia y de Marine Le Pen en Francia encabezan las encuestas y la extrema derecha alemana ha crecido hasta la segunda plaza tras la CDU, el partido de Von der Leyen.
Ayer, por primera vez, Marine Le Pen escaló hasta la primera posición en el barómetro del Figaro Magazine que mide la confianza en los políticos franceses. En abril de 2010 sólo el 14% de los ciudadanos cofiaban en ella. Hoy, el 40%.
Otra consecuencia que los medios franceses dan por hecha es el fin del tratado de libre comercio entre la UE y el Mercosur que estaba a punto de concluirse. Alemania y España lo defendían. Macron y los agricultores franceses han dicho ‘no’. Y parecen que, de momento, van a lograr frenarlo.