Una imagen de un video proporcionado por el Ministerio de Defensa ruso muestra un dron listo para atacar un lanzador de misiles móvil de las Fuerzas Armadas de Ucrania en la región de Kursk.

Una imagen de un video proporcionado por el Ministerio de Defensa ruso muestra un dron listo para atacar un lanzador de misiles móvil de las Fuerzas Armadas de Ucrania en la región de Kursk. Efe

Europa

Ucrania controla 28 localidades rusas en Kursk y Putin evacúa a 11.000 personas en Bélgorod

Rusia admite un avance de unos 500 kilómetros cuadrados, aunque distintas geolocalizaciones apuntan a que Kiev podría haber capturado el triple.

13 agosto, 2024 02:04

Antes de ser interrumpido abruptamente por Vladimir Putin, el gobernador de la región de Kursk ya había admitido en teleconferencia que el ejército ucraniano controlaba 28 localidades en la provincia. Tal vez por un exceso de escrupulosidad soviética, Alexei Smirnov había olvidado que esas reuniones telemáticas televisadas no se emitían en los medios por amor a la verdad sino para tranquilizar a la audiencia. Poco antes, Smirnov había calculado en unos doce kilómetros la penetración hacia el este de las tropas invasoras, calculando una longitud de cuarenta kilómetros de frente. En total, casi quinientos kilómetros cuadrados.

Es difícil saber si esos quinientos kilómetros cuadrados -que, como veremos, probablemente sean muchos más- están completamente controlados por Ucrania o si se trata solamente de un terreno al que se ha llegado sin oposición, pero con escaso interés en retener administrativamente. Más allá de objetivos maximalistas, como podría ser llegar hasta la central nuclear de Kursk, cada vez parece más claro que la operación ucraniana tiene como objetivo obligar a Rusia a desviar tropas de otros frentes, especialmente del de Donetsk, donde sigue el asedio a las ciudades de Niu York y Chasiv Yar.

Las últimas geolocalizaciones confirmadas dentro del habitual ruido de guerra sitúan a tropas ucranianas en los alrededores de la ciudad de Korenevo y confirman el control absoluto de Sudzha, de unos 5.000 habitantes. Entre ambas localidades, hay aproximadamente 45 kilómetros de norte a sur. Comoquiera que la BBC sitúa a las unidades de Syrskyi y Zelenski alrededor de Tolpino, a 40 kilómetros de la frontera con Ucrania yendo del oeste al este, podemos hablar de hasta 1.600 kilómetros cuadrados ganados sobre el territorio ruso o al menos en disputa.

Para poner la cifra en perspectiva, durante los diez meses de intensa ofensiva rusa en el Donbás, con la captura de Avdiivka, el cerco a Chasiv Yar y continuos ataques suicidas sobre Vuhledar, las tropas de Gerasimov no han avanzado más de 500 kilómetros cuadrados. En solo una semana, Ucrania ha triplicado los resultados rusos de casi un año. El éxito es indudable, aunque no puede suponer una gran sorpresa: cuando la única estrategia es lanzar hombres y más hombres contra el enemigo, puede pasar que dejes inmensas porciones de terreno propio descuidadas. Los recursos nunca son infinitos. En ninguna guerra.

Desalojos en Kursk… y en Bélgorod

La reacción de Rusia ante esta ofensiva no deja de ser curiosa. Después de dos años y medio amenazando con el holocausto nuclear ante el más mínimo contratiempo y azuzando el fantasma de la III Guerra Mundial, de repente se encuentran con un ejército enemigo en su propio territorio y la parálisis es absoluta. Sabemos que Gerasimov -quien, por cierto, prefirió hacer oídos sordos a los informes que anunciaban el ataque ucraniano- ha mandado tropas a luchar a Kursk, pero no sabemos de dónde han venido exactamente, pues no se ha hecho público.

Un soldado ucraniano iza una bandera ucraniana en Guevo, en la región rusa de Kursk.

Un soldado ucraniano iza una bandera ucraniana en Guevo, en la región rusa de Kursk. Reuters

Tampoco se ha hecho público por qué han tardado tantos días en llegar a la zona de combate ni por qué, hasta el momento,

Estos desalojos habían comenzado la pasada semana en Kursk con el acicate de 10.000 rublos (unos 100 euros) como compensación y se han extendido en las últimas horas a Bélgorod. No es la primera vez que sucede, pues Bélgorod ha sido objeto de distintos ataques a lo largo de estos dos años y medio por parte de milicias anti-Putin de origen ruso. En esta ocasión, lo que se teme es que Ucrania vuelva a lanzar otra ofensiva y tenga un éxito similar. Como ya demostró Eugeni Prigozhin en su marcha sobre Moscú el 23 de junio de 2023, Rusia tiene a todos sus hombres luchando en Ucrania y dentro del país apenas queda lo justo.

De hecho, este lunes se publicaron imágenes de tanques ucranianos en la población de Gir'i, a decenas de kilómetros del frente de Kursk… pero relativamente cerca de Bélgorod. ¿Cómo han llegado hasta ahí esos tanques? Los ucranianos no lo dirán hasta que no se cierre la operación y los rusos guardarán silencio mientras pinten bastos. No sabemos si es una prolongación del frente de Sudzha o si Ucrania ya ha decidido abrir un segundo frente en la frontera. Pronto saldremos de dudas. 

El miedo a la palabra “guerra”

De momento, la propia soberbia del Kremlin impide a Putin considerar estas incursiones como actos de guerra. Prefiere darles el nombre de “operaciones terroristas”. ¿Por qué opta por ese vocabulario? En primer lugar, porque ha demostrado ser el rey de los eufemismos y reconocer que se está librando una guerra en su propio país sería una manera de deslegitimarse a sí mismo. ¿Cómo se coloca uno delante del pueblo ruso y le explica que su “zar” no solo no ha conseguido “liberar” Járkov, Odesa o Dniprotetrovsk, como prometió en su día, sino que ha perdido el control sobre varios de sus propios enclaves?

En segundo lugar, buena parte del armamento que está utilizando Ucrania para su operación en Kursk es de origen occidental. Tanques alemanes y misiles estadounidenses. Según la lógica paranoica que ha regido las declaraciones públicas rusas, eso implicaría una declaración de guerra contra la OTAN. Y lo cierto es que nada más lejos de las intenciones de Moscú en estos momentos que enfrentarse a la Alianza Atlántica cuando ni siquiera es capaz de guardar sus fronteras de los ataques de un vecino al que pretendía descabezar en una semana.

Su caso es muy parecido al de su aliado militar, Irán, que intenta estos días atacar Israel sin enfadar a Estados Unidos. El problema para ambos es que se necesitan, cuando lo cierto es que ninguno de los dos anda sobrado. Si hay una guerra en Oriente Próximo, Rusia puede olvidarse de los drones iraníes, que quedarán para consumo propio. Si la guerra en Ucrania se recrudece, Irán tendrá que decir adiós a los sistemas de defensa antiaérea prometidos por Shoigú en su reciente visita a Teherán. El Kremlin los necesitará para proteger sus propias ciudades, que, como se ha demostrado, están en peligro… por mucho que lo nieguen.