Militares ucranianos viajan en un vehículo blindado de transporte de personal cerca de la frontera rusa en la región de Sumy.

Militares ucranianos viajan en un vehículo blindado de transporte de personal cerca de la frontera rusa en la región de Sumy.

Europa

Zelenski busca consolidar su conquista territorial en suelo ruso empleando armamento de la OTAN

Kiev asegura controlar ya 81 pueblos en la región rusa y establece una oficina administrativa en Sudzha 10 kilómetros más allá de la frontera.

16 agosto, 2024 02:05

Hasta 102 soldados rusos cayeron presos este jueves de una tacada en las inmediaciones de la ciudad de Sudzha, donde el alto mando ucraniano está construyendo un centro de control desde el que organizar la ofensiva en Kursk. En total, se habla de más de 1000 prisioneros en poco más de una semana, a los que habría que añadir los 1.300 que ya habían sido capturados con anterioridad.

Según Putin, los rusos tienen 5.000 soldados enemigos en su poder, con lo que poco a poco se va equilibrando la balanza y se puede empezar a hablar de intercambios. De hecho, el Financial Times aseguraba este jueves que dichas conversaciones ya habían empezado.

Hay que recordar que, en una guerra de desgaste como la que se está viviendo en Ucrania, cada soldado cuenta. Recuperar mil o dos mil supone contar de nuevo con ellos en el frente en poco tiempo.

Las imágenes de los soldados rusos tirados en el suelo y rindiéndose ante las tropas ucranianas en plena provincia de Kursk son sin duda impactantes y reveladoras de en qué se está convirtiendo la operación militar especial que inició el presidente ruso el 24 de febrero de 2022. A los miles de soldados presos hay que añadir más de cien mil muertos o heridos graves según los recuentos más imparciales.

No solo eso escuece en el Kremlin estos días, sino el hecho de que, a sus escasos avances en los frentes de Avdiivka y Vuhledar, se une ahora la incapacidad de proteger su propia frontera. Como dijo uno de los propagandistas de la televisión estatal rusa en un extraño ataque de sinceridad: "Nuestra operación especial estaba destinada a demostrar que podíamos proteger a los ciudadanos del Donbás y no somos capaces de proteger ni a los de Kursk".

Según el general Oleksandr Syrskyi, jefe de las fuerzas armadas ucranianas, a fecha del jueves hay 81 localidades bajo su control, el equivalente a 1.150 kilómetros cuadrados.

Los objetivos energéticos

Son cifras que no dejan de aumentar, pese al esfuerzo ruso por contener al menos la expansión. Si bien Ucrania reconoce el dominio sobre esos 1.150 kilómetros cuadrados, en realidad sus tropas disputan aproximadamente el triple de ese terreno.

Como contaba EL ESPAÑOL este jueves, hay presencia ucraniana desde la localidad de Korenevo hasta la de Gir´i, separadas por setenta kilómetros de norte a sur. También hay geolocalizaciones de tropas invasoras en Pogrebki, unos cuarenta kilómetros al este de la frontera. En total, serían unos 3.000 kilómetros cuadrados de lo que se puede llamar "zona de influencia", aunque esta esté más o menos afianzada.

La 'zona de influencia' establecida por Ucrania en la región de Kursk a fecha 14 de agosto.

La 'zona de influencia' establecida por Ucrania en la región de Kursk a fecha 14 de agosto. Institute for the Study of War

Por si esto fuera poco, en las últimas horas se ha rumoreado la presencia de exploradores ucranianos a apenas quince kilómetros de Lgov, uno de los grandes objetivos de esta operación.

Lgov, golpeada el jueves por varios misiles, entre ellos al menos un HIMARS -misil estadounidense de media y larga distancia-, es un núcleo importantísimo de comunicaciones, pues por ahí pasa la carretera E38, que vertebra toda la infraestructura militar rusa desde Kursk hasta la provincia vecina de Belgorod.

La E38 protege también, en cierto modo, la central nuclear de Kurchátov, y cualquier avance en esa dirección puede ser clave, pues exigiría una movilización urgente de tropas rusas para proteger la central de cualquier ataque.

