Tercer día de avance ucraniano en Rusia: claves detrás de la operación que ha puesto en jaque a Putin
Sin rastro de las defensas rusas después de tres días de ofensiva ucraniana en la región fronteriza de Kursk. Las tropas ya han avanzado unos 40 kilómetros en dirección a la capital, haciéndose con numerosos prisioneros de guerra por el camino.
9 agosto, 2024 02:28Tres días después del inicio de la ofensiva ucraniana sobre la región de Kursk, en el lado ruso de la frontera, aún no hay una respuesta militar por parte del Kremlin. Estamos ante una repetición de la parálisis total que vivió Rusia los días 22, 23 y 24 de junio del año pasado, cuando varias unidades del Grupo Wagner lideradas por el ya fallecido Eugeni Prigozhin se plantaron a escasos cientos de kilómetros de Moscú con el propósito de derrocar a parte del gobierno de Putin.
Entonces, Prigozhin aceptó rendirse. Nunca se supo muy bien por qué, pero suponemos que algo le prometerían que, después, por supuesto, nadie cumplió. La imagen del escaso destacamento de Wagner entrando como cuchillo en mantequilla por las carreteras rusas tuvo que quedarse en la retina de los oficiales ucranianos, que ahora pretenden emular la operación. La premisa desde la que se partía y que ha resultado ser cierta es: "Rusia tiene todo en el frente del Donbás... con lo que no puede quedar nadie protegiendo las fronteras".
Así, en setenta y dos horas, Ucrania ha avanzado una distancia estimada en unos 430 kilómetros cuadrados, más de lo capturado por Rusia en los últimos diez meses de ofensiva en el Donbás. Se han observado destacamentos ucranianos incluso en las cercanías de Malaya Loknya, a 40 kilómetros de Lgov y a 140 de la capital Kursk. La toma de prisioneros es constante allá donde pasan las tropas de Syrskyi, un auténtico golpe a la moral del ejército ruso.
El objetivo parece ser llegar por la carretera de Sudzha-Diakonovo hasta donde se pueda y abrir paralelamente otros dos frentes, con la esperanza de alcanzar, si los refuerzos siguen sin llegar, las mencionadas Lgov, Diakonovo y Kursk e incluso tomar los mandos de la planta nuclear cercana a la capital, a la manera que hicieron los rusos en la primavera de 2022 con la de Zaporiyia. Se han llegado a ver helicópteros ucranianos sobrevolando territorio ruso. La respuesta del Kremlin de momento ha sido ofrecer 10.000 rublos (algo más de 100 euros) a cada habitante de la región que acepte ser desalojado.
¿Demostración de fuerza?
El éxito ucraniano es tan contundente como inesperado. Lo que no acaba de quedar claro es cuáles son sus objetivos finales. ¿Hasta dónde pretende llegar el general Syrskyi en su ofensiva? Obviamente, solo la cúpula militar lo puede saber, pero intentemos aventurar algunos escenarios para explicar lo que está sucediendo.
De entrada, Ucrania podría estar haciendo una demostración de fuerza, o, más bien, una demostración de debilidad ajena. Después de meses a la defensiva y sin ningún plan de contraofensiva publicitado, con continuas quejas por los problemas de movilización y la tardanza en la llegada de las armas de Occidente, Syrskyi y Zelenski habrían decidido dar un golpe en la mesa, una especie de "aquí estamos nosotros, seguimos vivos".
De esa manera, devolverían de paso el conflicto a las portadas de medio mundo, más ocupadas en las últimas semanas con la guerra de Gaza, las hostilidades en Oriente Próximo y la precampaña electoral estadounidense. El ataque no tendría más objetivo militar en sí que el propio mensaje, 'podemos hacerlo', que se dirigiría tanto a los altos mandos rusos como a los dubitativos aliados occidentales.
En segundo lugar, la operación recuerda demasiado a la iniciada por Rusia en el norte de Járkov la primavera pasada... solo que mucho más espectacular y exitosa. Los rusos entraron hasta Vovchansk, a unos diez kilómetros de la frontera, con el único objetivo de obligar a Ucrania a desviar tropas del frente de Donetsk. Lo consiguieron. Ucrania tuvo que mandar varios batallones a proteger el acceso a Járkov capital y permitieron avances constantes en el Donbás. En ningún caso tan profundos como los que estamos viendo en Kursk, pero sin duda dolorosos.
Aunque muchos pensaban que Rusia tendría suficientes tropas defendiendo su frontera como para hacer frente a una operación de este tipo sin necesidad de mover sus unidades principales, lo cierto es que Putin se ha dedicado a jugar al 'Risk' de la manera más torpe: ha concentrado sus tropas en solo dos o tres casillas y ha descuidado el resto. Ahora, no le quedará más remedio que tirar de la guardia nacional, parapetada en Moscú, o mandar a las tropas que estaban atacando Chasiv Yar y Niu York. De hecho, algún movimiento ha debido de haber ya porque los ucranianos han avanzado en las últimas horas en ambas localidades.
Mensaje a Trump
Tercera hipótesis: como decíamos antes, también podríamos estar ante un aviso a la comunidad internacional, demasiado pendiente de otros asuntos y cuyo interés en Ucrania parecía haber menguado en los últimos meses. En concreto, podría ser un mensaje al ala más prorruso del Partido Republicano estadounidense. A la admiración de Donald Trump por Vladimir Putin hay que añadirle la elección de J.D. Vance como candidato a vicepresidente. Vance se ha mostrado varias veces partidario de retirar toda ayuda a Ucrania y abandonarla a su suerte.
La intención, repetida por Trump hasta la saciedad, de "acabar la guerra en 24 horas" parece implicar una rendición forzosa de Ucrania. Lleva diciendo lo mismo desde febrero de 2022 y parece dar por hecha una superioridad rusa que no se ha visto sobre el terreno en ningún momento, mucho menos en los últimos dos años, donde ha sido Ucrania la que más territorio ha recuperado. La ofensiva sobre Kursk deja claro que Ucrania no se va a rendir fácilmente y que merece la pena apoyarla en su guerra de independencia.
Un cuarto factor que tiene una especial importancia es el impacto en la moral del pueblo ruso. En los últimos catorce meses, hemos podido presenciar el intento de asonada de Prigozhin, su posterior asesinato, el de Navalny, la militarización de la sociedad, el salvaje atentado del ISIS en pleno Moscú ante la incompetencia de los servicios de inteligencia, la incapacidad de las tropas rusas para avanzar en suelo ucraniano y ahora el sometimiento al vecino en los pueblos fronterizos.
Todo ello tiene que debilitar la imagen de un Putin ya en la setentena, convertido en un vulgar dictadorzuelo que solo se relaciona con otros autócratas de su calaña, y que no es capaz de lo esencial en un "zar": defender a su patria y defender a los que la habitan. Putin ya salió tembloroso el 23 de junio de 2023 a pedir que no se repitiera el "baño de sangre de 1917" y aún estamos esperando a que haga algo más que ordenar evacuaciones. Su régimen está tocado de muerte, solo queda que alguien, desde dentro, termine por completo con él.
Negociaciones de paz
Por último, aunque Ucrania se ha negado en repetidas ocasiones a un acuerdo de paz que conlleve la cesión de territorio, sí que consiguió reunir a buena parte del planeta en Suiza para pensar en una solución negociada al conflicto. En ese momento, mostró su intención de repetir el encuentro y de invitar a una delegación rusa. Putin ya ha declarado que cualquier acuerdo de paz tiene que tener en cuenta "la situación sobre el terreno" y ha exigido la retirada completa de tropas ucranianas de los territorios anexionados ilegalmente de Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón.
Pero, ¿qué pasa si esa situación cambia? ¿Qué pasa si ahora Ucrania tiene algo con lo que negociar, sea en forma de tierra o sea en forma de prisioneros? ¿No podría ahora Zelenski sentarse delante de Putin y decirle: "Muy bien, ¿quieres Kursk de vuelta? Pues yo quiero Mariúpol"?. La fragilidad mostrada por Rusia en términos militares y de inteligencia ha sido tan desoladora que no puede forzar una paz favorable a sus intereses. De hecho, si sus enemigos han tomado nota de dicha fragilidad, pronto se pueden ver escarceos en las fronteras del Cáucaso.
Lo normal, piensa todo el mundo, es que las tropas ucranianas acaben expulsadas del territorio ruso. Ahora bien, no será fácil. Los rusos, por ejemplo, siguen en Járkov, aunque sea de forma testimonial. Hay que mandar tropas, descuidar otros frentes y luchar a cara de perro ante posiciones posiblemente fortificadas. Eso o negociar. Después de casi dos años de guerra de trincheras, este movimiento supone algo nuevo y potencialmente decisivo. En qué sentido, se sabrá pronto, pero el juego ha cambiado y Putin ha demostrado poca cintura para acoplarse a los cambios de reglas.