Ucrania ya ha hecho suficiente daño tomando Sudzha, con su ferrocarril, sus múltiples carreteras y vías de abastecimiento, y sus surtidores de Gazprom. Rusia no puede permitirse más sobresaltos energéticos o el invierno se puede hacer muy duro en las trincheras.

La OTAN en Rusia

El uso de los HIMARS para esta operación no deja de ser tema de controversia. Por ejemplo, Gran Bretaña ha impedido el uso de sus propios misiles de larga distancia, los Storm Shadow, aunque fuentes de su inteligencia militar han confirmado a la BBC que sí han permitido el uso de tanques para la incursión en Kursk.

La 'doctrina Blinken', que tanto le costó imponer al Secretario de Estado norteamericano, permite el ataque sobre posiciones militares fronterizas siempre que Ucrania pueda demostrar que suponen un riesgo para su seguridad. Lo que no puede en ningún caso es utilizar las armas entregadas para ataques sobre poblaciones civiles.

Una imagen distribuida este jueves por el Ministerio de Defensa ruso muestra a un militar ruso preparándose para disparar un lanzacohetes múltiple hacia posiciones ucranianas en un lugar no revelado en territorio ruso.

Una imagen distribuida este jueves por el Ministerio de Defensa ruso muestra a un militar ruso preparándose para disparar un lanzacohetes múltiple hacia posiciones ucranianas en un lugar no revelado en territorio ruso. Efe

Hasta este verano, Ucrania tenía que ver cómo desde posiciones en Kursk, Belgorod o Briansk se lanzaban misiles de media distancia sobre barrios residenciales en Járkov y las localidades circundantes. Ahora que la amenaza tiene dos sentidos, dichos ataques se han reducido notablemente, aunque a Blinken le costó convencer a Biden para que diera el permiso. Tanto el presidente como su Secretario de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, han sido siempre partidarios de una posición conservadora en la guerra para no irritar en demasía a Putin.

Entre los HIMARS, la presencia de los F16, listos para entrar en acción en cuanto se vea el más mínimo despeje de tropas rusas en las inmediaciones de Chasiv Yar y Niu York, y los tanques alemanes Leopard utilizados para entrar en Kursk, el golpe psicológico que se inflige a Moscú es tremendo. Empezó una guerra para evitar que Ucrania entrara en la OTAN y se ha encontrado defendiéndose de ucranianos armados con equipos occidentales en su propio territorio.

Las incontables amenazas nucleares no han impedido la acción coordinada de Occidente, que no deja de cruzar las líneas rojas que marcó Moscú desde un primer momento.

Este mismo jueves, el máximo aliado de Putin, el presidente bielorruso Lukashenko, aseguró que se plantearía el uso de armas nucleares tácticas si los ucranianos atravesaran la frontera entre ambos países, algo que no va a suceder. Lukashenko, visiblemente harto de la situación en la que le han metido, insistió en que había que firmar una paz cuanto antes porque "ni a los rusos, ni a los ucranianos, ni a nosotros nos interesa todo esto". Habría que ver si, esta vez, cuando dice "paz" no quiere decir "rendición".

¿Próxima estación, Belgorod?

Mientras tanto, siguen las operaciones ucranianas en Rusia y todo apunta a que, en cualquier momento, se puede producir una infiltración en la provincia de Belgorod. Se han visto tropas de reconocimiento y tendría sentido seguir llevando la confrontación allí donde Rusia haya dejado desprotegida su frontera. Putin y Gerasimov continúan negándose a reconocer la realidad y mantienen el grueso de sus tropas en el frente del Donbás, donde prosiguen sus lentos avances, kilómetro a kilómetro.

Abrir un nuevo frente, una vez se concreten los objetivos mínimos del primero y se proteja debidamente el territorio conquistado con trincheras, minas y construcciones defensivas, podría ser letal para un ejército ruso que no dispone, como se dice demasiadas veces, de recursos ilimitados. Si así fuera el caso, Ucrania no seguiría avanzando por Kursk después de casi diez días. Tampoco podría llevar resistiendo dos años y medio las continuas embestidas rusas sin apenas perder pie. La pregunta es cuánto tiempo se le permitirá desde dentro esta locura a Putin.